El gobierno federativo de Brasil no ha centralizado las políticas activas que sirvan para hacer frente al coronavirus en el país. Es más, el gobierno de Jair Bolsonaro está fomentando el uso de la Cloroquina, un medicamento contra la malaria, para frenar la COVID-19. Esta decisión ya llevó a la dimisión de dos ministros de Salud y a colocar en el puesto a un militar experto en logística. Un militar que usa aviones para llevar a los enfermos de un lugar a otro en busca de camas
La falta de iniciativa del gobierno federativo hizo que los gobiernos estatales y municipales tomaran sus propias iniciativas. “En el estado de Amazonas, donde vivo, estamos viendo especialmente la falta de actividad de este desgobierno” señala Iago Amoedo, doctorando en Antropología Social.
Las medidas del gobierno brasileño no contemplan el aislamiento social pero sí el uso de cloroquina, un medicamento contra la malaria. Esta decisión sin base científica sirvió para la aprobación del protocolo de la cloroquina por el ministerio de Salud, encabezado por un militar que “se dedica a contratar aviones con UCI para pasear a los enfermos dónde tengan camas dispoñíbles”. La inversión en otro tipo de tecnologías y medicamentos “ni se menciona”.
Sin una “cabeza visible” que capitalice la lucha contra la pandemia, cada gobierno estatal o municipal aplicó las medidas que vino como más idóneas. Esto tuvo consecuencias como las críticas del presidente brasileño contra gobernadores y gobernadoras que habían decidido aplicar la cuarentena o confinamiento en sus estados. Estas acciones sirvieron para que el gobierno federativo comenzara “una guerra mediática” contra esta autoridades.
Esa confrontación y polarización de la sociedad fue la misma estrategia que llevó al poder la Bolsonaro, “obligando a sus seguidores a posicionarse dentro de la guerra fratricida contra todas y todos los que defienden otra narrativa. “O estás conmigo, o estás contra mí, es su lema” dice Iago Amoedo.
GALLEGOS Y BRASILEÑOS FRENTE A LA COVID
“Todos y todas las gallegas que vivimos aquí trabajamos desde nuestras casas, tenemos ocupaciones mayoritariamente estables” dice Amoedo. Se sabe que parte de la comunidad gallega que vive en Brasil teletrabaja, por tanto estaría aplicando medidas de aislamiento social. A estas alturas no se conocen los efectos de la COVID entre gallegos y gallegas dentro del país latinoamericano.
Otra de las consecuencias es que la Amazonía está sufriendo la incidencia de la COVID en comunidades indígenas y agrarias. El gobierno central decidió crear un auxilio, una ayuda, de 600 reales durante tres meses. “Eso es un poco más de la mitad del salario base”. Hubo filas de gente para poder reclamar las ayudas que “fueron otorgadas primero por mes de nacimiento”.
Las condiciones para hacer frente a la pandemia desde hospitales en los estados de la Amazonía es descrita por Amoedo así: “ Itaituba es un ayuntamiento de más de 100.000 habitantes y tiene 4 camas, Santarém tiene 300.000 y tenía 20 respiradores”. La capacidad de este último fue aumentada en más de 30 camas. “La población que atiende es de más de um milllón de personas con 50 camas de UCI”.
FUTURO
A medio plazo la hipotética dimisión o moción de censura contra Bolsonaro es muy difícil. Algunos gallegos residentes desde hace unos años en el Brasil ven muy factible que el actual presidente se alíe con partidos de “centro”, lo que se llamarían aquí “partidos bisagra”, para apoyar gobiernos y salir beneficiados por sus apoyos.
La vía judicial para retirarle la presidencia al actual mandatario también es impensable de momento. Incluso seguidores de Bolsonaro habrían lanzado cohetes contra el edificio del Supremo Tribunal Federal. Este Tribunal envió una serie de mandatos de investigaciones sobre personas del gabinete presidencial o relacionadas con el mismo. Y dentro de toda esta situación son “más de 1.000 muertes por día”.