Médicos Sin fronteras (MSF) ha recogido numerosos testimonios del personal sociosanitario de residencias de mayores, directivos y trabajadores de las diferentes administraciones competentes, en el marco del apoyo que la ONG ha prestado a cerca de 500 centros de mayores –tres de ellos en Galicia– durante las primeras semanas de la pandemia del coronavirus, con los que denuncia el «desamparo inaceptable» de los mayores.
Según figura en el informe, en marzo y mayo, la organización dio apoyo al personal de casi 500 centros durante las fases más agudas de la epidemia, en ámbitos como prevención y control de la infección, diseño de protocolos de sectorización o el uso de equipos de protección individual (EPI). Avisa de la urgente necesidad de medidas y planes de contingencia que aseguren la alerta temprana y la respuesta inmediata en el control de la infección.
En el caso de Galicia, hubo tres residencias a las que se dio apoyo mediante llamadas telefónicas o consultas rápidas solicitadas por los centros.
La ONG Médicos Sin fronteras (MSF) ha alertado de la necesidad de medidas urgentes en las residencias de mayores para asegurar el control de la infección y evitar que la COVID-19 provoque otra vez el alto número de muertes en estos centros.
La organización ha recordado que estima que las personas mayores fallecidas en estos centros (27.359 entre el 6 de abril y el 20 de junio, según el Ministerio de Sanidad) representan el 69% de las personas fallecidas por COVID-19 en toda España.
Según el informe ‘Poco, tarde y mal. El inaceptable desamparo de los mayores en las residencias durante la COVID-19 en España’ el elevado número de residentes fallecidos revela una «desatención» a los mayores debido a graves problemas tanto del modelo de gestión de residencias, como de coordinación entre las diferentes administraciones competentes y empresas gestoras, principalmente en «lo referente a la asistencia sanitaria y cuidados dignos que se deben brindar en coordinación con los centros de atención primaria y los hospitales».
Para MSF, el «inaceptable desamparo» de los mayores en las residencias durante la COVID-19 en España indica que estos centros mostraron un déficit estructural de recursos y de supervisión sanitaria, y ningún plan de contingencia. «Esta combinación hizo inviable responder a la epidemia. Al ser, residencias no disponían de recursos sanitarios y asistenciales, lo que tuvo un impacto directo en la salud de los residentes», ha indicado Ximena Di Lollo, responsable de la respuesta en residencias de MSF.
Durante su intervención, MSF constató que no se priorizaron las derivaciones hospitalarias ni los circuitos preferentes, ni otros recursos disponibles, para que las personas enfermas fueran trasladadas a otros centros u hospitales. Y las residencias, lugares para la convivencia y el cuidado y no para el tratamiento medicalizado, se vieron obligadas a dar unos cuidados para los que, a pesar de su buena voluntad, no estaban preparadas.
«Las residencias y sus trabajadores carecen de recursos, infraestructura, formación o responsabilidad para la atención médica y tampoco hubo una respuesta inmediata, adecuada y orientada a salvar vidas, y coordinada con los servicios asistenciales y de salud», explica.
TESTIMONIOS
Entre los citados testimonios destaca el de Andrés, jefe de Bomberos encargado de dirigir labores de desinfección y apoyo a la zonificación en colaboración con MSF.
«Respiraban un poco –los gerentes de los centros– cuando les decías que la desinfección profunda de paredes, de suelos, de armarios, de camas, la íbamos a hacer nosotros, porque no veían cómo podían dedicarse a esto con tanto personal de baja y tantas cosas por hacer en momentos tan críticos», indica.
Según detalla Andrés a MSF, las gerencias de los centros tenían «miedo» a mover a las personas para crear zonas limpias y sucias en la residencia.
«Preferían muchas veces que los mayores, mientras no hubiese resultados fiables de las pruebas, quedasen encerrados en sus habitaciones, en lugar de reagruparlos en zonas, por miedo a perder el control y que todo el edificio se viese así contaminado», comenta.
«El resultado era espantoso», afirma Andrés, que lo recuerda como «una sucesión de puertas cerradas, en ocasiones con llave, y personas golpeando y suplicando por salir». «Un horror», añade.
Alba, directora de una residencia en Castilla y León, habla de «recomendaciones y protocolos que se contradicen». «Es una confusión total y mientras tanto los residentes van cayendo enfermos y alguien tiene que atenderlos», enfatiza.
«Nos estamos ocupando de atenciones médicas que no hemos hecho antes y aquí no viene nadie a ayudar. Hacemos los que podemos, pero aquí tiene que venir alguien que sepa de qué va todo esto», explica Alba.
DENEGACIÓN DE DERIVACIONES
En relación con la denegación de derivaciones a los servicios hospitalarios, Alejandro, enfermero en una de estas residencias, explica que en un momento dado se intentó derivar a dos residentes para los que ya no tenían medios, pero desde el hospital les confirmaron que no los admitirían.
«Me consta que nuestro médico insistió en la urgencia de esas derivaciones, pero le dejaron claro que de las residencias no se estaban haciendo ingresos. Sin más, no importaban los motivos para pedir la derivación. Los dos pacientes se murieron aquí en el plazo de dos días y, francamente, no tenía por qué haber sido así. Los dos eran recuperables», sentencia el enfermero.
Por su parte, Magdalena, responsable de una pequeña residencia rural y enfermera, explicó lo siguiente al equipo de MSF: «Llevo dos días empalmando turno, porque no hay nadie más que pueda atender a los residentes que no me dejan enviar al hospital, y ya no puedo más».
«Ayer se murió uno y esta noche se morirá otro si no me quedo, pero tengo que descansar para poder seguir gestionando todo esto: la mitad de la plantilla está de baja, los familiares llaman sin descanso y hay un montón de protocolos por implementar», relataba.
Magdalena traslada a la ONG la dificultad para contratar personal sanitario. «Nadie quiere venir a trabajar a un sitio tan apartado», afirmaba, al tiempo que añadía: «En el hospital han montado un ‘equipo COVID’ para las residencias, pero son tres personas y por aquí no han pasado».
Tampoco creía que fueran a hacer «gran cosa». «Imagino que, como en esta residencia, se van a encontrar muchos casos y no van a prescribir derivaciones, pero al menos me podrían guiar con los tratamientos y procedimientos», decía la responsable del centro.
«Me quedaré esta noche, cómo no, y las que hagan falta. Al fin y al cabo, soy enfermera, esto es vocacional, y más aún cuando trabajas con gente mayor. Pero aquí sola no puedo hacer mucho. Aunque me quede, se seguirán muriendo», concluía.
Luisa, trabajadora social de una residencia que los equipos de MSF visitaron hasta cuatro veces dada la alta mortalidad, respondía a la pregunta de derivaciones hospitalarias: «Llamabas al hospital de referencia y te decían: ‘Lo siento, hoy solo podemos admitir a una persona de residencias, elijan ustedes’. Aun así, la ambulancia no venía a recogerla y fallecían en las pocas horas o días».
Natalia dirige una pequeña residencia privada y rompe a llorar con una de sus experiencias. «Un día llegó el equipo de cuidados paliativos que enviaban desde sanidad y le pusieron la primera inyección de sedación a una de las residentes que estaba muy grave y no habíamos podido referir al hospital. Antes de irse, dejaron otras dos».
«A mí nadie me ha preparado para una situación como esa y mucho menos para que sea yo quien lo haga. Nunca le puse las inyecciones y el caso es que Ana se acabó recuperando y todavía la tenemos aquí con nosotros», revela.