El escritor y periodista Manuel Rivas, Premio Nacional de las Letras Españolas 2024, indaga en su último libro ‘Detrás del cielo’ (Alfaguara) sobre la «pulsión» del ser humano hacia el poder y la violencia, en un momento en el que, a su juicio, «la suma de codicia y velocidad nos ha llevado a una situación de emergencia».
«Me preocupa no solo el poder destructivo, sino además que va acompañado de una descivilización que se expresa con una suma de negacionismos», ha explicado, en una entrevista a Europa Press con motivo de su visita a València para presentar ‘Detrás del cielo’ en la librería Ramon Llull. El autor ha compartido sus reflexiones sobre cómo se ejerce el abuso hacia los más vulnerables, nuestra relación con la naturaleza y la vulnerabilidad frente a catástrofes como la dana que tuvo efectos devastadores en Valencia.
En su nueva obra, Manuel Rivas emplea una cacería como punto de partida de una historia en la que refleja la depredación social: «Lo que me perturbaba era esa especie de ‘continuum’ histórico que es la caza del hombre por el hombre» y «las máscaras del poder, sobre todo del poder déspota y represivo; cómo la excitación destructiva puede llegar a ejercerse de tal manera que destruya la excitación creativa». Una excitación destructiva que puede apoderarse tanto del individuo como de una sociedad entera.
Rivas ya se aproximó a este asunto en ‘La lengua de las mariposas’, ‘El lápiz del carpintero’ y en ‘Los dioses de Mal’, donde aparece «el arquitecto jurista del nazismo Carl Schmitt, que entendió la política «como una confrontación entre amigo y enemigo», lo que puede «derivar en el exterminio del contrincante», ha indicado.
Para el autor, «el poder despótico trata de dominar a las personas, y normalmente ese mismo poder también quiere dominar la naturaleza, en forma de depredación», ha comentado. Por ello, en ‘Detrás del cielo’ expresa estas inquietudes a través de la historia de una cacería, una práctica que «pasó de ser una necesidad, un medio de vida, a ser más un instrumento de poder», unido a una «figura de guerrero» y autoridad.
El escritor ha recordado la afición por la caza de Felipe IV, Juan Carlos I y Franco. También ha destacado que el pazo de Meirás pasó de ser un lugar lleno de arte y dedicado al disfrute por parte de Emilia Pardo Bazán, a llenar sus paredes de trofeos de caza con el dictador.
«EL PODER QUE SE ENCARNIZA CON LOS DIFERENTES»
Sobre qué tipo de cacerías o de pulsiones le preocupan más en el momento actual, ha afirmado que lo que más le inquieta es «la que se ejerce desde la autoridad», «es ese poder que se encarniza con los más débiles, con los diferentes o con las personas que se rebelan frente a la palabra de orden».
Como ejemplo, ha puesto «la guerra contra la mujer, porque es algo que se da en todo el planeta, con diferentes intensidades, y con cada año más de 60.000 mujeres asesinadas por el hecho de serlo».
«LA PAZ SE HA CONVERTIDO EN UNA PALABRA EXTRAÑA»
A su juicio, «estamos viviendo una época de descivilización, de retroceso, en la que la palabra paz se ha convertido en una palabra extraña, como si fuera una rata que estuviera huyendo por los cementerios. Ha desaparecido incluso del lenguaje diplomático», ha lamentado.
Rivas cree que «el abuso sobre los humanos, digamos, incómodos, está interrelacionado también con la depredación de la naturaleza, que es un proceso cada vez más acelerado», y que se sirve de una maquinaria también «cada vez más potente».
A su juicio, vivimos en «una sociedad estresada por la impaciencia, la impaciencia de la acumulación, la impaciencia de un capitalismo absolutamente desigual, en la que una 1% del mundo acumula el equivalente a los bienes del resto». Así, lo ha resumido en una fórmula: «El capitalismo impaciente es igual a codicia más velocidad».
El escritor ha advertido de que la unión de poder político, mediático, económico y armamentístico, junto a la «descivilización», «nos sitúa a todo el planeta en primera línea de riesgo». Antes, ha explicado, se hablaba de una «primera línea de riesgo» ante catástrofes y guerras, pero ahora «más que primera línea de riesgo, es todo una zona absoluta de riesgo».
«A mí me preocupa no solo el poder destructivo, sino además que va acompañado de una descivilización que se expresa con una suma de negacionismos, porque los negacionismos van uno pegado al otro. Es decir, el negacionista de la violencia de género es negacionista climático y de la inmigración. Hay esa especie de conjura de necios. Yo lo llamaría brutalismo. Vivimos una época de brutalismo», ha aseverado.
«FÁBRICAS DE MENTIRAS QUE ECHAN HUMO»
Preguntado por si los sectores más beligerantes en el negacionismo están ganando el relato en algunos contextos, Manuel Rivas ha indicado que hace tres décadas «estábamos hablando de que otro mundo era posible», y ahora «la conversación parece que es ‘otro fin del mundo es posible'». El escritor ha subrayado que a él no le gusta «brindar por el apocalipsis».
Manuel Rivas ha lamentado que estamos en un momento en el que «parece que el que lleva la voz cantante es el bruto del lugar». El motivo es que «muchas herramientas que deberían servir para comunicar están siendo utilizadas para transmitir miedo, para engañar, para dominar. Son fábricas de mentiras que echan mucho humo».
«El símil que más se parece a este mundo es el del Titanic, porque es un barco que se va escorando siempre a la derecha, a estribor, escorando, escorando, y hay gente que está en los primeros camarotes y le parece que está en el mejor de los mundos posibles, está feliz, no se entera, o no quiere enterarse», ha agregado.
«COMUNIDAD» ANTE LA CATÁSTROFE
Respecto a qué reflexiones puede extraer de la dana que ha golpeado a Valencia, Manuel Rivas ha hecho hincapié en que él tiene menos conocimiento que las personas que han vivido la catástrofe, pero cree que «una de las conclusiones que tenemos que sacar es que hay que reforzar el sentido de comunidad y los resortes también comunitarios, lo que son todos los componentes de bienestar». «No se puede romper la comunidad», porque citando a Martin Luther King, la alternativa es el caos.
En segundo lugar, considera que «es hora de hablar de lo que hay de catástrofe natural y lo que hay de catástrofe no natural». «Tiene que ver con los medios con que se afronte y dónde se ponen la inquietud y los afanes de la administración pública», ha puntualizado.
Así, ha agregado que, «si estamos viviendo un proceso de descivilización, hay que revertirlo y recuperar la civilización, que tiene que ver con poner el interés comunitario en primer plano para evitar el caos».
El periodista se ha preguntado cómo es posible que, no exclusivamente en la Comunitat Valenciana sino en líneas generales, «haya cargos públicos con responsabilidad sobre el bienestar de la gente» que son «negacionistas» de problemáticas como la violencia de género o el cambio climático. «Cada uno que piense lo que quiera y que en el bar diga las burradas que quiera, pero esas personas no pueden estar en la cabina de mando», ha reprochado.