La Xunta ha incorporado al catálogo gallego de árboles singulares una criptomeria japónica y dos cipreses de Portugal localizados en el municipio pontevedrés de Mondariz-Balneario.
La resolución ha sido publicada este lunes en el Diario Oficial de Galicia, tal y como ha explicado la directora xeral de Patrimonio Natural, Belén do Campo, durante una visita al Jardín Histórico de Mondariz-Balneario, donde pudo conocer los nuevos ejemplares singulares, los primeros de este ayuntamiento.
Acompañada por el regidor, José Antonio Lorenzo, Do Campo ha recordado que el catálogo gallego de árboles singulares es una herramienta abierta y en constante actualización, ya que pueden proponer la inclusión de elementos nuevos sus propietarios, las administraciones, los centros de investigación o asociaciones y aquellas entidades públicas o privadas que tengan entre sus fines a protección de la naturaleza.
En el catálogo son susceptibles de incluirse todos aquellos árboles y formaciones merecientes de protección en atención a las excepcionales características de su porte, proporciones, edad, rareza, significación histórica o cultural, interés científico, educativo, estético, paisajístico o cualquier otra circunstancia especial.
En el caso de los dos elementos catalogados en Mondariz-Balneario, la directora xeral ha dicho que para considerarlos árboles singulares se tuvo en cuenta tanto su significación histórica y cultural como también los valores estéticos y paisajísticos que atesoran.
Así, la criptomeria japónica cuenta con 27,8 metros de altura, 3,60 metros de perímetro y proyección de copa de 5 metros. Localizada junto al palco de la música del Jardín Histórico del municipio, este árbol aparece ya registrado en la documentación fotográfica más antigua del balneario, por lo que se trataría de uno de los pocos ejemplares que perduran desde los momentos iniciales del jardín –datado entre 1873 y 1900–.
Por lo que respecta a los Cipreses de Portugal, se trata de dos ejemplares singulares que crecieron juntos, con menos de tres metros de distancia entre ellos. Con una altura de 20 y 23 metros y 2,80 y 2,14 metros de perímetro, respectivamente, tienen sus copas entrelazadas y constituyen una testigo vivo de la introducción y uso de las coníferas en los espacios ajardinados de Galicia, hacia el último tercio del siglo XIX.