Asociaciones que ayudan a afganos acogidos en Galicia –en torno a un centenar, según los últimos datos facilitados por la Delegación del Gobierno– trabajan en su progresiva adaptación pese al «choque cultural» que, según sostienen algunas, ha supuesto para ellos esta nueva etapa de su vida, que afrontan con preocupación por la situación de los familiares que no están con ellos.
Así lo apuntan entidades consultadas por Europa Press que colaboran con el Gobierno en la acogida de refugiados afganos. Todas coinciden en que el origen de las familias y sus circunstancias personales influyen en su estado y en el proceso de adaptación.
«Es explicarles a dónde llegan y los educadores sociales ahí tienen un papel muy importante», expone Susana Fernández, delegada de Movimento pola Paz en Galicia y coordinadora del proyecto de protección internacional.
En su caso, atienden a tres familias, con un niño pequeño ya escolarizado, y dos mujeres embarazadas que, como los demás, están recibiendo clases de español, que algún hombre ya sabe. También hay refugiados que conocen el inglés.
«Demandan sobre todo información y quieren saber sobre la situación de sus familias», explica Susana Fernández sobre las peticiones que hacen. Por otra parte, añade que el objetivo es que sientan que han llegado «a un lugar seguro» y prepararlos para un «nuevo plan de vida».
Lo mismo sostienen desde Provivienda o Diversidades Acolle, que como Movimento pola Paz, resaltan que el funcionamiento de la administración «les cuesta». «A todos, no solo a los afganos», indican sobre otros refugiados y dado los trámites administrativos que se deben solventar desde su llegada.
PROCEDENCIA
Desde alguna de estas entidades se apunta también al «choque» que supone el distinto modo de vida, aunque remarcan que eso depende del lugar donde residían en Afganistán –algunos son del rural y otros de ciudades– o de sus estudios al haber, en algún caso, mujeres analfabetas frente a la situación distinta de los hombres en este aspecto o las diferencias en cuanto al nivel de estudios.
«Es un proceso complicado», admite Santiago González, director de Diversidades Acolle, que en su centro de Tui (Pontevedra) atiende a dos familias afganas, un total de 13 personas, de las que cinco son adultos, dos bebés y el resto menores, distribuidos, como otros, en cursos de Infantil, Primaria y Secundaria.
ATENCIÓN MULTIDISCIPLINAR
Equipos multidisciplinares, con abogados, educadores sociales o psicólogos, trabajan con estos refugiados, al igual que se hace con otros que han llegado a Galicia en distintas circunstancias.
En el caso de los acogidos en Tui, Santiago González remarca que son familias con una situación «radicalmente diferente» en su país a la que se encuentran aquí. «Llegan a una sociedad con mucha más abundancia material», indica, al margen de otras diferencias como las religiosas.
«Hay un enorme choque cultural», asegura. Sin embargo, coincide con otras asociaciones consultadas en que estos refugiados destacan «la seguridad física y jurídica de la gozan». También lo hace al aludir al reto de lograr que fructifique el proceso de adaptación, respetando su origen. «No es tanto el choque como el desconocimeinto del país», apunta, por su parte, Susana Fernández.
SITUACIÓN EMOCIONAL
A su vez, la responsable de Protección Internacional de la Asociación Provivienda en Galicia, Amaia Vila, hace referencia al estado en el que han llegado los refugiados que atienden en su caso, un total de 31 personas, distribuidas en siete familias.
«Tienen una capacidad de resiliencia increíble, pero su estado es muy sensible, se encuentran en un estado de gran ansiedad y de estrés por lo vivido». En lo que se refiere al trabajo en este aspecto, incide en que se centran en «bajar esa ansiedad».
CUIDAR LOS DETALLES
No obstante, remarca el «interés» de los refugiados que acogen por adaptarse, aunque admite diferencias en cuanto a las familias. «Todos quieren aprender», señala Amaia Vila, que reconoce, como las demás entidades, que es más fácil en el caso de los menores, sobre todo entre los pequeños.
Los representantes de las asociaciones consultadas precisan que se cuidan, al igual que ocurre con otros refugiados, todos los detalles para su adaptación e inciden en los temas administrativos para que puedan estar empadronados, tener derechos a posibles ayudas y que reciban atención médica.
También se vigilan los detalles en la comida cuando, como en el caso del centro de Diversidades Acolle, es otra persona ajena a las familias quien hace la comida. «Nos aprovisionamos con carne de animales matados con la tradición musulmana», cita como ejemplo Santiago González.
En el caso de Provivienda en Galicia, apuntan que sus familias se preparan ellos mismos la comida al estar viviendo en pisos, en algún caso de forma compartida. «Trabajamos desde la vivienda para que puedan iniciar un proyecto de vida y para eso es básico tener vivienda», sostiene su representante. Para la alimentación, los refugiados reciben ayudas que ellos gestionan.
En estos momentos, de acuerdo con los útimos datos facilitados, 24 de los afganos se encuentran en la provincia de A Coruña; 44 en la de Ourense y 31 en la de Pontevedra. Un total de 56 son menores, de los que todos los que se encuentran en edad escolar acuden ya un colegio, centros a los que desde las asociaciones colaboradoras se presta también ayuda para facilitar la adaptación en el proceso de escolarización.