«Se rumoreaba que se iba a decretar el estado de alarma y dos días antes fui a tomar fotos de los petroglifos de Pedra Grande de Montecelo», había decidido el arqueólogo aficionado Antonio Costa sobre lo que sería su principal ocupación durante el confinamiento por la pandemia del virus Covid-19. Desde entonces, se ha dedicado a digitalizar con la técnica de la fotogrametría 3D los principales grabados de los parques arqueológicos de A Caeira, en Poio, y de Mogor, en Marín, ampliando con nuevos hallazgos la información que se conocía sobre estos yacimientos rupestres.
En el caso de A Caeira, el panel rupestre de Laxe das Lebres ya suma casi 60 figuras representadas con respecto a las «42 o 43 que había registradas, que es una variación muy sustancial», ha destacado. «Nada más empezar el proceso en la Pedra Grande de Montecelo, ya he detectado varias espirales», añade sobre este otro conjunto arqueológico. Para el primero había realizado casi un millar de fotografías, mientras que el otro ha necesitado al menos 1.140 imágenes.
«Son macrofotos hechas, palmo a palmo, a unos 20 centímetros de la superficie de la roca porque, desde más distancia los detalles serían imperceptibles», ha explicado sobre lo «exhaustivo» de esta labor, argumentando que trabaja «con una profundidad de surco que no llega al medio milímetro».
Su interés por esta materia es «simple curiosidad y afán de conocimiento», aprovechando todas las ventajas que permite el avance de la tecnología con respecto a sus inicios, en la década de 1970, como corresponsal en la comarca de O Morrazo del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento y colaborador del Museo de Pontevedra.
CRÍTICA
Pero con sus descubrimientos también dirige una «crítica feroz a algunas empresas que se dedican a montar parques temáticos» en lugares de interés arqueológico. «Disponen de unos medios impensables hace unos cuantos años», ha reprochado sobre la falta de rigor en los trabajos de musealización realizados en A Caeira, Mogor y Tourón, este último en Ponte Caldelas.
En el estudio de los petroglifos de A Caeira, tras la última revisión por parte de la empresa hace aproximadamente una década, que se supone que iba a ser la más completa, mi sorpresa es que muchos de los trazos que había recogido Antonio de la Peña «ni siquiera los señalan», ha precisado, citando el calco primigenio realizado a finales de los 70 por el conservador del Museo de Pontevedra, «sin ningún método moderno, solo con un trozo de plástico y mucho oficio».
«Saben que nadie les va a reprochar nada, que los visitantes de los yacimientos se van a creer lo que ven plasmado en el panel informativo y no debería ser así», ha cuestionado Costa sobre la fiabilidad de ciertas acciones de puesta en valor del patrimonio.
Así, ha asegurado que en la musealización de los petroglifos de Tourón «también hay diferencias abismales» y ha denunciado que en Mogor el personal del Centro de Interpretación «hace caso omiso» de sus hallazgos publicados sobre estos grabados. «Se conoce que hay representado un ciervo y, precisamente, aprovechando esta cuarentena forzosa, ya voy por el cuarto», ha precisado sobre el resultado de otro de sus recientes trabajos de fotogrametría de muy alta resolución.
En este sentido, Antonio Costa ha afirmado que descubrir representaciones inéditas «puede hacer cambiar completamente la visión» que se tenía de un conjunto rupestre. Como ejemplo, ha citado «las dos escenas de monta recogidas tradicionalmente en Laxe das Lebres, de las cuales, una de ellas no lo es, claramente». Sus dudas iniciales sobre la presencia de un jinete las ha confirmado con esta nueva digitalización, asegurando que se trata de «una superposición de dos figuras, una sobre otra».
En este mismo panel rupestre, Costa sostiene que la figura elegida como logotipo del Área Arqueológica de A Caeira, con dos zoomorfos unidos por las patas «como en un espejo, se había interpretado como una escena de apareamiento entre ciervos, de los cuales uno sí lo es porque tiene cornamenta, pero el otro es imposible que sea una hembra porque también tiene cuernos», ha justificado; «un error que se ha repetido en la bibliografía hasta hoy», ha añadido.
Según este experto, se trata de «animales distintos», apelando a la posible presencia de bóvidos o cápridos similares a la interpretación que el propio Costa ha realizado sobre el yacimiento arqueológico de Laxe do Cuco, en Cerdedo-Cotobade.
AMOR A LA TIERRA
«Hago estas cosas única y exclusivamente por amor a la tierra», ha señalado Antonio Costa sobre el motivo que le impulsa a haber digitalizado ya un centenar de grabados en los últimos cuatro años. «No importa que la mayoría de la gente no los aprecie, yo sé el valor que tienen», ha añadido.
«Afortunadamente cada vez somos más los interesados en el arte rupestre y todos los que nos sentimos muy involucrados en su catalogación y protección compartimos el mismo malestar hacia la Administración», ha señalado sobre «la cantidad de destrozos patrimoniales que se producen cada día».
«El creciente interés por parte de mucha gente es inversamente proporcional al interés del Gobierno gallego por preservar y dar a conocer todo este patrimonio, y cuantos más petroglifos sabemos que existen, más desinterés por parte de la Xunta incluso en catalogarlos», ha asegurado quien hace dos años notificó la existencia de los nuevos grabados de A Tomada en San Xián de Marín y A Cachada en Poio, «sin que aún hoy se hayan dado por enterados».
Así, la digitalización de grabados viene a actuar como garantía de registro documental para un patrimonio en peligro de desaparecer por la erosión y la degradación, que «son más fuertes en los últimos 50 años que en los 3.000 anteriores». Entre estos casos, en Marín, el grabado de Pedrouzos 1 descubierto por Costa en 1980 permitía apreciar entonces a simple vista media docena de representaciones de armas, que resultaron ser casi una veintena tras el proceso de fotogrametría, convirtiendo esta roca en «la segunda de Galicia» de esta tipología, tras Auga da Laxe, en Gondomar.
«Cuarenta años después los surcos son prácticamente invisibles», ha lamentado Costa, por la fuerte escorrentía que afecta a la roca y el arrastre de materiales debido a la apertura de una pista próxima.
Otros descubrimientos de Antonio Costa, como los petroglifos de A Devesa do Rei, en Moaña, y Gondarán, en Cangas, han sido víctimas de la construcción de la vía rápida de O Morrazo: ambos fueron desmontados de sus ubicaciones originales con la «promesa» de trasladarlos pero, tras quedar fragmentados, se almacenaron; mientras que el primero fue «desenterrado de una escombrera» y parcialmente reconstruido, aunque «no es ni la sombra del original», el segundo «está perdido».
Por el contrario, un caso que hace a su descubridor ser «algo optimista» es la reciente limpieza del petroglifo de As Abelaires, en Bueu, que «estuvo completamente abandonado durante 30 años, convertido en un basurero y con un Punto Limpio construido a poca distancia pese a tener un perímetro de protección de 200 metros», al estar catalogado como Bien de Interés Cultural.
«Después de todo el tiempo dedicado a descubrir e inventariar patrimonio, el deterioro es muy triste», ha concluido quien aún así sigue «en la brecha», divulgando sus estudios en el blog Cova de Paralaia, y contribuyendo a la promoción y defensa del legado prehistórico a través del colectivo Irmandade Illa de Tambo.