Evocador, «casi onírico» y cargado de significado, así es el nuevo espacio funerario con el que cuenta la Catedral de Santiago de Compostela, destinado a ser el futuro lugar de descanso eterno de los arzobispos de la ciudad y que ha sido diseñado por el célebre arquitecto portugués Álvaro Siza, que ha trabajado para su proyecto con la luz y el contraste entre el mármol blanco y el granito.
Se ubica en un pequeño espacio sin uso anexo a la Capilla de la Comunión, esto es, con conexión directa con la nave central de la Catedral. En él, se ubica un túmulo funerario con tres nichos diseñado en mármol blanco de Estremoz, que sobrecoge por sus líneas simples e imponentes. Un pequeño altar, con una cruz de plata minimalista realizada por un orfebre compostelano y un par de bancos completan la estancia.
La sala en la que se ubica nunca fue finalizada para su uso como capilla, según ha explicado Daniel Lorenzo, director de la Fundación Catedral, durante la presentación de la intervención. De hecho, fue cerrada, seguramente con la intención de que no entrase humedad en las salas anexas y, probablemente, empleada como almacén.
Sin embargo, en la búsqueda de un espacio donde ubicar nuevos nichos funerarios para los arzobispos compostelanos, la Catedral optó por este lugar, así como por la reconocida figura de Álvaro Siza para ejecutarla.
El resultado, en palabras de Daniel Lorenzo, es «una estructura tan evocadora que sola, sin más adorno, permite percibir ese sentimiento de que se está ante algo sacro», ha contado, para añadir que considera que se trata de una «obra maestra».
Por su parte, Álvaro Siza ha calificado esta oportunidad como «un sueño» y, tras elogiar la «deslumbrante restauración» de la que ha sido objeto la Catedral, ha destacado la inspiración que subyace a su diseño, amparada en el fuerte contraste entre el mármol blanco y el granito oscuro de la Catedral, así como entre los elementos más minimalistas del diseño del mobiliario y de la cruz con los siglos de historia de la basílica compostelana.
Son, en total, más de cuatro toneladas de planchas de mármol blanco engarzadas sin utilizar elementos externos, iluminadas durante el día por una pequeña ventana y dos lucernarios y, cuando no hay luz, por lámparas que semejan velas encendidas.