El archivo de la Real Academia Galega ha incorporado a Galiciana-Arquivo Dixital de Galicia las digitalizaciones del fondo de Sofía Casanova, escritora y periodista nacida en A Coruña en 1861. Fue una de las primeras españolas que ejerció como corresponsal de guerra, testigo directo de la Revolución Rusa y la primera periodista que entrevistó a Trotski.
Coincidiendo con el aniversario de su fallecimiento, la RAG ha digitalizado el fondo de la autora que custodia, compuesto por 55 cartas, 61 originales de poemas y memorias y un conjunto de artículos y cartas sobre ella.
«La documentación permite profundizar en el lado más personal de una pionera que fue miembro corresponsal de la Real Academia Galega desde la fundación de la institución en 1906 y de honor desde 1952», señalan en un comunicado.
Los manuscritos literarios y autobiográficos fueron ordenados por su nieta Cristina Niklewitz, que les donó a la Real Academia Galega en 1971.
Recuerdan que la institución había recibido, décadas antes, en 1948, una serie de cartas que le había remitido a distintos miembros de la familia Bugallal, de la que era gran amiga, entre ellas varias dirigidas a Pilar Marchesi y al también académico José Luis Bugallal Marchesi. La donación se completó con nuevas aportaciones de la familia del periodista en 2001.
Entre la documentación conservada por la RAG figura un manuscrito de 1929 en el que, bajo el título de ‘notas personales’, Sofía Casanova recordaba como ya en aquel momento había vivido 20 años entre España y Polonia «educando a mis tres hijas, enfermera de un marido enfermo y cultivando la literatura con intervalos de años».
La I Guerra Mundial sorprendió en ese país a su marido, el filósofo Wincenty Lutoslawski, conde polaco con el que se había casado en 1887 y del que acabaría separándose.
Allí, comprometida con el nacionalismo polaco, trabajó durante un año en el hospital improvisado en la estación central de Varsovia. «Arrastrada con mi familia en la retirada de los rusos (agosto 1915), pasamos, por etapas cruentas, a Moscú y luego a Petersburgo, donde pasamos tres años. He sido testigo y víctima no solo de la guerra más terrible de la historia, sino también de las revoluciones que destruyeron el Imperio Ruso en sangre», proseguía.
Algo de lo vivido por aquel entonces «perdura», según ella misma advertía, en distintos títulos que recopilan o amplían las crónicas que publicó en ABC o en otros volúmenes que beben igualmente de aquellos episodios históricos y muestran su posición contraria a la revolución, como La revolución bolchevista: (diario de un testigo) (1920) o En la corte de los zares (1924).
Todos estos títulos forman parte de un legado literario con libros desde finales del S.XIX, entre ellos su primera novela, El doctor Wolski (1894); el poemario Fugaces (1898), parte de la colección Biblioteca Gallega; o la novela Princesa del amor hermoso (1909), novela ilustrada por Castelao.
En el breve manuscrito, Casanova recordaba también su retorno a España en 1919. Pese a pertenecer a una familia acomodada, regresaba «casi ciega y pobrísima», tras años marcados por los conflictos bélicos.
«Mi amada Coruña me otorgó un recibimiento que me resucitó», contaba sobre una estancia en la que se le outorgó la Gran Cruz de Beneficencia. Años después, las muestras de cariño volverían cuando se solicitó para ella el Nobel de literatura.
Sofía Casanova pasó los últimos años de su vida en Polonia, en la ciudad de Poznan. Allí falleció el 16 de enero de 1958, con 96 años.