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Trabajadores de supermercados: «Se están volviendo de oro pero nosotros no les importamos nada»

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Son muchos los colectivos que a lo largo de estos días trabajan a destajo para mantener en funcionamiento los servicios mínimos del conjunto de la sociedad. Personal sanitario, personas encargadas de los cuidados, transportistas, repartidores, personal de los supermercados, personal de la limpieza… Están en primera línea frente al coronavirus. Mientras que la mayor parte de la población se resguarda en las casas, teletraballa y sale lo mínimo posible a la calle, estos colectivos no pueden escapar del trabajo presencial, que es más demandado que nunca.

En un estado de las cosas normal, se trata de empleos que suelen pasar desapercibidos, pero de pronto, el coronavirus despertó la consciencia de su carácter esencial en la vida diaria de las personas: en un momento de crisis, son ellos quien nos salvan. Esos trabajos pocas veces valorados y muchas veces precarizados son ahora quienes aguantan el sistema, quienes nos hacen no hundir, quienes resultan indispensables. Parece que si de algo sirven las crisis es para posar de nuevo los pies en la tierra.

Uno de estos colectivos es el de los trabajadores y trabajadoras de supermercados, que están en constante exposición al contacto con un montón de personas que pasan diariamente por sus establecimientos. En los primeros días de confinamiento la situación fue «un caos total», y aunque ahora los controles de aforo mantienen la situación algo más tranquila, el personal se queja del baile de protocolos de un día para otro y de la falta de medidas de protección para trabajar con seguridad.

SIN MÁSCARAS NI GUANTES

Uno de los empleados de un centro Carrefour de Galicia asegura que estuvieron cinco días desde el comienzo del estado de alarma trabajando sin ningún tipo de protección, sin máscaras y sin guantes. «Todas las medidas llegan tarde, vamos a remolque». El aforo, igualmente, comenzó a controlarse una semana después de que se hubieran establecido las normas del real decreto. Además, los protocolos «cambian cada dos horas». Según cuenta el trabajador, la dirección del supermercado no tiene claras las zonas a las que se debe restringir el acceso. «La destinada a los televisores llegó a abrirse y cerrarse tres veces en un día», relata. «La información llega tarde y llega muy mal; si era de contagiarse aquí, la gente ya se contagió».

Concretamente en su centro trabajan un total de 142 personas y entre ellos resulta «imposible» mantener la distancia de seguridad de metro y medio mínima para evitar los contagios por coronavirus. «Antes teníamos las cafeterías para poder desayunar, pero ahora están cerradas y a veces llegamos a juntarnos unas 30 personas en una sala de doce metros cuadrados«. Este empleado considera también que hay trabajadores a los que no deberían mandar a trabajar, ya que sus puestos no son ahora mismo indispensables. «Si los quisieran proteger, los mandaría para la casa. Esto es tenerlos expuestos seis días a la semana para nada«, sentencia.

HACER NEGOCIO

Preocupa también al personal la posibilidad de que algunos centros se acojan a la medida decretada por parte de la Xunta de Galicia sobre la libertad horaria de los establecimientos de primera necesidad. Por lo de ahora, supermercados como El Corte Inglés decidieron abrir también los domingos, decisión muy criticada por parte de los sindicatos. CCOO acaba de emitir un comunicado en el que afirma que «no es hora de hacer negocio» ni tampoco «de poner en riesgo la salud de las personas trabajadoras».

En el caso del Carrefour, el horario se redujo en una hora durante esta etapa de confinamiento. Con todo, el trabajador de este centro apostaría por una reducción aún mayor, ya que «se trata de minimizar el riesgo» y «no dar pie a que la gente salga de las casas». Además, la dirección les comunicó que esa hora que queda sin hacer deberán recuperarla cuando todo vuelva a la normalidad. «Estamos expuestos todos los días, pero ni eso te perdonan», critica. La sensación que se palpa en el ambiente es que «lo que importan es el dinero». «Un desastre total», zanja.

La impresión es la misma para la trabajadora del Gadis que nos cuenta su experiencia. «Ahora mismo se están volviendo de oro, están haciendo facturaciones de dinero enormes, descomunales, pero nosotros no importamos en absoluto«. Su situación es muy semejante a la del empleado del Carrefour. Recuerda con especial agobio la semana anterior al estado de alarma, unos días en los que se produjeron aglomeraciones de gente en todos los supermercados del país. «Era como si fuese a haber una guerra. Case no podías decir ni ‘ay’ de tanto trabajo que tenías».

TRABAJAR CON MIEDO

Ahora, las aguas vuelven al cauce, mas siguen haciéndose colas infinitas y sigue siendo agobiante. Trabajar en estas condiciones se vuelve muy complejo. «Lo llevamos fatal, con mucha carga, muchas responsabilidades y mucho miedo. Estás tan asustada, tan miedosa, que hay discusiones casi todos los días… No estamos protegidas, no estamos bien«, cuenta esta trabajadora del Gadis. «Ni tienes ganas de ir a trabajar, ni te de las puesto al día… Es un constante estrés, cansancio, mal humor…».

Desde la dirección, las empleadas reciben un solo papel por semana con indicaciones a tener en cuenta. «De entrada ponen que te agradecen el trabajo, que sin nosotros no serían nada, y luego dicen que hay que mantener la distancia de seguridad – cosa que es imposible -, lavarse las manos continuamente, mantener la calma… Unas normas muy básicas». Durante todo este tiempo llevan trabajando sin máscaras y sin guantes, y ante la falta de medidas por parte de Gadis, fueron las propias trabajadoras quien decidieron tomar la iniciativa para protegerse: «Hicimos una máscara de tela y la hervimos en agua todos los días al llegar a la casa para desinfectarla».

Esta trabajadora asegura que hay personas con factores de riesgo trabajando en el supermercado, que tampoco hizo reducción en su horario. «La gente protesta, pero nada; como le caigamos todos veremos a ver qué hacen«. Lo razonable, según esta trabajadora, pasaría por establecer medidas de prevención efectivas e implantar turnos de trabajo más cortos. «Nosotros también tenemos familia en casa, yo vivo con personas de una cierta edad, con mis hijos… Hay miedo a los contagios».

IR AL SUPERMERCADO COMO EXCUSA PARA PASEAR

En cuanto a la actitud de la clientela, ambos trabajadores concuerdan en que la mayoría es respetuosa, mas lo cierto es que se encuentran con casos de todo tipo. «Hay mucha gente que no es consciente de lo que pasa y a la que le da igual todo con tal de llegar y arrasar«, cuenta la empleada del Gadis, que nota un aumento en el consumo de bebidas alcohólicas, carne y fiambre, además del ya famoso papel higiénico. «A veces no guardan las distancias, igual vienen con la máscara en cabeza, algunos no usan guantes, se apoyan en los mostradores, pagan con efectivo por más que se insiste en que es preferible pagar con tarjeta…».

El trabajador del Carrefour observa que alguna gente sigue viniendo a comprar en pareja o que visita el supermercado todos los días en vez de hacer una compra grande para toda la semana. «Esto no puede ser, si lo permitimos seguirán viniendo a pasear y el problema no se reducirá», señala. En los dos casos, en Gadis y Carrefour, pusieron un separador de metacrilato para que el contacto no fuera tan directo, pero sigue habiendo quien se acerca a los trabajadores sin máscaras y sin guantes. Su seguridad, recuerdan, también depende de las medidas de prevención que tomen los propios clientes, a los que se recomienda acudir a los supermercados lo mínimo posible y atender a todos los avisos y sugerencias que imponga el establecimiento.

Por lo de ahora, el día a día de estos trabajadores se está haciendo cuesta arriba. «Trabajas con preocupación porque sabes que si algún compañero tuyo coge el coronavirus, allá vamos el 80% de los trabajadores. Somos conscientes de que hay que trabajar, pero queremos hacerlo con una seguridad«.

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