Entre un 30% y un 40% de los viveros gallegos que se dedican a la planta ornamental cerrará de no haber ayudas «acordes» a las pérdidas en un año «desastroso» para el sector por las consecuencias económicas de la crisis derivada de la pandemia de la covid-19.
Es la previsión que traslada, en declaraciones a Europa Press, el ingeniero técnico agrícola Santiago Ramos, gerente de la Asociación de Empresarios Viveristas del Noroeste, que engloba a los sectores de producción de planta ornamental, forestal y frutal de toda Galicia.
En Galicia hay en funcionamiento, según sus datos, 180 viveros de planta ornamental. El «elevadísimo» dato de cierres, esos 70 negocios en el peor de los casos, es la estimación para el caso de que las ayudas no sean «acordes a las pérdidas», precisa.
Y es que ante el actual panorama, el Gobierno central estableció subsidios con un tope de 20.000 euros y «dentro de la asociación hay viveristas que tuvieron que destruir plantas por valor de 300.000 euros», advierte.
LA FACTURACIÓN BAJA EN 9 MILLONES
De ahí que estén «peleando para que la administración autonómica también dé ayudas». «Las del ministerio salieron por destrucción de planta; aquí estamos pidiendo, y en principio dijeron que sí, habrá que ver, por destrucción de planta y por diferencia de facturación», destaca.
En el caso gallego, según matiza, también «hay muchos viveros que no tuvieron que destruir». Sin embargo, si la facturación «en un año normal» ronda los 48 millones de euros, sus números fijan en unos 9 millones de euros menos la facturación en lo que va de año.
Por eso, comenta, se reunieron con el conselleiro de Medio Rural, cuyo departamento «estaba preparando una orden de ayudas» que entiende que tendrá que ser aprobada «dentro de este año». «Somos el único producto de producción primaria que prohibieron la venta a nivel nacional», se lamenta.
La planta ornamental, cuya producción en la comunidad gallega está representada en un 80% en esta asociación, se vende sobre todo en primavera: hace en torno al 70% del negocio de todo el año. No obstante, en 2020 el sector no pudo trabajar esa temporada a causa del coronavirus y hubo que destruir toneladas.
«A CUENTAGOTAS»
Ahora, en otoño, las ventas suelen suponer en torno a un 20%, según explica Ramos. Pero «están yendo muy despacio», ya que «la gente no está arriesgando absolutamente nada, no están haciendo acopio ni de flor ni de planta».
«Tienen el mínimo y a medida que van dando salida, van comprando», expone, en alusión a floristerías, centros de jardinería, tiendas de agro y bazares, a quienes distribuyen, estos días principalmente crisantemos.
El «miedo» a las restricciones para acudir a los cementerios es el que implicó una producción un 10% inferior y menos ventas en las semanas previas a este día de difuntos.
«El protocolo (de la Xunta para visitar los camposantos) salió la semana pasada, la gente no lo tenía claro», señala. Con todo, da gracias por que se fijasen unas normas y esta última semana ha sido «bastante fuerte».
El hecho de que los floristas, los centros de jardinería y las tiendas de agro fuesen comprando «al día» implicó, según resalta, un mayor coste en logística para los viveros. «Encarece muchísimo la mano de obra», incide.
Además, «otro de los puntos de venta fuertes eran los mercados municipales, las ferias, y hay sitios en que están cerrados», como Ourense y Celanova.
Por otro lado, también les afecta que las obras de las administraciones públicas «están cerradas» y las compras de este tipo de clientes también «van a cuentagotas».
Por ese motivo es por el que anticipa que el ejercicio será «desastroso», pese a que, después del primer estado de alarma, en junio y julio «se vendió un 20% más» con respecto al mismo periodo de 2019. «La gente se quedó en casa y arregló los jardines y hubo más venta», apunta, antes de insistir en que «lo que no se vendió no se recuperó».
SUBEN LAS VENTAS FUERA
En este escenario, «la exportación aumentó» y tiene un peso «cada vez más» importante, con el tirón de países como Alemania, con una subida de entre el 6% y el 8% de las ventas.
Esta salida para la producción supone una vía de escape y, de hecho, «hay viveros que su mercado principal ya es la exportación», algo que impulsó la crisis de 2008, cuando los mercados exteriores permitieron ir «salvando» la situación.