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Las 48 nacionalidades de Burela, la Torre de Babel lucense que el mar y Alcoa transformaron en la década de los 70

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El nombre de la localidad lucense de Burela resuena por la importancia de su puerto pesquero, pero lo cierto es que la singularidad de esta villa de apenas 10.000 habitantes se debe a que aglutina, en sus ocho kilómetros cuadrados, a 48 nacionalidades diferentes. Una Torre de Babel cuyo origen se remonta a la década de los 70, cuando se inició un proceso migratorio motivado por la construcción de Alcoa y el trabajo en el mar.

Antonina Semedo tenía 24 años cuando hizo las maletas y abandonó la isla caboverdiana de Santiago para establecerse en A Mariña lucense, donde Paulo, su marido, trabajaba en la construcción de la fábrica Alúmina-Aluminios, conocida actualmente como Alcoa.

Paulo «fue uno de tantos» hombres que, en la década de los 70, emigraron desde Cabo Verde hacia Europa para trabajar en países como Andorra, España o Portugal. Aunque inició su andadura en una fábrica lisboeta y también trabajó en Zaragoza, Teruel, Barcelona y Bilbao, fue en la costa gallega donde finalmente se asentó.

Tras dos años en la construcción de la factoría mariñense, Paulo decidió aprovechar su experiencia como pescador y embarcarse en un barco en el puerto de Burela, convirtiéndose en el primer caboverdiano en hacerlo. Fue entonces, cuando en 1978 Antonina se mudó a Galicia con él y, 46 años después, es considerada como toda una «institución» en la zona.

Este es uno de los «muchos ejemplos» que representan el singular caso de Burela, un ayuntamiento «relativamente joven» que en 1994 se segregó de Cervo (Lugo) y que actualmente resuena como una villa de pescadores que cuenta con 9.786 habitantes y ocho kilómetros cuadrados en los que conviven «más de 40 nacionalidades».

Sin embargo, es la caboverdiana la nacionalidad que destaca «por encima de las demás», ya que representa el 10% de la población total de Burela, según ha explicado a Europa Press el Segundo Teniente de Alcaldesa y concejal de Mar , Ramiro Fernández. En este sentido, ha subrayado que aunque en un principio este proceso migratorio estuvo vinculado con la construcción de Alcoa, después fue el trabajo en el mar el que funcionó, «y sigue funcionando», como un imán.

EL MAR COMO IMÁN

Así fue como Martinho Martins, de 67 años, llegó a Burela hace cuatro décadas «gracias a otros caboverdianos» para trabajar también en la construcción de Alcoa, aunque después se pasaría «como tantos otros» al mar, donde trabajó como cocinero de barco hasta su jubilación.

Otro ejemplo es el de su hijo, Félix Alberto Martins, que nació en Teruel pero llegó a Burela con seis meses de edad y actualmente es una figura «muy reconocida» en el pueblo, trabaja como operario en la empresa Armadores de Burela (Absa), es entrenador de fútbol base y forma parte del PPdeG local.

Mientras recorre las calles principales de Burela y se saluda con todo aquel que se encuentra, Félix destaca la «buena convivencia» que reina en Burela, sin embargo, asegura que la gente que llega nueva al pueblo «habla de racismo», pero él cree que todo se debe a una «falta de confianza».

En este sentido, su padre hace hincapié en que cuando llegaron las primeras generaciones de caboverdianos en los años 70 «la gente era mucho más desconfiada de lo que es ahora». Por su parte, Antonina incide en que esta desconfianza se nota «sobre todo» en la gente mayor, ya que se muestra «recelosa» respecto a las parejas mixtas.

«Aunque todo empezó con el bonito, se quedaron para la merluza y después para el resto de las artes de pesca, aunque en los últimos años el puerto está pasando por un momento de dificultad porque no hay relevo generacional y por este motivo empezaron a venir peruanos e indonesios», ha asegurado el responsable de Mar del Ayuntamiento.

Cabo Verde, Senegal, Ghana, Perú, Indonesia, Colombia o Marruecos son algunos de los países de origen de muchas de las personas que conforman este crisol de culturas que vertebran la villa, que cuenta con una mezquita, una carnicería ‘Halal’, tiendas con productos caboverdianos y con un crecimiento demográfico positivo, que sitúa la media de edad de Burela en los 45 años.

«HAY MUCHO ODIO Y MENOS VALORES»

Después de 46 años en Galicia, Antonina reflexiona a menudo sobre la discriminación y recuerda cómo los niños de hace cuatro décadas pensaban que «manchaba» y cómo una señora en la estación de autobuses de Lugo llegó a preguntarle si podía tocarla porque «nunca había visto a una mujer negra».

«Antes no había referentes, la gente aquí no había visto a personas negras, ahora en la televisión puedes ver a gente de todos los colores», asegura. Sin embargo, también lamenta que ahora «hay más racismo del que había antes, hay más odio» y cree que todo se debe a que la sociedad tiene «menos valores».

Algo similar cree Gilene, una joven caboverdiana de 29 años que llegó a Burela junto a su madre cuando tenía 13 tras el fallecimiento de su padre y que actualmente reside en Luxemburgo «en busca de nuevas oportunidades». Aunque destaca que Burela «le encanta», lamenta haber sufrido «bastantes» episodios racistas, mayoritariamente mientras trabajaba en hostelería –sector al que se dedican la mayoría de mujeres caboverdianas en Burela–.

«Tú no eres de aquí»; «prefiero que me atienda tu compañera»; «no me gustáis»; o «venís aquí a quitarnos el trabajo»; son algunos de los comentarios que recibía por parte de los clientes, ha asegurado. En este sentido, también ha incidido en que Burela «no debería ser racista», ya que es «un pueblo de emigrantes».

En este sentido, el Teniente de Alcaldesa y concejal de Inmigración, Mario Pillado, ha asegurado que el racismo «está en la sociedad» y que «hay que trabajar» para que los niños «no interioricen desde pequeños los discursos de odio».

UN PUEBLO CON 48 NACIONALIDADES DISTINTAS

El último informe de población extranjera del Ayuntamiento de Burela, fechado el 23 de octubre de 2024, revela que las diferentes nacionalidades que conforman la villa «ya están más cerca de las 50 que de las 40», en concreto, son 48.

Cabo Verde, Senegal, Perú e Indonesia son las más representativas y, según el concejal de Inmigración, probablente sigan a la cabeza en el futuro, ya que cada vez son más las familias asentadas en la villa. El caso de la población indonesia «es un poco distinta», ya que no hay familias, sino que están asentados «286 hombres y 8 mujeres».

Melani Correa, de origen caboverdiano pero nacida en Burela, cuenta que a sus 28 años «ha visto un cambio» en los últimos tiempos, ya que cuando ella iba al colegio «era de las pocas personas negras en clase», pero ahora «representan un porcentaje mayor».

En este sentido, la directora del IES Monte Castelo, Lidia Rodríguez, ha explicado que entre los alumnos del centro –550 en total– hay gente que ha nacido o tiene origen en países «tan diferentes» como Cabo Verde, Perú, Ghana, Brasil, Portugal, Cuba, Rusia o Francia, entre otros.

«Esta singularidad es lo que caracteriza a Burela, es una riqueza», ha esgrimido. A este respecto, el responsable de Inmigración del Ayuntamiento también ha asegurado que es una «riqueza» que «beneficia a la comunidad educativa pero también a la sociedad».

De este modo, ha reivindicado que el «desarrollo» de Burela y de su sector pesquero «no se puede entender sin la contribución de comunidades como la caboverdiana, la peruana o la senegalesa».

MÚSICA PARA LA MUJER DEL MARINERO

La vinculación entre Burela y Cabo Verde ha sido reconocida incluso por el presidente de la república africana –independiente desde 1975–, ya que en abril de 2024 visitó la villa y la calificó como «una isla más» del archipiélago.

También reconoció la labor que desarrolla la formación musical Batuko Tabanka, integrada por 12 mujeres caboverdianas –Antonina entre ellas– y con dos discos en el mercado, en los que cantan «al mar, a la mujer del marinero y, sobre todo, a la vida del emigrante».

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