Un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de Santiago (USC) y del Instituto de Investigaciones Sanitarias ha concluido que entre un tercio y la mitad de los contagios registrados en el mundo a causa del COVID-19 están relacionados con los llamados ‘supercontagiadores’.
Estos investigadores, liderados por el profesor Antonio Salas Ellacuriaga y por el jefe del servicio de Pediatría del CHUS, Federico Martinón, han revelado las primeras pruebas y la importancia de esa figura de los ‘supercontagiadores’, y para ello han analizado casi 5.000 genomas del coronavirus lo que, en términos del código genético del virus, supone unos 150 millones de letras.
La principal complicación del trabajo no ha sido la cantidad de información con la que han tenido que lidiar, ya que este grupo acostumbra a manejar este volumen de datos que requieren un gran esfuerzo bioinformático, sino que el problema computacional ha venido de la mano de otros análisis más propios de la genética evolutiva y para los que se necesitan días para obtener resultados que luego hay que digerir e interpretar.
Además de la comprobación del nuevo dato sobre la existencia de un agente ‘supercontagiador’, el estudio realizado lleva aparejadas otras consideraciones relacionadas con la fecha probable del inicio de esta epidemia, la más importante del siglo, así como su posible origen que los investigadores sitúan en el mundo animal.
Según el doctor Salas, «este es un paso fundamental para entender el proceso de dispersión del virus» y será «de gran utilidad para tratar de prever y prevenir futuros brotes y pandemias, ya sea de coronavirus u otros patógenos con potencial igualmente letal o incluso superior».
CONTEXTO ESPAÑOL
Este profesor ha añadido que «el escenario en España es un tanto particular en el contexto del continente», ya que en nuestro país «entraron las primeras cepas del virus que afectaron a casi toda Europa», pero a mayores, recibió una cepa asiática «que apenas entró en ningún otro país europeo»: «un ‘supercontagiador’ perteneciente al linaje B3a».
«Teníamos claro que para entender lo que estaba ocurriendo en esta pandemia primero debíamos hacer una reconstrucción adecuada del proceso evolutivo que dio lugar al virus y sus distintas versiones actuales; un árbol filogenético que relaciona todos los genomas de una manera precisa y que es el pilar fundamental sobre el que bascula casi todo lo demás», ha explicado el docente de la Facultad de Medicina de la USC.
Según los autores, esta sería la primera vez que se utilizan los principios de máxima parsimonia para identificar las mutaciones concretas que dieron lugar a las distintas cepas del virus, y lo han logrado aprovechando su experiencia en el campo de la evolución genómica.
Federico Martinón, por su parte, ha aludido al trabajo realizado, con tanta información y en tan poco tiempo. «Es la naturaleza multidisciplinar de nuestro grupo y nuestra formación en el ámbito de la infectómica lo que nos ha permitido enfrentarnos a un proyecto de estas dimensiones», ha subrayado.
PRUEBAS DE LAS EXISTENCIA DEL ‘SUPERCONTAGIADOR’
Además del trabajo taxonómico realizado con los genomas del coronavirus, el hallazgo más sorprendente y novedoso de este estudio es demostrar la existencia y el impacto en la pandemia de personas con alta sensibilidad para transmitir el virus COVID-19, los ‘supercontagiadores’.
Hasta el momento, esta figura «se había discutido en los medios y desde un punto de vista epidemiológico» sin otras evidencias, si bien ahora los investigadores han conseguido revelar pruebas de su existencia. En algunos casos han dado lugar a lo que los genetistas denominan técnicamente como ‘efectos fundadores locales’, que se han traducido en brotes epidémicos locales o nacionales.
ORIGEN EN NOVIEMBRE DE 2019
El estudio adelantado este jueves a la comunidad científica pone de manifiesto, «usando simulaciones teóricas que se alimentan de la variabilidad genómica observada en el coronavirus», que el origen evolutivo más reciente de todas las cepas actuales se sitúa «no antes de noviembre de 2019».
Además, en base a los datos recogidos y analizados, el equipo formado por Antonio Salas y Federico Martinón sugiere la posibilidad de que en la primera onda epidémica asiática pudieron existir muchos más casos que los reportados por las autoridades sanitarias.