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Forenses descartan patología psiquiátrica del acusado del crimen de Chapela, que es «impulsivo, inmaduro y desconfiado»

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Los médicos forenses que han comparecido este miércoles en el juicio contra el acusado de matar a su proveedor de cocaína en la parroquia redondelana de Chapela (en enero de 2021) han descartado que el procesado, Manuel M.B. tenga alguna patología psiquiátrica de base, aunque sí tiene diagnosticado un trastorno de personalidad que le hace ser «impulsivo, inmaduro y desconfiado».

Así lo han trasladado durante su declaración ante el tribunal de jurado constituido en la sección quinta de la Audiencia Provincial de Pontevedra, con sede en Vigo, y han explicado que, además de ese trastorno de personalidad (por el que recibía medicación para controlar sus impulsos), también tenía un trastorno por consumo de sustancias tóxicas, cocaína y alcohol.

Las peritos del Imelga han explicado que, en las dos ocasiones en que se entrevistaron con el acusado, éste no presentaba signos psicóticos ni ideas delirantes y que, si bien su personalidad estaba marcada por ese déficit de control de impulsos o por su creencia de que «todo lo que le pasa en la vida es culpa de los otros», su inteligencia está «íntegra» y puede discernir lo que está bien o mal, pese a una posible «leve merma» de su capacidad.

En respuesta a las insistentes preguntas del abogado de la defensa, las dos médicas han aclarado que, aunque los medicamentos que toma se consideran antipsicóticos, este tipo de fármacos se pautan habitualmente para el control de impulsos, y no necesariamente solo para trastornos propiamente psicóticos. De hecho, han señalado que Manuel tuvo un episodio psicótico «asociado» al consumo de drogas en 2010, y «nunca más desde entonces» volvió a tener otro episodio de ese tipo.

Además, han añadido, pocos días antes del crimen (que los investigadores sitúan en el 27 de enero de 2021), Manuel fue a una consulta de psiquiatría del Sergas, donde se reflejó que no había descompensaciones y que estaba siguiendo las pautas de la medicación sin incidencias. En la prisión de A Lama tampoco se detectaron problemas al respecto y, tras unos días de vigilancia en el módulo antisuicidios, fue derivado a un módulo común.

SIN SÍNDROME DE ABSTINENCIA

Una de las forenses mantuvo una primera entrevista breve con el acusado cuando fue detenido, en la que se le extrajeron muestras biológicas y de pelo (cuyos análisis confirmaron el consumo de cocaína prolongado), y en la que constató que «no tenía síndrome de abstinencia» y presentaba un «discurso coherente y ordenado».

Semanas después, en otra entrevista más larga, Manuel se refirió a sus sospechas de que su familia le adulteraba la droga para que consumiera menos, y que, igualmente, la víctima, Roberto C.P., le vendía cocaína de menos calidad que a otros clientes, por lo que «se sentía molesto y perjudicado».

AUTOPSIA

Por otra parte, en la sesion del juicio de este jueves por la mañana también se ha presentado el informe de autopsia, que concluyó que la muerte de Roberto se produjo por asfixia, inducida por dos acciones simultáneas: la compresión del cuello desde atrás y el taponamiento de la boca (y «seguramente» también la nariz).

Los forenses han explicado que el cuerpo de la víctima presentaba lesiones en la nariz (por un golpe o puñetazo, que se la dejó torcida y llena de sangre por dentro), interior de los labios, cuello, brazos y piernas, aunque todas ellas de escasa entidad. Entre las heridas, destacan contusiones dentro de la boca por la presión de los labios contra su prótesis dental que, además, apareció desplazada, así como una herida en la barbilla compatible con un agarrón por detrás.

Según han señalado, la muerte se produjo en poco espacio de tiempo y han apuntado que Roberto tenía ya un problema en la laringe (según se manifestó en el plenario, sufrió un accidente de tráfico grave hace muchos años y tuvo una traqueotomía), de manera que el conducto para la entrada del aire era muy reducido, «poco más que el diámetro de un bolígrafo».

Esta circunstancia fue crucial, ya que la «restringida capacidad de respirar» derivada de ese problema, sumada a que tenía la boca llena de comida (estaba cenando cuando llegó el acusado a su domicilio) y la prótesis dental desplazada, fueron «facilitadores» de una rápida muerte por asfixia.

Por otra parte, los forenses han señalado que las heridas en cuello, brazos y piernas eran muy leves, compatibles con contacto de uñas, lo que denota que la víctima tuvo muy escasa reacción defensiva. Asimismo, de las uñas de Roberto se extrajeron muestras que reflejaron dos perfiles genéticos: el de la propia víctima y el del acusado.

TRASLADO DEL CADÁVER

Estos peritos, al igual que ya hicieron los agentes que participaron en la inspección ocular, confirmaron que la cinta adhesiva con la que se ató y amordazó el cuerpo no presentaba deformidades, lo que, en su opinión, se debe a que Roberto «ya estaba muerto o agonizante, sin capacidad de reacción» cuando se la pusieron.

De hecho, uno de los forenses ha apuntado que, tal y como estaba puesta esa cinta, con las muñecas entrelazadas sobre el abdomen y los tobillos cruzados, «parecía que el objetivo más lógico era trasladar el cadáver y hacerlo desaparecer», incluso con ayuda de algún «otro implicado», una hipótesis descartada por la Policía.

«FUE UNA IMPRUDENCIA»

Este jueves también han comparecido testigos de la Policía Judicial que participaron en el registro y detención de Manuel M.B., así como en su vigilancia y seguimiento para conseguir una prueba de su ADN (se extrajo de unas colillas que tiró y que fueron recogidas por policías de incógnito).

Según estos testimonios, cuando el acusado presenciaba, ya detenido, el registro de su casa, se presentó su madre y preguntó qué había hecho. «Tranquila mamá, fue una imprudencia», afirmó en ese momento, según los agentes, que también han explicado que más tarde, durante el traslado en vehículo policial a Comisaría, Manuel volvió a repetir que había cometido una imprudencia, pero que había dejado vivo a Roberto cuando se fue de su casa.

Uno de los agentes ha referido ante el tribunal que Manuel «se sentía un comprador (de cocaína) de segunda» porque la víctima, su proveedor de droga, no le fiaba. Además, ha añadido, tenía el convencimiento de que Roberto le suministraba cocaína de peor calidad que a otros clientes.

Finalmente, los policías han explicado que, tras la detención, Manuel les indicó que había tirado las llaves y el móvil de la víctima en un río, pero la búsqueda fue infructuosa. Solo después de varios meses, el acusado accedió a desvelar el paradero de esos objetos, que estaban ocultos en una zona de monte cercana a su casa.

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