Las residencias de mayores se convirtieron en el epicentro de la pandemia al acumular cerca del 45% de los fallecidos por COVID-19 desde el inicio de la crisis en Galicia. Más de 1.100 personas fueron contagiadas en estos centros residenciales y más de 150 muertes están vinculadas a ellos. Muchas trabajadoras denuncian la falta de previsión por parte de las direcciones y de las autoridades sanitarias, que sólo comenzaron a actuar «cuando le vieron las orejas al lobo».

Pero en medio de la tragedia que asola buena parte de la red residencial del país, las hay que fueron capaces de parar el virus en la puerta. Islas de cierta «tranquilidad» entre el destrozo. En el centro Divina Pastora de Vilagarcía viven cada día como una «pequeña victoria». El contador de personas infectadas se mantiene a cero desde el comienzo de la crisis, igual que en la residencia Sanitas Mayores A Coruña, donde viven un total de 117 mayores.

Cada una de ellas echó a andar con agilidad los protocolos de actuación frente a esta crisis inédita, con un ojo puesto en China e Italia y otro en el desarrollo de los acontecimientos más allegados. Un «reto nunca antes visto» del que ambas residencias destacan, por encima de todo, el «trabajo admirable», la «profesionalidad y humanidad exquisitas» y el «compromiso» de los trabajadores y trabajadoras para mantener los cuidados de las personas mayores, «el escalón más débil de la cadena».

PUNTOS DE LUCIDEZ

La actitud preventiva jugó un papel trascendental en esa contención de casos de COVID-19. Desde Sanitas Mayores, ya en enero hicieron un «pedido mayor de EPIs» al observar «la situación en China» y al imaginar que «la falta de producción del país asiático» les podría afectar. Una decisión tomada con dos meses de anticipación y que a día de hoy definen como un «punto de lucidez» y otro de «buena fortuna» que permitió que todo el personal de la residencia pudiera afrontar la llegada de la pandemia a Galicia con la protección necesaria. Con todo, Sanitas se suma ahora al «llamamiento de los profesionales para conseguir más EPIs» de cara a mantener la seguridad del personal a lo largo de la gestión de esta emergencia que aún no terminó y que se prevé larga.

En el caso de Divina Pastora de Vilagarcía, su directora, Celina Rey, reconoce al teléfono que las primeras semanas fueron complicadas por la falta de material, pero ahora se sienten más «arropados» a este respeto. En esta residencia, parte del personal determinó quedar a dormir en el propio centro con el objetivo de «salvaguardarse ellos mismos y salvaguardar a sus familias y a los residentes». «Algún día entre turnos vuelven a la casa, pero fue iniciativa de los propios trabajadores la decisión de vivir aquí mientras dure la pandemia», relata la directora, que asegura que se «están dejando la piel todos los días» en el cuidado de los mayores y que la «máxima preocupación» es mantenerse con salud para poder continuar los servicios.

UN RECORRIDO POR LOS PROTOCOLOS

Las comunicaciones con las familias y residentes alrededor del coronavirus comienzan en Vilagarcía a principios de marzo. El día nueve ya no sale ninguna persona del centro y el 12 se registran las últimas visitas de familiares. Cierran sus puertas al exterior y se reorganizan en el interior: el plantel pasa entonces a dividirse en dos grandes grupos que desarrollan jornadas de trabajo de 14 horas en días alternos para «evitar rotaciones y entradas y salidas de trabajadores». Ya el día 20 dan un paso más en las restriccións y deciden implantar el confinamiento de las personas residentes dentro de las propias habitaciones y salas.

En cualquiera de los casos, el cierre de las puertas a las visitas resulta uno de los puntos clave en los protocolos de las residencias contra la COVID-19. En Sanitas Mayores echaron a andar medidas de prevención en el centro residencial de A Coruña ya desde finales de febrero, momento en el que acuerdan «un criterio más conservador que el del Ministerio de Sanidad». Así pues, si los empleados habían visitado China, Irán, República de Corea o el norte de Italia nos últimos 14 días, debían «autoaislarse» y no ir a trabajar «incluso sin síntomas». Llegado el cinco de marzo ponen en marcha medidas anticiparadas para familiares: piden «restringir» las visitas y mantener la higiene de manos a la entrada y salida de la residencia. Dos días después se prohíben también las salidas de los residentes, se suspenden las actividades grupais y se evitan las zonas comunes.

Asimismo, la residencia refuerza el equipo de limpieza y se procede, ya desde el día cuatro, a la desinfección de espacios comunes y al lavado en el centro de los uniformes de los empleados. Por lo de ahora, el protocolo implementado da sus resultados y no registra ningún infectado, aunque informan que se «medicalizaron» para lograr «dar el apoyo necesario al sistema sanitario y ayudar a descongestionarlo».

En la Divina Pastora respiran también con tranquilidad, sobre todo, después de que el 100% del plantel – 62 trabajadores en el total – diese negativo en los test aplicados en la semana pasada. «Fue un momento muy importante de retomar fuerzas e ilusión. Sabemos que estamos bien y eso quiere decir que las medidas están dando sus frutos«, relata Rey, que asegura que esos negativos les hicieron coger aun más impulso para seguir trabajando. En el caso de Sanitas tomaron desde el comienzo de la crisis la «iniciativa de realizar tests a todos los residentes que presentaran síntomas, por leves que fueran», igual protocolo que implementan a trabajadores. Además, en el inicio de la jornada cada trabajadora hace una toma de temperatura para controlar la aparición de síntomas.

EL DÍA A DÍA: «EMOCIONES A FLOR DE PIEL»

El tiempo va pasando, la vida en los centros continúa, y cada día se supera «como una pequeña victoria», cuenta Celina. «Las emociones están la flor de piel» en estas jornadas difíciles en las que, a pesar de todo, «empezamos y acabamos el turno con una sonrisa». «Somos conscientes de que las cosas pueden cambiar en cualquier momento, pero afortunadamente hoy en día la situación está contenida en el centro«, dice calmada Celina.

En estos días «de incertidume» se viven sensaciones «encontradas». Al mismo tiempo que están «tranquilas» porque la organización funciona, observan con «mucha preocupación» los datos de nuevos contaGios y fallecimientos que está dejando esta pandemia. «La carga emocional que tenemos en las propias residencias es muy grande», cuenta Celina, que se le hace cuesta arriba no poder dar una respuesta certera cuando sus mayores preguntan cuándo van a poder salir y ver sus familias. Situaciones complicadas de gestionar en las que también echa una mano, con los residentes y con los propios empleados, la psicóloga del centro.

La mayor inquietud de los residentes es la salud de sus familias. «Están más preocupados por los que están fuera que por los de dentro», dice Celina. Por eso incluso, la comunicación con el exterior por medio de las redes es uno de los pilares que también se vio reforzado en este contexto. En la Divina Pastora las videochamadas se van sucediendo en todas las habitaciones cada pocos días, igual que en Sanitas, donde también facilitan información personalizada a través de una app para los familiares. Además, explican, en esta residencia de A Coruña comenzaron a trabajar con otra herramienta a través de la que la familia diseña un álbum de fotografía que luego imprimen en el propio centro para dárselo a los mayores.

Celina Rey piensa que «más adelante» llegará el momento de la «evaluación», mas por lo de ahora, se queda con la lección de vida que están dando las personas mayores: «Llevan el confinamiento de una manera admirable, con paciencia y facilitándonos el día a día muchísimo. Son gente admirable, todo un ejemplo de fortaleza«, retama diciendo.