La localidad ourensana de Verín se convirtió en la «capital del feminismo gallego» este 1 de marzo con una manifestación unitaria que llevó hasta sus calles a más de un millar de mujeres y un montón de reivindicaciones. Los mandiles y el color morado fueron protagonistas de la movilización, que se celebró bajo el lema ‘Sin cuidados no hay vida, mudando el sistema, derribando el patriarcado‘, de acuerdo al foco de este año: el rol de cuidadoras que asumen las mujeres de manera continuada y casi nunca remunerada.
La agrupación de organizaciones ‘Galegas 8 M’ fue la encargada de convocar esta protesta a nivel autonómico con el objetivo de «descentralizar» el movimiento feminista y llevarlo a todos los puntos de Galicia. En total, se desplazaron 24 buses hasta la capital de la comarca de Monterrei para que más de 1.200 mujeres protagonizasen la manifestación, que dio comienzo a las 12:00 horas en la Avenida de Portugal y que finalizó en la Plaza Mayor de Verín con la lectura del manifiesto.
La razón por la que la organización escogió Verín para celebrar la manifestación que precede el 8 M la explicaron las representantes. Entienden que Verín es un «símbolo de lucha de colectivos, organizaciones y vecindario«, que se levantó contra «la violencia obstétrica e institucional» que la Xunta ejerció contra «las mujeres y sus hijos» al cerrar el servicio de urgencias pediátricas y el paritorio del Hospital Comarcal el pasado diciembre.
A pesar de que el servicio del hospital se restauró después de que el Gobierno gallego rectificara su decisión, las feministas gallegas consideran que la localidad verinense es la idónea para este acto reivindicativo que se centra en los cuidados no remunerados y continuos que ejercen las mujeres.
Recuerdan que «el trabajo de cuidados debe ser el centro y motor de la vida» y con este 1 M quieren «visibilizar lo que permanece invisible«, ya que «la mayor parte» de esta labor «no está remunerada y cuando lo está «se trata de un trabajo precario y infravalorado».
En esta jornada de manifestación las mujeres denuncian que a día de hoy «no sea posible compatibilizar los cuidados con el trabajo remunerado» en un «sistema capitalista que se rige por el comprado» y que ante una crisis económica «utiliza» a mano de obra de las mujeres para «reprivatizar» y cargar sobre ellas labores que corresponden a los servicios públicos, como el cuidado de personas dependientes.