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Wei Wei, de la China veloz a la Galicia pausada: «Tenemos que adaptarnos todos los días»

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En Galicia viven en la actualidad más de tres mil habitantes chinos. A la par de la globalización, sus característicos bazares se fueron expandiendo por todas las ciudades gallegas, y ahora también por las villas. Igualmente, la comida asiática cogió fuerza nos últimos tiempos. Siempre se dice de ellos que trabajan largas jornadas laborales, que nunca bajan las rejas de sus negocios, que viven por y para el trabajo. ¿Cuánto de lo que sabemos son tópicos? ¿Derá difícil huir de ellos una vez que llegan?

De esta vez, la protagonista de la serie de entrevistas ‘Llegada: Galicia’ es Wei Wei, una chavala joven que dejó su ciudad de 20 millones de habitantes, Tianjin, cerca de Beijing, para instalarse primero en Madrid, luego en Santiago y Vigo, y finalmente en A Coruña. Ella hizo estudios universitarios en China y se empleó en una empresa del país, pero su jefe quiso invertir en el extranjero. Su trabajo le permitió viajar mucho y su primera entrada en Galicia fue en el año 2009. Haciendo camino por el mundo acabó en un máster en Dirección de Empresas en la USC y luego en una empresa china de energías renovables emplazada en Madrid.

SUMERGIRSE Y CONVERGER

Dice que le gusta la aventura, conocer culturas. Finalmente se dejó caer en un pequeño bar de A Coruña que durante mucho tiempo se llamó café Traba, un histórico ya en la Calle Juan Flórez. Pero el uno de septiembre de este mismo año el Traba dejó de ser el Traba para convertirse en Meet Aquí, el nombre con el que Wei Wei presentaba su nuevo proyecto. «Tuve un solo mes para buscar local y piso, pero soy una chica que se adapta rápido«, se define sonriente.

Wei Wei no lleva más de un año hablando español, pero se desarrolla con soltura en esta lengua. Cuenta que antes de abrir el bar no tenía la oportunidad de charlar con el vecindario del lugar en el que vivía. «Sólo conversaba con gente de negocio, y sólo lo hacía en inglés, entonces no tenía ni idea de la vida de Galicia. Era como una turista más», relata. Ahora, el bar la animó y la obligó a tomar un mayor contacto con la gente del barrio. Porque pudo haber cambiado el nombre, pero los grupitos de señoras mayores que se acercaban todas las tardes a tomar el café al Traba no perdieron la tradición, ahora en el Meet Aquí. «Noto que la vida de los mayores es mejor que la de los xóvenes, más relajada…», observa.

«Intento conversar con los vecinos, y muchos hablan en gallego conmigo. Les gusta mucho, charlan sin parar!», va contando. «Mi sobrino también trae todas las semanas de la escuela un libro en gallego, y yo intento leerlo con él, pero es un trabajo!», ríe. El contacto con la lengua va sucediendo poco a poco en su día a día. Una de sus inquietudes es hacer del Meet Aquí una plataforma donde la cultura gallega y la china converjan. «Yo le quiero presentar a los gallegos cómo vivimos los chinos aquí y quiero que este sea también el lugar para los inmigrantes chinos. Muchos son muy jóvenes, no tienen experiencia de vivir fuera y pueden sentirse tristes. Si un día echan de menos a su familia, yo quiero que puedan venir a tomar una sopa caliente».

CHINA Y GALICIA: DOS RITMOS DE VIDA

«En China todo es muy distinto, trabajamos mucho, más de ocho horas al día». Según relata, es un país que cambia todos los días, ni ella misma es capaz de pillarle el ritmo, y menos desde la distancia. «China hasta para nosotros es demasiado rápida. Cuando regresas de vuelta ya lo notas. Cuesta porque no sólo tienes que adaptarte aquí, sino que también tienes que adaptarte allá cuando volvemos«.

A ojos de Wei Wei, Galicia es lenta, tranquila. Mientras mira pasar gente por la ventana de su cafetería, la joven va contando sus impresiones: «Me sentí muy relajada cuando viñen aquí, los ritmos de trabajo van despacio. Eso en los primeros años me hacía sentir feliz, tenía más tiempo para disfrutar, pero después de unos meses ya me notaba aburrida. Cuando paseo por la calle siento que todo está tan relajado que falta energía. En China todos los días entran ideas nuevas y no se pierde el tiempo para pensar. Todos los días tenemos energía nueva, todos los días nos movemos muy rápido. Aquí me falta algo«.

Wei Wei, en su bar / Uxía Iglesias

Esa energía de la que habla Wei Wei surge de un «fuego muy caliente» que los empuja a avanzar, explica ella. Nace dentro de cada persona, de cada familia. También piensa que hay costumbres y valores que la cultura china debería adquirir de la nuestra: «Nosotros no discutimos, cuando charlamos y tenemos opiniones distintas, no las exponemos. Eso necesitamos aprenderlo. Saber hablar las cosas aunque pensemos diferente».

El sistema educativo en el que Wei Wei fue educada no fomenta tanto la libertad de expresión como una competitividad superlativa. «Es costumbre competir entre nosotros. Si yo tengo un coche y mi vecino tiene otro mejor, eso me mete presión para obtener uno aún mejor que el de ellos». En el colegio eran unos 40 alumnos por aula y durante un tiempo vivió interna en la propia escuela. «Es mucho más duro que aquí. Yo sólo leía, estudiaba y escuchaba música. No tenía tiempo para hacer deporte. Cuando llegué aquí y vi que cada persona tenía su hobby deportivo…», dice alucinada.

«TENEMOS QUE ADAPTARNOS TODOS LOS DÍAS»

Wei Wei cuenta que la gente de aquí le parece abierta y amable, pero piensa que no se conoce bien a China ni a la población china. «Sólo se sabe la información de la tele y del periódico, no tienen puntos de vista distintos», dice. De ellos mismos, piensa que son más callados y reservados que los gallegos, pero que también se creó cierto estereotipo en torno a su manera de ser. «La mayoría de los dueños de los bazares no charlan y se quedan en la caja. Eso da una imagen de los chinos de que somos un grupo cerrado, pero no es siempre así», reivindica.

En su cafetería, Wei Wei prepara conversaciones para practicar idiomas. «Quedando en la casa no charlas con la gente. Vienen aquí, toman una taza de café, y si tienen la oportunidad, intercambian lenguas», explica. A esta joven no le gustan mucho las ciudades, y si bien casi siempre vivió en urbes, dice ser «una chica de campo». «Me gusta la vida, el tiempo en Galicia, me gusta tener un negocio, pero no solo para ganar dinero, sino también para difrutalo».

«Adaptarnos? Siempre nos tenemos que adaptar, todos los días. Pero el sistema educativo también nos aprendió a ser capaces de aceptar las cosas muy rápido», comenta. Su corta experiencia de camarera se le está haciendo algo complicada, pero Wei Wei siempre tiene las herramientas adecuadas para seguir hacia delante. Es una chavala enérgica, estratégica, con las ideas claras y con sus raíces muy presentes en todo cuanto hace. «Cuando veo algo chino, salto: ‘Hala, es mi China!’. Me llama la atención», cuenta sonriente.

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