Siempre se dijo eso de que una imagen vale más que mil palabras. Cuando analizamos y aprehendemos un paisaje, primamos la vista respeto del resto de los sentidos. Mas los sonidos también conforman una parte fundamental de la historia de un lugar, y por eso no deben ser olvidados: cada territorio tiene su respectivo sonido de fondo, su respectiva ‘banda sonora’, que construye la identidad de los lugares.
La Galicia rural, por ejemplo, tuvo y sigue conservando unos sonidos muy sofisticados: el del carro sobre la tierra, hoy desaparecido; el de los trabajos colectivos como la malla, los aturuxos, las canciones del trabajo… Las personas, al cantar, mostraban su relación más íntima con la tierra. Por tanto, los sonidos nos ayudan a interpretar nuestra historia, nuestra memoria. Nos retrotraen a espacios y la sensaciones concretas.
La jornada ‘Os arquivos sonoros: memoria e patrimonio‘, del Consello da Cultura Galega, afondó precisamente en estos temas. La necesidad de preservar los sonidos de un territorio determinado ha impulsado la creación de mapas sonoros en diferentes lugares. Y sobre esto en concreto se centró mesa redonda ‘Os mapas sonoros como recurso colaborativo para a identificación acústica dUn país‘, de la mano de los investigadores Manuel Gago, Xabier Erkizia, del País Vasco, y Paulo Marques, del país vecino Portugal.
LA COMUNIDAD PRECISA ESCUCHAR
«La comunidad precisaba de una figura que se dedicaba a escuchar«. Erkizia comenzó la conversación con la historia de su viaje a la isla de Timor, en el sureste asiático. Su objetivo era encontrar gravacións de los sonidos de aquel país, pero al encontrarlos, allá se fue. Se trata de un territorio no industrializado y que sufrió un montón de genocidios. «¿Dónde queda la historia?». Erkizia se encontró con una comunidad donde la escucha era tan fundamental que incluso tenían una figura específica que se dedicaba a eso: un «maestro de las palabras», una especie de «grabadora humana». «No hablaba a no ser que se le preguntara». Y cuando se le inquiría, comenzaba su ritual. De manera poética, él se remontaba a la historia de los espacios para responder.
Uno de los refraneros más populares de la isla de Timor versa: ‘El hombre mientras vive escucha y cuando muere la tierra le tapa los oídos’. «Si no escuchamos, ni generamos ni construimos ningún tipo de historia», comenta Erkizia. Los sonidos de las ciudades y de las aldeas de hoy en día dotan de identidad los lugares, forman parte de la creación de una historia propia y mudan las percepciones que tenemos sobre ellos.
CUESTIONARNOS LOS SONIDOS
«Si vamos a una ciudad grande y no hay tráfico, pensaremos que ahí no se produce nada, pensaremos que es una ciudad paradita», prosigue el creador del Mapa Sonoro de Euskadi. Los sonidos influyen en la manera en que comprendemos los lugares. Mas, ¿por qué los aceptamos sin cuestionarlos? Los hay que por habituales pasan desapercibidos. Igual que acontece con el cambio climático, que «siempre pensamos que el problema es de otro», el sonido excesivo nunca nos lo atribuimos. «Nunca nos culpamos de hacer ruido, pero deberíamos comprender que nosotros también aplicamos ruido a los demás«.
ENLACE CON LA MEMORIA
Ser conscientes de ellos y reducir la contaminación acústica que hoy sufren nuestras ciudades son puntos a trabajar de cara al futuro. Del mismo modo, preservar los del pasado será fundamental para enterdernos como pueblo. «El sonido funciona bien como sinónimo de cultura», reivindica Erkizia. Por que en un mundo en cambio, es fácil perder el enlace con el pasado. Paulo Marques cita varios elementos que influyen en la desaparición de ciertos sonidos tradicionales: el crecimiento urbano, el abandono agrícola, la pérdida de la diversidad, las alteraciones climáticas y la mecanización de las actividades humanas.
Frente a la pérdida, hace falta documentar, valorar y divulgar para preservar la memoria y el patrimonio. De esta necesidad surges los mapas sonoros. El periodista y escritor Manuel Gago fue el encargado de presentar el proyecto gallego, creado al amparo del Consello da Cultura Galega. Parte de más de 500 documentos sonoros distribuidos por todo el país. Recoge leyendas y cuentos de nuestras mayores, un viaje sonoro por el río Miño, sonidos de la naturaleza y de oficios ya desaparecidos… y permite diferenciar las variedades dialectais del idioma. Escuchar para explorar la diversidad cultural y paisajística del país.
El mapa sonoro de Euskadi funciona de manera semejante. Basado en el arte de grabar sonidos del entorno, este proyecto ofrece los ruidos de la ciudad, ambientes naturales, animales, fiestas y celebraciones propias del País Vasco, acontecimientos… Y el tercero, centrado en los paisajes sonoros naturales de Portugal en un mundo en cambio, es un trabajo en el que los creadores recogieron más de 6.000 horas de sonidos representativos de los espacios portugueses.
Todos ellos nos apelan a escuchar para preservar y construir identidad.