«Es como si te pidieran conducir de Madrid a Sevilla por una carretera llena de baches. ¿Qué haces? Revientas el coche en medio del camino. Eso si es que tienes coche». Isabel B, maestra de Educación Primaria de un colegio gallego del que prefiere no decir su nombre, se sirve de esta analogía para describir desde el otro lado del teléfono la situación que atraviesan los centros educativos con la pandemia a cuestas. La tercera onda de Covid trajo un enero negro con cifras récord que se resisten por el momento a una desescalada decidida, y en los colegios, muy próximos a la barrera de los 4.000 contagios, la pandemia también está dejando notar lo caro que costaron los encuentros de Nadal.
Con todo, a pesar de los imponentes datos, desde el punto de vista sanitario y «contra lo que se podía esperar al inicio del curso», el presidente de Anpas Galegas, Fernando Lacaci, observa que los centros escolares «no están siendo lugares especialmente problemáticos», puesto que los mayores contagios se producen fuera de los colegios y no llegan a conformar cadenas de transmisión en su interior. Sin embargo, las protestas que se sucedían sin descanso al inicio del curso siguen hoy en día totalmente vigentes: la falta de recursos materiales y personales complican las posibilidades de garantizar una educación de calidad, sobre todo, para aquellas crianzas que no pueden asistir presencialmente a las aulas por estar cuarentenadas o ser de riesgo ante la Covid.
Si bien el trabajo del personal docente se «multiplicó por tres durante la pandemia», asegura de primera mano Isabel, en Educación Infantil y Primaria no se procedió a ningún tipo de incremento de personal derivado de la Covid. El anuncio de la contratación de 847 profesores por parte de la Xunta de Galicia en septiembre quedó en poco más de 220 interinos. «En los centros de Secundaria hay una disparidad de situaciones muy grande: hay zonas donde las ratios sí se redujeron hasta los 15 alumnos y se desdoblaron aulas; y otras donde se mantienen en máximos, previa colocación de mamparas. En Infantil puedes encontrar aulas saturadas con 25 niños y niñas de 3 y 4 años sin máscara», explica Suso Bermello, secretario nacional de CIG-Ensino.
Las críticas a la Consellería de Educación llueven también de la mano de la Confederación de Anpas Galegas, que indica que «no supo, ni quiso, preparar este curso académico con atención». Se produce, mantienen, una «maldistribución» de los fondos por parte de la Xunta, que en noviembre del pasado año 2020 anunciaba una nueva inyección de 7,2 millones de euros en ayudas directas a centros personales y concertados. «Mientras la enseñanza concertada» – dice concretamente Lacaci – «se exalta de tener medios y dotaciones abondas, en la Enseñanza Pública se discute cada céntimo de presupuesto y cada hora de atención».
LA «FANTASÍA» DEL PLAN DE ENSEÑANZA VIRTUAL
Las quejas por la carencia de recursos tejen la mayor parte del relato de las fuentes consultadas por Galicia Confidencial. El punto en el que más se duele el sistema educativo tiene que ver con la educación digital para el alumnado confinado. En este sentido, la situación en los centros, «con ligeras correcciones», es «básicamente la misma que había en marzo», señala Lacaci. Entre críticas de sindicatos y comunidad educativa, la Xunta había lanzado ya con el curso comenzado, en noviembre, un Plan de enseñanza virtual por el que pedía a los centros que, en un plazo de una semana, presentasen sus «horarios espejo». Bajo este sistema,el profesorado debía replicar de manera virtual el horario presencial en caso de que toda el aula había quedado confinada.
«Una fantasía animada» son las tres palabras con las que Isabel describe este plan. «La administración está dando palos de ciego», porque, segundo explica, «falla directamente la infraestructura» para poder desarrollar un método de enseñanza no presencial. «No hicieron nada para que la comunidad educativa tenga los recursos suficientes y redes de calidad para trabajar online: faltan ordenadores y muchos son auténticas patatas, no se trabajó para corregir la brecha digital, y nadie asegura que las familias, en una situación como esta, tengan poder adquisitivo para pagar la factura de Internet, porque hasta esto es mucho hablar en algunos casos». Los problemas no tardan en agolparse.
La formación que puede adquirir el profesorado, bien mediante cursos de la Xunta o bien por su cuenta, se queda «chafada porque resulta imposible llevarla a la práctica»: «¿De qué sirve todo eso si después conectamos el portátil y cae a los cinco minutos?», se pregunta Isabel. Esta paradoja se suma a otra crítica relacionada con la dependencia del sistema a la voluntariedad del profesorado: atender al alumnado y comunicarse con las familias implica «emplear medios personales» y echarle horas más allá de las jornadas establecidas. «Llegamos a la casa y trabajamos con nuestros portátiles, con nuestra red de Internet, con nuestros móviles… El tema de la privacidad ya queda en uno segundo plano», explica esta maestra.
«Mientras exista brecha digital» -añade taxante- «hablar de educación online vende, pero se queda en saco roto». Los problemas de conexión a la red se extienden por zonas rurales y barrios de las ciudades que muchas veces «coinciden con espacios más vulnerables desde el punto de vista socioeconómico», donde, explica Lacaci, pueden encontrarse situaciones de «escasa alfabetización digital» como para recibir una educación telemática. «Confundimos el uso fácil de las redes sociales o de los videojuegos con el dominio de una formación informática práctica», relata. En este punto también coincide la maestra Isabel B., que echa en falta formación para el alumnado. «No entiendo como no hay clases de nuevas tecnologías donde se les explique a los niños qué es eso que tienen entre sus manos».
«Es bastante estúpido» – a ojos de Lacaci – «pensar que un problema así se resuelve poniendo un ordenador en casa». Y esto, en caso de que lleguen, porque de la compra de ordenadores y medios de conectividad impulsada por el Gobierno español, Galicia «no recibió ni el primero», advierte Suso Bermello, mientras que la Xunta «juega con el que ya hay en los centros». Brecha digital, falta de medios y formación muy desequilibrada por parte del profesorado y alumnado configuran el cóctel perfecto para que el Plan de enseñanza virtual de la Xunta se quede, en muchos casos, en papel mojado. La conclusión a la que llega Bermello es clara en este sentido: «Si se tuviera que producir a día de hoy un nuevo confinamiento general, a pesar de la propaganda de la consellaría, no estaríamos en las penosas condiciones de marzo, pero estaríamos muy lejos de garantizar una universalidad de la teledocencia».
MEDIA CLASE EN CASA Y MEDIA EN LA ESCUELA
Una de las situaciones más comprometidas, sobre todo ante esta tercera onda de la Covid, se da en aquellos casos donde parte del aula está en cuarentena y la otra parte asiste presencialmente a la escuela. Este alumnado confinado se encuentra con «grandes deficiencias» para mantener el hilo de las materias. «Depende de la voluntariedad del docente y de cuánto se sobrecargue de trabajo. Juegas con la responsabilidad y con el bueno hacer de la inmensa mayoría de la docencia», señala Bermello.
El caso de María, nombre ficticio de una maestra que prefiere guardar su anonimato, se vuelve paradigmático en este sentido: ella llegó hace dos semanas a un nuevo colegio para ocupar el puesto de una maestra de baja por Covid y, desde el segundo día, tuvo que enfrentarse a una clase donde sólo entre tres y siete crianzas asistían presencialmente de un total de 22. «Fue complicado porque no conocía la realidad de los niños, y así es difícil trabajar con ellos», relata a Galicia Confidencial. Con todo, María respiró al ver que las crianzas (ya de quinto de Primaria) estaban familiarizadas con el aula virtual, aunque asegura que ante la disparidad de niveles en cuanto a manejo de las herramientas, intentó limitarse a la subida de fichas y presentaciones para que los alumnos pudieran hacer en su libreta. «Cuando regresaron de nuevo a la clase dedicamos un tiempo a corregirlo todo», cuenta.
En su caso, el alumnado podía acceder «más o menos» sin problema, bien desde lo ordenador, la tablet o el móvil, relata. A su ver, ahora las crianzas están «más preparadas que en marzo: saben que existe ese recurso del aula virtual y tienen más seguridad; es importante hacerles el hábito para que sean autónomos en ella». Pero advierte: «desde la casa no se trabaja igual. Las explicaciones, metodologías, tipo de trabajo y tiempos deben adaptarse».
MÁS ALLÁ DE UNA «BATERÍA DE PDFs»
Precisamente esta es otra de las peticiones de Anpas Galegas: «Trabajar en el salto la una formación digital que no consista sólo en digitalizar el analógico, sino en cambiar el enfoque para dar una formación diferente», relata Lacaci. «Hay casos excepcionales, pero lo que se está entendiendo por enseñanza no presencial no es más que una batería de PDFs colgados en una página para que el alumnado los haga por su cuenta. No hay avance en la interacción no presencial, entre otras cosas, porque el cuadro de profesorado no se incrementó lo suficiente, y uno no se desdobla ni le aparecen las horas de la nada», añade.
La Covid podría responder a la metáfora de un «viento fuerte que lo destapó todo». Las Ampas piden un sistema donde las familias estén más representadas, donde se adapten los currículos educativos a las circunstancias, y donde se refuerce el acompañamiento emocional al alumnado. «Estamos preocupados por los chicos que tienen necesidades de apoyo educativo, son los grandes olvidados de todo este proceso», añaden. «Si algo sirvió la pandemia fue para equiparar por debajo a todo el mundo. Hay que avanzar pasos de gigante», remata Lacaci.