Un hombre acusado de agresión sexual a una compañera de trabajo en Santiago ha aceptado una condena de dos años de cárcel que será suspendida, por lo que no ingresará en prisión a condición de no delinquir durante cuatro años, y someterse a un curso de reeducación sexual. Además, durante nueve años tendrá prohibido aproximarse a la víctima a menos de 500 metros y comunicarse con ella.
Así se ha acordado este viernes en el juicio celebrado ante la sección sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña, con sede en la capital gallega. El fiscal solicitaba inicialmente una pena de ocho años de prisión, pero ha quedado en solo dos al contemplarse dos atenuantes: por dilaciones indebidas –los hechos se remontan al 2019– y porque el procesado ya ha abonado a la víctima 15.000 euros en concepto de responsabilidad civil.
Durante la vista, todas las partes han mostrado su acuerdo en la pena de dos años, así como en su suspensión y en la realización del condenado a un curso de reeducación sexual que pagará él mismo. Al respecto, Fiscalía y el abogado defensor consensuarán, en el plazo de tres meses, qué tipo de curso tendrá que hacer.
La víctima ha comparecido de manera telemática para no tener que ver al agresor y, después de que el presidente del tribunal le explicase la pena acordada, ha mostrado su conformidad. Así, el magistrado ha ordenado que se dicte la sentencia, que será firme al no haber manifestado ninguna de las partes su intención de recurrir.
HECHOS EN JULIO DE 2019
Los hechos por los que este hombre será condenado se remontan al 4 de julio de 2019. De acuerdo con lo establecido en el escrito de Fiscalía, este varón, que trabaja como empleado de mantenimiento, y la víctima, limpiadora, coincidieron en una sala común que los empleados utilizaban para tomar café.
Cuando ella intentó irse, él se colocó en la puerta, impidiendo su salida y pidiéndole un beso para dejarla pasar, algo que ella interpretó como una broma. Sin embargo, él continuó con sus requerimientos y, cuando ella se aproximó para darle un beso en la mejilla, la atrapó y le dio un beso en la boca mientras ella intentaba zafarse.
A continuación, y siempre entre las protestas y la oposición de la mujer, le llevó la mano al pene para que notase su erección y le metió a la fuerza las manos por debajo de la ropa, llegando a tocarle los pechos y a meterle los dedos en la vagina.
En los días posteriores, el procesado trató de buscar la compañía de la perjudicada, mandándole whatsapps y buscando coincidir en el trabajo. Ella evitó responder y quedarse a solas con él y, finalmente, lo denunció.