El calentamiento del mar aumentará la bioacumulación de metales en mejillones de las rías gallegas y, por lo tanto, la toxicidad para estos. Esta es una de las principales conclusiones de un estudio firmado en la revista científica Marine Chemistry por investigadores del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas – CSIC) y del Instituto Nacional de Agronomía de Túnez.

En toxicología, la bioacumulación es el proceso de acumulación de sustancias químicas en organismos vivos de forma que estos alcanzan concentraciones más elevadas de lo normal. Y al parecer, el aumento de la temperatura del agua por el cambio climático causará una bioacumulación más alta en los mejillones de las rías gallegas para varios metales, como el plomo, cadmio y cromo.

Los científicos analizaron 120 ejemplares de mejillones ‘Mytilus galloprovincialis’ de dos localizaciones climáticas diferentes: la ría de Arousa y la bahía de Bizerte (Túnez)

“La tendencia actual de las alteraciones climáticas acelerará la modificación del sistema oceánico al cambiar, entre otros aspectos, la especiación de metales y su biodisponibilidad, lo que puede tener un impacto en su acumulación por parte de los organismos marinos”, advierten los autores del estudio. En este sentido, hay que explicar que la especiación química es el proceso de identificación y cuantificación de las formas químicas de un mismo elemento en una muestra dada.

Los científicos analizaron 120 ejemplares de mejillones Mytilus galloprovincialis –principal especie europea en la producción acuícola, siendo las rías gallegas la principal zona productora– de dos ubicaciones climáticas diferentes: la ría de Arousa y la bahía de Bizerte (Túnez).

Las muestras se trasladaron al laboratorio del Instituto de Investigaciones Marinas y se expusieron a agua filtrada no contaminada de la ría de Vigo con cuatro condiciones distintas: utilizando los niveles actuales de pCO2 (presión parcial de dióxido de carbono) en las rías gallegas (400 μatm), a una temperatura de 15 ºC; en otros dos escenarios se aumentó la pCO2 hasta 800 μatm y 1.100 μatm; por último, se hicieron pruebas en el escenario más alto para el contenido de CO2 (1.100 μatm) y un aumento de la temperatura del agua, a 25 °C.

Lo que encontraron fue que, “bajo las condiciones de cambio global propuestas en este estudio, el aumento de la temperatura dio como resultado un índice de condición más bajo y una fortaleza menor para los mejillones del Atlántico, mientras que los mejillones del Mediterráneo, adaptados a temperaturas más altas, no mostraron variaciones notables” (el índice de condición es una medida que refleja el estado energético del organismo en lo que se refiere a la formación de los tejidos blandos; como tal, representa una aproximación extraordinaria para observar el desvío de energía que envía a sus componentes).

«El aumento de la temperatura dio como resultado un índice de condición más bajo y una fortaleza menor para los mejillones del Atlántico»

“De acuerdo con la acumulación de metales traza en diferentes partes de los mejillones estudiados, observamos que el efecto del aumento de CO2 por sí solo no mostró tener un impacto en la bioacumulación, pero los factores estresantes combinados (aumento de CO2 y de la temperatura del agua) pueden conducir a un aumento de la bioacumulación de algunos elementos”, detallan los investigadores. En concreto, observaron un aumento significativo en la concentración de plomo, cromo, níquel y cadmio en mejillones de Galicia, mientras que en los del Mediterráneo solo fue relevante en plomo y cadmio.

También se comprobó, por ejemplo, que el aumento de la temperatura del mar resultó en una disminución del contenido de cobre en el tejido de la glándula del biso en los mejillones del Atlántico, “lo que está de acuerdo con la menor fortaleza del biso observada en tales condiciones”, exponen.

El biso son filamentos que hacen que el mejillón se enganche en el terreno que esté, produciendo una secreción viscosa que se endurece gradualmente cuando entra en contacto con el agua del mar. Los mejillones usan esta secreción para fijarse a su sustrato, a las rocas o defenderse de los posibles depredadores. Dependiendo de los filamentos que tenga el biso, la fuerza que haya que hacer para sacarlo será mayor o menor.

“Cuando la temperatura se incrementa a 25 °C, la fortaleza del biso en los mejillones gallegos disminuye drásticamente”, concluyen los autores del estudio.

Esto se explicaría, en parte, por el hecho de que “los mejillones gallegos están comúnmente expuestos a un rango de temperaturas de 12-19 °C, con picos ocasionales de hasta 20 °C en diferentes zonas del área”, temperaturas inferiores a las que soportan los mejillones del Mediterráneo, que pueden oscilar entre 13 y 31° C durante el año.

“Los resultados indican un aumento de la amenaza” para los mejillones “principalmente por el calentamiento global, en lugar de la acidificación de los océanos”

“Estos resultados indican un aumento de la amenaza” para los mejillones “principalmente por el calentamiento global, en lugar de la acidificación de los océanos”, destacan los científicos, quienes constataron que “con el aumento previsto de pCO2 para el final de este siglo, no se observaron cambios biológicos en términos de índice de condición o fortaleza del biso” para mejillones de la especie Mytilus galloprovincialis.

Además, “los cambios esperados en la especiación de metales y la biodisponibilidad como resultado de la acidificación no condujeron a una variación medible en la carga de metal del tejido blando del mejillón”, indican.

Sin embargo, “el aumento de la temperatura dio como resultado un menor índice de condición y de resistencia del biso, y una bioacumulación más alta para varios metales (por ejemplo, plomo, cadmio, cromo) para aquellos mejillones adaptados a aguas más frías”, las gallegas (el índice de condición se refiere a la cantidad relativa de carne producida por un organismo y es ampliamente utilizado en moluscos para estimar su valor nutritivo, comercial y también ecológico).

Además, insisten, “la disminución de la concentración de cobre –un elemento esencial para la formación del biso en el pie del mejillón– al aumentar la temperatura está de acuerdo con la menor fortaleza del biso observada en tales condiciones”.

En base a sus resultados, los científicos destacan la necesidad de estudiar “más” las consecuencias del “aumento esperado de la temperatura del mar, que se producirá gradualmente durante las próximas décadas”, para “garantizar la adaptabilidad de las especies y la producción acuícola”.

AUMENTO DE LA TEMPERATURA DEL MAR

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático predice un aumento medio de la temperatura global de la superficie del mar de hasta 4,8 °C a finales del siglo XXI.

En 2019 se registraron las mayores temperaturas de los océanos y mares desde que hay registros

Un estudio publicado en la revista Advances in Atmospheric Sciences ha certificado un récord en 2019 en la temperatura de los océanos y mares desde que hay registros, 0,075 grados centígrados por encima del promedio registrado entre 1981 y 2010.

Los resultados muestran que las aguas marinas se han ido calentando cada vez más rápido, sobre todo entre la superficie y los 2.000 metros de profundidad: el ritmo al que aumentaron las temperaturas entre 1987 y 2019 fue cuatro veces y medio más rápido que entre 1955 y 1986.

Para hacerse una idea más clara de qué está pasando, los científicos afirman que en los últimos 25 años los océanos han absorbido el calor equivalente a la explosión de 3.600 millones de bombas atómicas como la de Hiroshima, lo que equivale a lanzar aproximadamente cuatro bombas a los océanos cada segundo durante el último cuarto de siglo.