Ruth Conde regresó a Galicia desde Gaza hace una semana, un periodo que, apunta ante los medios de comunicación, se marcó como plazo para digerir primero y trasladar después la muy difícil situación que se vive en este territorio, con una emergencia humanitaria que, asegura, es mayor que cualquiera de las que ha enfrentado en sus 12 años de experiencia como enfermera de misiones de Médicos sin Fronteras.
Como profesional, Ruth Conde compagina su trabajo como enfermera pediátrica en el Hospital Clínico de Santiago con las misiones humanitarias de MSF. Ha estado en otros conflictos y regiones de emergencia, principalmente en Áfica, pero también en Yemen, Venezuela y Ucrania, ninguno, asegura, con un nivel de necesidades e «impotencia» similar al de Gaza. «Hacemos todo lo que podemos, lo mejor que podemos, con lo que tenemos, siendo conscientes de que es absolutamente insuficiente», lamenta.
En el sur de Gaza, durante cuatro semanas y media de actividad ininterrumpida sobre el terreno, ha estado acompañada de un equipo «senior», esto es, con experiencia en otros conflictos. Todos, apunta, coinciden en señalar que la situación de la población es la peor que se han encontrado en su papel como cooperantes humanitarios: «nunca nos hemos enfrentado a una situación de esta magnitud».
Su relato está protagonizado por una población desplazada y hacinada en las ciudades del sur, con acceso a muy pocos recursos sanitarios que, además, no reciben apenas medicinas y medios externos. Sin agua, con comida que no llega y con la amenaza de la guerra «las 24 horas», el trabajo se hace «con una planificación de seis horas», dado que no se puede saber con certeza lo que pasará más allá.
POBLACIÓN HACINADA Y SIN RECURSOS
En el área de Rafah, donde ha desempeñado su actividad, malviven actualmente más de millón y medio de personas, en una urbe en la que habitualmente no sobrepasaban las 200.000. Como consecuencia, apunta, todos los indicadores están sobrepasados y no existe capacidad para proporcionar agua, comida o asistencia sanitaria a esa gran cantidad de personas, sobre todo teniendo en cuenta que la ayuda humanitaria que se permite entrar en el territorio es «irrisoria» y «arbitraria».
Una las labores que Conde ha realizado sobre el terreno ha sido la de tratar de mejorar la situación de las mujeres embarazadas y recién nacidos de Gaza. «Se dice que hay 50.000 mujeres embarazadas en Gaza que no tienen donde dar a luz de una forma segura», ha apuntado, indicando que el único hospital del sur con capacidad para atender partos ha pasado de 15 al día a entre 70 y 80, 20 de ellos cesáreas, que se tienen que asistir sin acceso a anestesia o fármacos para evitar infecciones.
«Hemos visto mujeres que han dado a luz y que son dadas de alta después de la primera hora tras un parto normal y tres o cuatro horas depués de haberse realizado una cesárea», ha trasladado Ruth Conde, que ha hablado también de mujeres que tienen que dar a luz en campos de refugiados y letrinas por no poder ser admitidas en centros sanitarios.
Para ellas, Médicos Sin Fronteras desarrollaron en el terreno, en un centro de salud local, una sala para permitir que esas mujeres quedasen en observación, al menos, 24 horas. También para prestar asistencia a sus recién nacidos, cuya mortalidad se ha incrementado sustancialmente. Del mismo modo, atienden a pacientes comunes y crónicos, cuya mortalidad también crece asociada a la falta de suministros y medicinas por la guerra.
La capacidad quirúrgica, alerta Ruth Conde, es «prácticamente nula» en la región, ya que «no se reciben suministros» y el material, hasta las gasas, debe reutilizarse, por lo que el nivel de infecciones post quirúrgicas es muy elevado.
En su centro de salud, «muy pequeñito», ha dicho, se hacían unas 600 curas a la semana, la mitad de ellas por lesiones de guerra, y un promedio de 600 a 650 consultas atención primaria cada día. Esto, con un equipo de 45 personas, apunta Ruth Conde.
A pesar de los equipos de Médicos sin Fronteras que consiguen entrar, las necesidades son inmensamente mayores: «Aunque hubiéramos entrado 100 equipos como el nuestro, seríamos una gota en un océano de necesidades como el que hemos visto en Gaza».
«Una organización tan grande como la nuestra y no somos capaces de ofertar algo que cubra esa necesidad», ha añadido la enfermera, que recuerda que existen limitaciones para entrar personas a Gaza, material, medicinas o ayuda humanitaria, lo que aumenta la «desesperanza»: «Sentimos que estamos fallando».
DESNUTRICIÓN Y EPIDEMIAS
Con una capacidad «muy limitada» de actuación, cada día en Gaza «es peor», señala Ruth Conde, que incide en que el contexto «cambia de un momento a otro». Uno de los centros de salud que ayudó a montar, apunta, solo pudo operar durante 4 días hasta la orden de evacuación.
Además, la enfermera gallega lamenta que se esté trasladando el mensaje de que «el norte está vacío», cuando allí «siguen viviendo cientos de miles de personas» que tienen «aún más necesidades, porque es imposible enviar ayuda al norte».
Aunque ya el 85% de la población de Gaza precisaba de la ayuda humanitaria antes de la guerra, Ruth Conde señala que en esta área «no existía la desnutrición», por lo que los profesionales sanitarios del terreno «no saben manejar un caso clínico de desnutrición». «Estamos empezando a ver casos y esto es solo la punta del iceberg, esto va a ir aumentando de forma exponencial si este bloqueo no termina y no hay un alto el fuego inmediato y duradero», ha clamado.
Del mismo modo, la enfermera gallega ha señalado que ya se están viendo casos de Hepatitis A, derivados de los problemas de acceso a agua potable, higiene y saneamiento y advierte de que «lo siguiente será la Hepatitis E y después el cólera». «Puede haber una epidemia, un brote», alerta, indicando, además, que los 20.000 niños nacidos durante el conflicto «no han sido vacunados», lo que los hace más vulnerables a dolencias como tosferina o varicela.
SITUACIÓN SOCIAL
Más allá de las dificultades sanitarias de la población, la cooperante llama la atención también sobre la «situación de desesperación» que vive la población gazatí, sin acceso a agua y alimentos, hacinados y cercados por el conflicto.
«Lo que nos rodea es una población desesperada y, cuando estamos desesperados, actuamos de manera irracional», ha dicho Ruth Conde, que recuerda que incluso para la población desplazada desde otras regiones al sur «no hay una zona segura en Gaza» y hay un total «bloqueo» de comunicaciones y fronteras.
Los ciudadanos, recuerda, «en su gran mayoría lo han perdido todo: su casa, su trabajo, su familia, toda su red de protección. Y cuando lo has perdido todo, no tienes nada más que perder», recuerda.
Aunque dice que no es plato de buen gusto el trasladar sus vivencias públicamente, Ruth Conde apunta al «sentido de responsabilidad de dar visibilidad» a lo que ocurre en Gaza. En su encuentro con los medios, su discurso, sereno y emocionado, se quiebra con los recuerdos de lo vivido. Al concluir, reconoce que una semana no ha sido suficiente para digerirlo, pero, advierte, se necesitan «testigos de lo que la gente está viviendo cada día».