Un estudio en el que ha participado personal investigador de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y del Instituto Español de Oceanografía (IEO, CSIC) ha documentado la presencia y el origen de diversos contaminantes en los suelos de las colonias de pingüinos que ellos mismos difunden.
Tal y como ha trasladado la USC en una nota de prensa, los resultados del estudio, elaborado a partir de colonias de las islas Livingston y Decepción, mostraron un «enriquecimiento significativo» en nutrientes, metales como el cobre y zinc y compuestos orgánicos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs).
El equipo científico ha concluido que estas aves actúan como vectores biológicos capaces de transferir contaminantes. Y es que, en algunos puntos los niveles de estos materiales «superaron los valores de referencia internacionales».
Según la investigadora del Centro Oceanográfico de Vigo do IEO-CSIC y primera autora del trabajo, Begoña Pérez, aunque los suelos parecen soportarlos sin efectos inmediatos, «de filtrarse hacia riachuelos o aguas costeras, podrían afectar a organismos acuáticos extremadamente sensibles, como el placton, base de la cadena alimentaria marina».
En este contexto, han identificado múltiples orígenes de estos contaminantes: la propia actividad biológica de las aves, la influencia de la actividad volcánica en la Isla Decepción y, en menor medida, la actividad humana vinculada a bases científicas y turismo.
«Los pingüinos son esenciales para el equilibrio de la vida en la Antártida, pero también se pueden convertir en una fuente natural de contaminación en un ambiente extremadamente frágil», ha señalado el catedrático de la USC y coordinador del estudio X.L. Otero.
Con todo, aunque las concentraciones no alcanza niveles de alarma y son entre 50 y 1000 veces inferiores a las que generan efectos tóxicos en los organismos marinos, «la investigación rompe con la idea de que la idea de que la Antártida es un entorno inalterado», la concluido Begoña Pérez.