Teniendo por delante que la política es la expresión de la sociedad en que se vive, resulta complejo ver que son cinco hombres y ninguna mujer quien se disputa la presidencia del Gobierno del Estado de cara a este 10N. En los debates electorales, son esos mismos cinco hombres los que salen discutiendo alrededor de la igualdad y de las políticas de género. De hecho, la periodista Ana Blanco no dejaba pasar la ocasión de hacer referencia a la foto de grupo de aquel plató del pasado lunes, donde la paridad brillaba por su ausencia, como siempre sucedió. En la historia de este Estado nunca hubo la oportunidad de votar en las urnas una mujer para presidenta. Ellas siguen siendo las segundas.
La relación entre el género femenino y el poder no fue sencilla y sigue sin serlo. Cuando hablamos de la mujer que entra en la élite hacemos hincapié en su exterioridad: decimos que «rompió el techo de cristal», que «llamó a la puerta»… En definitiva, que se apodera de algo que no le corresponde, que es ajena a ese poder. Por si fuera poco, vivimos una época en la que la comunicación política se basa en los hiperliderazgos; en unos «hiperliderazgos masculinos».
¿Qué espacio ocupa la mujer en este contexto? ¿En qué medida es escuchada? ¿Qué derechos se fueron consiguiendo y cuáles quedan por delante? GC habla con cuatro mujeres que entraron en la política gallega en la década de los ochenta y de los noventa. Saben el que avanzamos, lo que retrocedemos, y ven con perspectiva el paso de la mujer por la política. Ellas son Marisol Soneira, del PSdeG, Pilar García Negro, del BNG, Manuela López Besteiro, del PPdeG y Dolores Villarino, del PSdeG. La politóloga Isabel Diz Otero da las puntadas precisas para acabar de comprender el papel de la mujer en el campo.
El HIPERLIDERAZGO MASCULINO
Frente a la pantalla del debate a cinco del pasado lunes, estas cuatro mujeres reflexionaban sobre la cuestión de género. Pilar García Negro, activista y diputada en el Parlamento Gallego del 1989 al 2003, observaba dos cuestiones fundamentales: la «ocupación» de un poder de manera «absolutamente monopólica» y el «aprovechamiento demagógico» de una «etiqueta» que es la preocupación por la suerte de las mujeres. Se trata esta, a su modo de entender, de una posición «totalmente paternalista».
«Terrible», piensa Marisol Soneira. «Intenta taparse con puro merchandising. Unidas Podemos puede llamarse así, pero si no aparece un señor con coleta, no es Podemos suficiente», relata. La cara visible de los partidos se concentran en una sola persona, el líder. En este sentido, Dolores Villarino, primera mujer en presidir el Parlamento de Galicia no hace tanto – en el 2005 -, considera que la ausencia de mujeres corresponde al «sobreesfuerzo» que deben hacer para estar nos primeros puestos de cualquier institución o empresa. «Es increíble ver la foto de ese debate. Aún queda mucho por andar, pero nacimos para nadar la contracorrente», cuenta.
«Que no haya ninguna mujer candidata a la presidencia del Gobierno quiere decir que no hay ninguna mujer en la que se habían fijado los partidos políticos? Yo pienso en mujeres en concreto que podrían serlo perfectamente. Podría decirte nombres». López Besteiro, diputada del PPdeG desde lo 1990, cree que las cosas para las mujeres se ponen más difíciles a medida que los niveles de responsabilidad se van haciendo mayores. «Muchos hombres siguen teniendo la mentalidad de que las mujeres son seres débiles».
TRABAS Al LIDERAZGO FEMENINO
En la época en que estas cuatro mujeres entraron en la política, el espacio era aún menos acogedor que ahora para el género femenino. Ni la tradición histórica ni la cultura heredada remaban a su favor. «Cuando ponías encima de la mesa el nombre de una mujer formada y con capacidad de trabajo, sólo decían: ‘y esa chavala está casada?’, ‘no tiene un niño cautivo?’, ‘no tiene una suegra que cuidar?'». Contra eso peleaban las políticas como Marisol Soneira, que cuando llegaban las diez de la noche en una reunión, se comenzaban a remover en el asiento porque otros deberes las esperaban en la casa. «La presión social y usos y costumbres pesaban como una losa!», dice.
Todas ellas trabajaron fundamentalmente entre hombres. Villarino incluso «normalizaba» aquella presencia minoritaria de las mujeres. López Besteiro también se había acostumbrado a trabajar de aquella manera: «nos temas que tenían que ver con la igualdad había que convencer la mucha gente». Hacer un esfuerzo adicional para que las tomaran en serio era el pan de cada día. Había que estar alerta. «Yo siempre me revelé contra cualquier imposición por el hecho de venir de una autoridad masculina. Procuré no dejarme avasallar o resignar nunca«, mantiene García Negro.
En la primera legislatura de López Besteiro no había más de cinco diputadas en todo el parlamento. En términos de presencia y participación política, el avance ha sido muy significativo. «El éxito del principio de paridad» y las cuotas o las medidas de presencia más fuertes hizo que el balance final fuera «positivo», cuenta Diz Otero. Con todo, el camino de las mujeres para llegar a los cargos más altos es más dificultoso. Por una parte, porque hay un poso machista que pervive. Soneira recuerda que en el seno del PSOE se habían dado dos procesos de primarias en las que las mujeres candidatas perdieron el voto de la militancia. «Aún hay inercias a vencer». Pola otra, porque la conciliación laboral-familiar es compleja de gestionar. Segundo a politóloga Diz Otero, «vivir en pareja y tener hijos condiciona» la relación de las mujeres con la política: muda el interés, el nivel de participación, la presencia en listas electorales… «Es fundamental un cambio nos horarios de la política para adaptarlos a la necesaria conciliación», reivindica.
Para Diz Otero, esta mayor presencia de mujeres en la política, si bien es fundamental, tampoco acaba con el problema. «Hace falta que esas mujeres que se incorporan lo hagan con una perspectiva de género». En este sentido también habla García Negro, que considera que de ese incremento cuantitativo no se puede deducir que hayan cambiado las cosas para la mayoría social femenina. «Hay mucho trabajo no reconocido, no retribuído», cosa que impide esa «emancipación económica» que trae de la mano esa otra «emancipación psicológica».
PUESTOS Y TRAYECTORIA: ¿DÓNDE ESTÁN Y POR CUÁNTO TIEMPO?
Romper con la «exclusión factual y legal» de las mujeres, como explica García Negro, fue un primero paso decisivo, un «tributo a la realidad humana y a la justicia». Ahora bien, ¿qué espacios ocupan las mujeres y por cuánto tiempo? Sigue existiendo una clara diferencia entre los puestos en los que trabaja uno y otro género: la llamada política fuerte (Defensa, Interior, Economía…) viene dominada por los hombres, mientras que el relativo a Política Social, Cultura, Educación… suele relacionarse con las mujeres. «Seguimos sin estar en todos los lados», constata Diz Otero. Con todo, respeto de la consideración de políticas fuertes, la politóloga apela a mudar el foco: «¿Realmente cuáles son las políticas que tienen más presupuesto o más impacto en la vida de las personas?», se pregunta.
Por otro lado, las mujeres que participan en política, lo hacen un período de tiempo menor que los hombres. Aquí entra en juego la renovación de las listas. Soneira cuenta que siempre eran las mujeres las que rotaban, y por el contrario, los hombres casi nunca se renovaban. Hoy en día se mantienen las dinámicas. «No está demostrado que tenga que ver con las dificultades de conciliación, pero las mujeres tienen unas trayectorias políticas más cortas que los hombres», asegura Diz Otero.
CAMINO POR DELANTE
Soneira considera que si nos sus inicios hubiera seguido el patrón que se le encomendaba como mujer posiblemente nunca habría tenido aterrizado en el Parlamento Gallego. Villarino reconoce que le molestó el hecho de protagonizar noticias por ser la primera mujer en presidir la Cámara gallega. «Llevaban 25 años. Que en 25 años no hubiera ninguna mujer capaz no me lo creo!». Por delante queda todo un camino que continuar andando para conseguir unas condiciones socioeconómicas más favorables a la mujer.
Para estas cuatro mujeres políticas, las claves para un futuro de igualdad están en el trabajo y en la educación. «La primera falta de igualdad surge en los hogares, si no educamos los niños y niñas en valores, repetiremos los mismos esquemas», asegura Soneira. García Negro también echa en falta mensajes dirigidos a las propias mujeres adolescentes y en edad laboral para que no «caigan en las trampas que muchas de nosotros tuvimos que superar». Villarino, por su parte, apela a estar presente, de una vez por todas, en los centros de poder: «Hay que hablar de él sin miedo. A mí me gustan que las mujeres se sientan poderosas, que compitan, que sean ambiciosas. Eso me encanta. El día que tengamos claro que para estar en el mundo más pequeño también tenemos que estar en los centros de poder, no habrá quien nos pare. Y ya case no nos para nadie…».
Estamos en el camino. Resta no dar pasos atrás en los derechos ya conseguidos y luchar por una mayor visibilización de la voz pública de las mujeres. ¿Cuándo liderará el género femenino en igualdad de condiciones?
