La violencia de género, ese maltrato hacia mujer, es la punta del iceberg de un problema de fondo, el resultado de un entramado social y cultural llamado patriarcado en el que aún hoy la sociedad está inmersa. Esa superioridad moral de unos y sumisión de otras fue aprendida a lo largo de la historia, avalada a todos los niveles y sustentada por un sistema social que lo permitió.
Los datos muestran la dimensión real de este problema. En lo que va de año en Galicia se interpusieron 764 órdenes de protección. En el total del estado case 30.000 mujeres llevan protección oficial y hay 1.353 dispositivos activados para hacer un seguimiento de esas órdenes y documentar los quebrantamientos. El 016, número de atención a víctimas, atendió 850.000 llamadas desde aquel año 2007 en el que se puso en marcha. Sólo este año, ya llevan 50.000 llamadas. Las denuncias falsas son irrisorias: la Memoria de la Fiscalía General del Estado recoge que de todas las denuncias de 2009 a 2018, el porcentaje de las falseadas es de 0,01%. Sí resuena en nuestras cabezas el número de asesinadas: 52, tres de ellas en Galicia.
La última macroenquisa del Ministerio de Interior recoge que el 12’5% de las mujeres aseguran que sufrieron violencia física y psicológica en algún momento de su vida. Un 8% agresiones sexuales. Y también hay datos para los maltratadores: más de 7.000 están cumpliendo condena en prisión en todo el estado por cometer un delito de violencia de género. Frente todas estas cifras… ¿Qué es lo que se está haciendo mal? ¿Responde a la realidad a Ley de Violencia de Género? ¿Estamos educando bien las futuras generaciones? He aquí tres caras fundamentales de una moneda poliédrica: la judicial, la educativa y la psicológica.
El JUDICIAL: DEFECTOS Y AVANCES
Muchas mujeres no llegan a dar el paso de denunciar o se echan atrás después de interponer la denuncia. Algunas porque no lo consideran de importancia o porque creen que pueden resolver la situación solas, otras por miedo y otras por vergüenza. Raquel Castillejo, catedrática de Derecho y experta en violencia de género y mediación, asegura que no sienten el apoyo institucional; y Paz Filgueira, jueza del Juzgado de Violencia de Género de Vigo durante ocho años, añade la falta de recursos en el propio sistema. En los comienzos de este juzgado más del 50% de las denuncias eran archivadas: «Se trata de un crimen que se comete en la intimidad, si ellas no declaran, no se puede avanzar».
Filgueira critica que algunas veces no se cuenta con forenses y psicólogos suficientes, y que ésto afecta sobre todo a las zonas rurales. La geografía también influye. Teniendo en cuenta que sólo el 20% de la población vive en el rural, nos últimos cuatro años el 52% de los asesinatos se produjeron en estas zonas. «Es un dato escandaloso. Hay menos información, menos recursos, no hay policía especializada… El seguimiento de un caso no es el mismo en el rural que en la ciudad», dice Filgueira. Esta jueza entiende que el gran fallo del sistema reside en la fase de investigación, y los datos sustentan esta idea: de todas las denuncias que se interponen sólo un 13% consiguen llegar a juicio. Cuando lo hacen, más del 70% son condenatorias.
Tanto Filgueira como Raquel Castillejo consideran que, ya en sala, no se juzga desde una perspectiva de género: persisten los estereotipos, los imaginarios sociales del patriarcado y la cultura machista. Si bien Galicia cuenta con dos juzgados especializados – uno en Vigo y otro en A Coruña – «no hay tradición ni formación preocupada. Se empieza ahora, pero con muchas carencias», asegura Filgueira.
Respeto de la Ley de Violencia de Género, Castillejo comenta que en su día fue pionera, pero 15 años después, se está viendo que «no paraliza al maltratador». Del mismo modo el Código Penal merece de una revisión para «adaptarnos al momento». Las campañas contra el maltrato, según Filgueiras, «no son efectivas». El Convenio de Estambul que entró en vigor en España en el 2014 advertía de que debían dirigirse a los hombres, mas pocas veces esto se cumple. Muchas de ellas vienen reforzando estereotipos – el ojo morado – y estigmas sobre las mujeres víctimas – son pobres y sin estudios -. «Nunca ves en las campaña a una mujer rica, en su chalé, con el ojo morado», sentencia Filgueira.
El EDUCATIVO: LAS CONSCIENCIAS DE LA JUVENTUD
La actuación penal no debe ser el único recurso frente a la violencia de género. Mudar imaginarios colectivos y maneras de relacionarnos es parte fundamental en esta lucha. Los roles se asumen desde que nacemos, de manera que ya pequeños y pequeñas somos víctimas de un sistema que nos prende. Un nuevo mundo pasa por comprender estas conductas defectuosas, educar emocionalmente, cuestionar masculinidades y generar otras nuevas.
En esta manía anda Jorge Boga, que lleva un tiempo impartiendo aulas sobre género y diversidad por diferentes colegios de Galicia. Cuenta que adapta sus contenidos en función de la etapa que le toque, desde infantil hasta la ESO. «En Primaria hago muchos juegos que demuestren la desigualdad que existe, y a medida que voy subiendo cursos, voy hablando de conceptos más concretos. En la ESO ya no tengo límites».
Por lo que siente en el aula, considera que la juventud está formada, pero que no debemos caer en el ‘espejismo de género’: «no todo está hecho, cuando me hablan tienden a ser correctos, dicen que en el hogar las tareas son compartidas, pero eso en muchos casos no es cierto». El feminismo es una lucha por la que se sienten abanderadas, mas también hay quien lo sigue equiparando al machismo. «Se mantiene el estigma», asegura. Además, Jorge observa que los celos son vistos aún hoy como algo positivo, como una muestra de amor a la pareja.
En estos tiempos donde los discursos políticos se radicalizan y se legitiman falsedades, se corre el riesgo de que estos nuevos argumentarios cuajen en la gente joven. «Me he encontrado con casos de chavales que reproducen el ideario de Vox», sentencia Jorge, que apela a una educación desde una perspectiva de género que abarque todos los contenidos educativos. Igualmente lo considera Raquel Castillejo, que asegura que estos discursos «calan de mala manera». «Y es lo que menos precisamos».
El PSICOLÓGICO: REHACER UNA VIDA
La última cara de esta nuestra moneda va a parar a la labor de la psicología. La atención terapéutica a la víctima a lo largo de todo el proceso y orientada a rehacer una vida es un eje vertebrador de esa recuperación. En Galicia, la Xunta junto con el Colegio Oficial de Psicología ofrece un programa de atención a víctimas de violencia de género cuyo acceso es gratuito y se garantiza una respuesta antes de las 48 horas. Se trata de un convenio a través del que una mujer puede solicitar atención, además, cerca del lugar donde habite. En lo que va de año fueron incluidas en este servicio más de 400 mujeres.
«Es importantísimo que se sientan atendidas, que vean que alguien las está escuchando, que las está creyendo«, asegura la coordinadora del programa, Mariluz Losada. «Nuestra función es ayudar a la mujer a integrar la experiencia vivida de tal manera que forme parte de su historia sin que haga daño a medio o largo plazo». La contextualización de lo que ocurre y la explicación a las mujeres de por que llegaron a sufrir tal situación es un primer paso para superarla. El patrón psicológico que presentan viene trazado por el miedo y la sensación de irrealidad. «A pesar de la orden de protección, algunas siguen teniendo amenazas. Quizás no directamente del agresor, pero sí del entorno que les da información», cuenta Losada.
Desde los juzgados y desde la educación hay que poner trabas al avance de la violencia. Desde la atención psicológica hay que regenerar. ES la punta del iceberg de un sistema social asentado en el patriarcado que hace falta desterrar ya.
