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Masculinidades tradicionales ante la Covid: menos sensación de riesgo y más exposición al virus

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Una mirada de género a la situación actual puede dar varias claves para entender los efectos que la Covid-19 está teniendo en la sociedad. Tanto el primer confinamiento como las actuales restricciones a la movilidad y demás medidas implantadas por las autoridades para el freno de la pandemia se convierten en un laboratorio social privilegiado en el que analizar cómo nos enfrentamos a una situación de riesgo según nuestros modelos mentales de construcción de las identidades. El resultado? Ser hombre no tiene el mismo significado que ser mujer en medio de una crisis sanitaria como esta. Los estereotipos de género que aún rigen en la actualidad se ven, incluso, reforzados; y las actitudes de las masculinidades hegemónicas (que no de todos los hombres) tienden a poner en riesgo la salud propia y del entorno próximo. Vayamos paso a paso.

Toda crisis tiene un impacto mayor en aquellas personas que se encuentran en una situación más precaria y que están más vinculadas al ámbito de los cuidados. Esta no es una excepción. Mucho de lo que está aconteciendo tiene que ver con cuestiones de género desde el momento en el que existe un reparto desigualitario en las tareas, en los tiempos y en los usos que hacemos de los espacios. Si algo está demostrando esta crisis es que, por paradógico que resulte, nada está cambiando – por lo menos en cuanto a la desigualdad de género -; pero sí es cierto que la pandemia «pone en evidencia la crisis del sistema heteropatriarcal», tal y como indica la psicóloga Vanessa Rodríguez. Una crisis que, además, interpela directamente los hombres a enfrentar un gran reto: el de deconstruirse, el de desterrar masculinidades hegemónicas que, sobre todo en las generaciones de mayor edad – que precisamente son las más vulnerables ante el virus -, pueden incluso convertirse en un factor de riesgo.

MASCULINIDADES HEGEMÓNICAS Y ACEPTACIÓN DE RIESGOS

En primer lugar: ¿de qué hablamos cuando hablamos de masculinidades hegemónicas? El término fue propuesto por la socióloga australiana R. W. Connell en la década de los 80 para definir el modelo de comportamiento de los hombres que los lleva a adoptar una posición dominante. Rechazar todo aquello que se considera «femenino», mostrarse poderoso, duro y sin sentimientos, y adoptar prácticas temerarias son algunas de las características que definen este modelo. Cada vez más observamos nuevas tendencias que se alejan: son esas «masculinidades en tránsito que empiezan a entender los cuidados y a incorporarse en la corresponsabilidad», explica el sociólogo y experto en nuevas masculinidades, Jorge García Marín, que reconoce que no es, ni mucho menos, tarea fácil, puesto que se trata de «modelos de socialización» asentados en el más profundo de nosotros.

Ahora bien, ¿qué tienen que ver las masculinidades hegemónicas con el riesgo ante la Covid-19? Está demostrado que existe una temeridad más alta entre los hombres, que se exponen a un mayor número de riesgos para demostrar su «virilidad», cosa que repercute, directamente, en los autocoidados. «No es casual que los delitos de sangre, los accidentes mortales de tráfico o el consumo de alcohol sean, sobre todo, masculinos», apunta la socióloga especializada en Violencia de Género, Silvia Pérez Freire.

En el caso de la Covid, y según un estudio de Funcas del 16 de septiembre del 2020, «las mujeres reconocen en mayor proporción que los hombres el temor al virus: tres de cada diez de ellas (29%) declaran tener «mucho» miedo a un contagio, una proporción que entre hombres no llega a una quinta parte (17%). Además, la opinión contraria a uno nuevo confinamiento está ligeramente más extendida entre hombres que entre mujeres (un 32% frente a un 28%). Y sobre el disfrute del verano, el porcentaje de quien salió de vacaciones entre hombres es de un 55% frente a un 44% de las mujeres.

Desde las masculinidades que viven más al límite, se puede percibir una tendencia a «minimizar las consecuencias negativas del virus porque no lo ven como riesgo inmediato», habla García Marín, convencido de que «las mujeres asumen más ese trabajo de limpieza y de estar encima de la jugada». En este contexto, acatar determinados mandatos o recomendaciones como poner la mascarilla, guardar las distancias o quedar en la casa todo el posible, pueden suponer, «para determinadas generaciones, algo muy complicado de asumir al ver coartada su libertad personal», indica Pérez. Una cuestión que también tiene que ver con la «merma de la empatía social» que implican las masculinidades tóxicas. Los disturbios contra el toque de queda de las últimas semanas en varias ciudades del Estado, protagonizados principalmente por hombres, ejemplifica este tipo de conductas más radicales.

Esta realidad que se refleja en los datos y que puede percibirse también en conversaciones del día a día está relacionada con diferentes variables que entran en juego: la tendencia a no verbalizar las emociones y las debilidades, la precariedad de los cuidados y autocoidados y el cierre de lugares de socialización que servían para reforzar estas masculinidades tradicionales. Veamos.

VULNERABILIDAD

«Desde los estererotipos marcados por la masculinidade hegemónica se fomenta en los hombres actitudes basadas en un precepto de estar en actividad, tomar iniciativas y no mostrar ni vulnerabilidad ni las propias emociones«, indica la psicóloga Rodríguez. Por eso, puede ser «especialmente dificultoso» hacer frente a una situación de crisis sanitaria que nos sitúa a todas las personas, precisamente, en esa vulnerabilidad. «Ser hombre en estos momentos y asumir que estos sentimientos no pueden tener cabida puede acarrear un repliegue emocional al sentir que las propias vivencias no son validadas». La frustración y la decepción derivadas, por tanto, afectan a su salud emocional, expone la psicóloga, por eso destaca la importancia de «hablar de los beneficios de salir de este modelo». «Ganaríamos todos, y ellos los primeros», añade Sílvia Pérez.

CUIDADOS Y AUTOCOIDADOS

Otro de los puntos llave. Culturalmente los cuidados siempre recayeron de manera determinante en las mujeres, pero en una situación como esta en la que la salud depende de la responsabilidad individual, se evidencia la relación precaria que existe entre las masculinidades tradicionales y los cuidados y autocoidados. «Los hombres no sinten todo esto como ámbito propio. Hay algunos que tímidamente se comienzan a incorporar y otros, los menos, que ya lo han asumido», analiza García Marín, aunque «suelen encargarse de cuidados con fecha de caducidad«, esto es, del cuidado de las crianzas antes que del cuidado, por ejemplo, de una persona con alzheimer.

En cuanto a los autocoidados, las dinámicas generales están relacionadas con la asunción del riesgo y con la dificultad para mostrar las emociones. «Que un hombre acuda a un especialista para su propio cuidado pone de relieve la propia vulnerabilidad y la dependencia de un ‘otro’, algo que en una sociedad que fomenta un modelo de hombre independiente y autosuficiente puede ser vivido como un fallo dentro del propio ser», explica Vanessa Rodríguez, que indica que en este sentido, comienzan a verse cambios. Con todo, estas delicadas relaciones entre hombres y (auto)cuidados pueden «amplificar los conflictos familiares» -indica ahora García-, derivados del aumento del tiempo de convivencia y de las fricciones que se pueden producir en este entorno.

LUGARES DE SOCIALIZACIÓN Y HOGAR

En este sentido, los espacios y sus usos tradicionales – que ahora se ven alterados por las restricciones – también juegan un papel importante. Y es que hay una serie de escenarios donde los comportamientos hegemónicos y las masculinidades «se performativizan». «Hablamos de los bares, del fútbol o de los clubes de alterne, por poner tres campos sociales», se explica García Marín. El cierre de estos espacios clásicos de interacción tiene un «impacto muy grande» en estos modelos concretos de socialización y lleva a «reforzar mucho más las masculinidades tóxicas por medio de otros canales», como las redes sociales y foros del tipo de ForoCoches («el bar de Internet», según describe su creador), donde dar rienda suelta a esos trazos de la masculinidad.

Es interesante también centrarse en la naturaleza y los motivos de la exposición al virus en algunos casos. Si bien estos espacios de «ocio» tienden a estar masculinizados, del otro lado, en los espacios profesionales donde el riesgo de contagio también es elevado como los hospitales, la primera línea está formada por mujeres. Según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, case un 80% del personal de enfermería está conformado por mujeres; y más del 70% de los contagios entre personal sanitario les corresponden a ellas.

Por otro lado, las relaciones en el hogar, ese espacio en el que ahora pasamos un tiempo mayor, también se ven más o menos alteradas. «Las mujeres suelen tener una vida más activa en el interior, y esto puede provocar cierta desubicación de los hombres que forman parte de una composición familiar tradicional al no saber bien cómo incorporarse a las dinámicas familiares, o no saber ejercer funciones que identifican como más femeninas», explica Vanessa Rodríguez. Por otra parte, en aquellos hombres con conductas violentas dentro del hogar, este contexto puede suponer «la tormenta perfecta para ejercer un comportamiento controlador», indica Marín. Y las cifras así lo confirman: las peticiones de ayuda por violencia de género se dispararon un 61% durante lo estado de alarma, según datos del Gobierno estatal.

ANSIA DE REFERENTES: FERNANDO SIMÓN Y LAS MASCULINIDADES

El camino hacia la construcción de nuevas masculinidades es largo y difícil, y esta crisis de la Covid, teniendo en cuenta otras experiencias de crisis anteriores, «producirá un repliegue de los progresos conseguidos», pronostica la socióloga Silvia Pérez. Es una piedra en el camino a todos los niveles, y en este también. Por eso, la responsabilidad es, si cabe, mayor. ¿Cómo hacerlo? «Hay que ir a la base. Crear nuevas masculinidades entra dentro de un proceso de sedimentación en el que hay que comenzar educando a los niños y niñas en la coeducación y en procesos igualitarios», analiza Marín.

No ayuda, en este sentido, la falta de modelos de identificación a nivel simbólico en la televisión y en otros medios. «De hecho, hay una necesidad de buscarlos», indica el sociólogo. «Al inicio se habló de Fernando Simón como modelo de nueva masculinidad porque era un tipo tolerante… Y a mí me hacía gracia porque veía que le colgaban la medalla demasiado pronto», comenta en relación a la polémica acontecida en las últimas semanas con un comentario de Simón sobre las enfermeras. Los grandes hombres internacionales con poder, del nivel de Jair Bolsonaro, Boris Jhonson o Donald Trump, caminan en el sentido opuesto a los referentes masculinos que la sociedad precisa.

En estos tiempos difíciles, nós tocará pisar más firmes hacia la igualdad.

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