La chimenea de la que fue la central térmica de Meirama, en Cerceda (A Coruña), ha sido derribada este miércoles, tras más de 40 años de existencia, sin que se produjese ninguna incidencia más allá de una amplia polvareda negra, que afectó a todo el entorno.
La operación se produjo en hora, en torno a las dos de la tarde, y se llevó a cabo, según Naturgy, «con las máximas medidas de seguridad, el mínimo impacto ambiental y con un cumplimiento riguroso de la normativa vigente».
La chimenea, de hormigón armado, tenía un volumen 50.868 metros cúbicos, un peso estimado de 8.983 toneladas y una altura de 200 metros. La instalación tenía un diámetro en rasante de 18,29 metros y un diámetro en coronación de 11,08 metros.
Al igual que con la torre de refrigeración y los silos, la demolición se realizó mediante voladura, «una de las técnicas más eficientes para el desmantelamiento de centrales, ya que minimiza los riesgos para los trabajadores, favorece la economía circular y contribuye a reducir el impacto ambiental».
Para minimizar el polvo que podía provocar el colapso de la chimenea, y que aún así afectó bastante a la zona, se ha dispuesto un sistema de cortinas de agua circundando la construcción. Una vez realizada la voladura, los fragmentos de hormigón son recogidos a nivel del suelo.
Tras la demolición de chimenea, se estima que se recuperarán, mediante reciclado, unas 105 toneladas de hierro y 8.000 toneladas de hormigón.
Por otra parte, la principal medida de seguridad ha sido la evacuación de las personas de la zona delimitada por un perímetro de seguridad de 250 metros.
El proyecto de desmantelamiento de la central térmica fue presentado en junio de 2019 ante el Ministerio de Transición Ecológica y se optó por una demolición selectiva, «que permite rentabilizar en lo posible los materiales susceptibles de reciclaje y genera un menor impacto ambiental que el que produce una demolición convencional».