La auxiliar de enfermería con raíces en Becerreá (Lugo) que sobrevivió al ébola en 2014, Teresa Romero, ha cargado contra quienes «niegan» la pandemia del coronavirus y les ha invitado a pasarse por el hospital donde sigue trabajando, en el Carlos III de Madrid, para conocer de primera mano como la covid y «luego salgan sin mascarilla a reivindicar que no hay tal virus».
Romero, que pasó por el duro trago de contagiarse de ébola en 2014 y cuyo perro fue sacrificado por este motivo –lo que originó tensos debates parlamentarios en aquel momento, asegura que está «bien» y que, de momento, se ha librado de este virus.
Con todo, ha afirmado que lo que más le choca de la pandemia es que «haya gente que lo niegue». «No sé como pueden hacerlo», ha clamado, antes de invitar: «que se vengan aquí al hospital, que se den una vuelta y lo comprueben por ellos mismos y luego salgan a la calle sin mascarilla a reivindicar que no hay tal virus».
La auxiliar de enfermería participa de la idea de que «hay que confiar en la ciencia y en la medicina para salir de esta crisis (sanitaria)». «Hay que confiar en que saquen alguna vacuna. Sí que es cierto que se ponen muchas expectativas en el tema de la vacuna y ahora mismo la única solución que se vislumbra es la ciencia y la medicina. Hay que tener confianza en ellos», ha aseverado.
AUMENTO DE LA PRESIÓN ASISTENCIAL
Ella sigue en el «mismo» hospital donde ya trabajaba cuando se contagió de ébola, en el Carlos III. En este sentido, ha percibido una alta «presión asistencial» en dicho centro.
«La presión asistencial está siendo la de estos días, desde septiembre tenemos el hospital con coronavirus. Hemos estado un tiempo sin coronavirus, pero ahora estamos otra vez con él», ha señalado, para añadir, a renglón seguido, que la pandemia la mantiene «en vilo» y apelar a la «precaución» para combatirla.
Teresa Romero, que confiesa que echa de menos ir a Becerreá, ya que ahora no puede salir de Madrid, ha reconocido «algunas» secuelas como consecuencia del ébola. «Sí que pueden quedar algunos fantasmas, pero es normal, después de seis años quedan cosas que se recuerdan. No se reviven ya tanto como al principio, pero sí pueden quedar», ha reconocido.
La auxiliar de enfermería incidió en que todo este tiempo «no» ha dejado de ir a Becerreá, aunque bromea con que «ahora no podemos ir», por las medidas de restricción en la capital y la comunidad de Madrid.