La Real Academia Galega (RAG) dedica este año el Día das Letras Galegas a las cantareiras, a la poesía popular gallega; al «eslabón» que une tradición y modernidad del pueblo gallego.
Una candidatura coral, explican las voces consultadas para este reportaje, nacida de la sociedad gallega y que supone reconocer la labor, «a menudo anónima e invisible», de cientos de mujeres que durante décadas se han afanado en transmitir el folclore gallego.
La académica Ana Boullón, una de las responsables de impulsar la candidatura, reivindica la pertinencia de reconocer su papel en la transmisión de la cultura gallega. «Es una cuestión de justicia».
Sacarlas de la clandestinidad no ha sido fácil. «Una de las características de la poesía popular es el anonimato. Estas mujeres no eran conocidas más allá de los límites de sus aldeas porque no tenían ninguna pretensión», explica.
Para llegar a personificar el reconocimiento, los responsables de la iniciativa se han servido del ‘Cancioneiro popular galego’, un trabajo de investigación realizado por la musicóloga suiza Dorothé Schubart y el lingüista Antón Santamarina entre 1978 y 1983 que acabó convirtiéndose en la más amplia recopilación de cantares populares gallegos.
Adolfina y Rosa Casás Rama, de Cerceda, Eva Castiñeira Santos, de Muxía, y Manuela Lema, Teresa García Prieto e Prudencia e Asunción Garrido Ameixenda, integrantes estas cuatro de las Pandeireteiras de Mens (Malpica) fueron informantes de esta investigación, junto con otras 592 cantareiras.
CANCIONEIRO POPULAR GALEGO
Schubart, rememora Santamarina para Europa Press, recorrió durante años la geografía gallega — casi siempre en autobús y algunas veces acompañada por colegas que la acercaban a las parroquias que quería visitar en sus coches particulares — para recabar cantigas que el filólogo le ayudaba a transcribir.
«Fueron 82 ayuntamientos, 190 parroquias y 239 lugares que dieron lugar a siete volúmenes con 10 tomos y 2.940 páginas de cultura tradicional», relata. Un trabajo que no concluyó con la publicación del cancionero, sino que se extendió durante casi 17 años con diferentes aportaciones.
Esto hace que, reconoce Santamarina, no haya un cancionero hispánico de este calibre. Presenta además otra característica que lo hace singular: las grabaciones.
Tal y como explica el filólogo, las iniciativas anteriores que habían visto la luz — a principios de siglo y durante la república, entre otras — no contaban con grabaciones de audio. Este sí permite consultar la partitura, la letra y escuchar el audio del informante. Esto hace que muchas artistas actuales lo revisen y lo utilicen como inspiración para sus propias obras, según apunta.
Una de las casas que visitó Schubart fue la de Adolfina y Rosa Casás, en Cerceda. «En el momento no le dieron importancia. De hecho, les hacía gracia que algo tan ‘pedestre’ pudiera interesarle a alguien ‘preparado’ como Dorothé», rememora Richi Casás, nieto y sobrino nieto de las cantareiras.
En aquel momento, Richi tenía tres años y no lo recuerda vívamente, pero sí reconoce que es algo que, con el paso del tiempo, se fue hablando más y más en su casa. «Lo apreciaron años después, cuando se dieron cuenta de que el cancionero era la única fuente de transmisión de este conocimiento y que ellas estaban ahí», señala.
Esa aceptación fue paulatina y a ella ayudaron grupos como Fuxan os Ventos o Leilía. «Cuando empezaron a ver en la televisión a grupos, a otras pandereteiras, que hacían lo que ellas hacían en la aldea, ahí empezaron a darse cuenta y se enorgullecieron. Desvelaron esa faceta oculta de las abuelas», bromea Richi.
«PENSABAN QUE SERÍAN LA ÚLTIMA GENERACIÓN»
A este orgullo contribuyó también que él mismo siguiese la tradición familiar. «Yo tocaba jazz y empecé a tocar y cantar música popular. Para ellas fue como si un árbol que ya estaba seco empezase a ‘reverdecer’. Era algo que ya no esperaban que sucediese. Pensaban que serían la última generación», comenta.
Preguntado por cómo recibirían ellas este homenaje, reconoce que con «sorpresa y alegría» y, sobre todo, «muy extrañadas». «El canto era para ellas algo cotidiano, una manifestación más de la cultura. Estaba en su ser», explica.
La familia sí agradece el reconocimiento, que acogen con «mucha ilusión», como un «honor y una responsabilidad» por lo que significa ser acreditado por transmitir cultura. «El homenaje es muy importante. Cuando la Real Academia pone el foco en ellas, todo el pueblo lo hace», destaca Richi Casás.
En esta misma línea se expresa Santamarina. «Aún siendo muchas de ellas analfabetas, fueron las grandes trasmisoras de la música popular y, con ello, de la cultura. Es oportuno recordar que la lírica popular es un capítulo importante de nuestra cultura y nuestra historia. Es un acierto», defiende.
Por su parte, Ana Boullón pone el foco en el origen de la candidatura. «Realmente salió de la sociedad gallega. Y en la Academia somos sensibles al sentir de gente», afirma, recordando que el término ‘cantareira’ fue escogido como ‘Palabra do Ano’ de 2024 mediante una votación popular.
Coinciden todos en reconocer lo que califican de ‘rexurdimento’ del folclore gallego que Boullón pide dignificar. «El folclore muchas veces se ve como algo despectivo, pero realmente se refiere a las tradiciones y manifestaciones artísticas de un pueblo, que no debe ser contemplado de forma arqueológica. En su esencia está evolucionar y cambiar».
NORMALIZACIÓN DEL GALLEGO
Prueba de esto, explica, es que la función primera de las cantigas, acompañar durante las actividades agrícolas, desapareció, así como su escenario principal, las aldeas. Ahora los entornos urbanos son el foco principal de su desarrollo, que continúa ligada a la vertiente más lúdica con las foliadas.
Lo que no ha cambiado, continúa, es su poder para contribuir a la normalización del gallego. «Muchos jóvenes tienen su primer contacto con la lengua fuera de las aulas gracias a clases de canto o baile popular. Ven que el gallego no es solo algo del aula, sino que está imbricado en la sociedad», afirma.
«Dorothé decía que la clave estaba en popularizar la música, que el público no fuese pasivo, que la gente participase. Echaba en falta esa parte y que, por ejemplo, se enseñase en conservatorios, como sí se hace ahora», apostilla Santamarina.
De este boom participan también las nuevas generaciones de cantareiras, herederas de las homenajeadas y personificadas en grupos como Tanxugueiras, Fillas de Cassandra y De Ninghures, entre otros.
«Confío en la potencia y la vitalidad de la música tradicional. A ver qué pasa en los próximos años», destaca Casás, que incide en que la música que exporta ahora mismo Galicia es toda de raíz, tradicional. A esto se suma Santamarina, que habla de un rexurdimento que «traspasa fronteras».
EL PAPEL DE LAS INSTITUCIONES
Preguntados por el papel de las instituciones y entes públicos en la conservación del arte, no consideran que sea «clave» aunque, por supuesto, «ayudaría».
«Sí podrían actuar. Se estudia ahora la declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) de la música y el baile tradicional, pero eso necesita además una aportación económica», solicita.
Para Richi Casás juega un papel fundamental el estudio y la dignificación de las cantigas. «Necesitamos un archivo centralizado», pide. Algo de lo que podría encargarse un hipotético Instituto del Folclore, entidad que coinciden en reclamar las voces consultadas.
«Siempre puede haber más respaldo, claro. Por ejemplo, los grandes festivales podrían programar más música popular gallega en sus carteles. Pero bueno, el reconocimiento social es el importante. Y ese lo tenemos», concluye Antón Santamarina.