Con la perspectiva del tiempo a espaldas, la manera en que hoy la sociedad ve y entiende la Constitución es muy diferente de como la vía y entendía en aquel año 78 en que siete señores bien traxeados afrontaban el reto de redactar la norma suprema del ordenamiento jurídico del Estado. Lo hacían aún con el poso pesado del franquismo sobre las ombreras. La pluma que escribía aquellas leyes tenía muy reciente una dictadura y por delante la gestión de un momento convulso, histórico, de cambios: la Transición, una Transición que no se sabe aún hoy hasta que punto fue tal Transición.
Aquel texto nacía un 6 de diciembre, tal día como hoy 41 años atrás, para construir los pilares de la democracia en la que ahora vivimos. En su momento cumplió con sus necesidades, mas en la actualidad son muchas las personas que defienden una reforma que la adapte a los nuevos tiempos. En estos últimos años, la Constitución anda en la boca de todos, mas nadie dio aún el paso de abordarla desde perspectivas diferentes. De sus fortalezas y de sus defectos hablan aquí cuatro personas expertas en la materia: Carlos Pereira y José Julio Fernández Rodríguez, catedráticos de Derecho Constitucional en la USC; Xosé Mosquera, histórico galeguista y profesor universitario en Ourense; y Paz Filgueira, jueza especializada en violencia de género.
UN BARCO QUE SÓLO NAVEGA EN AGUAS FÁCILES
«La Constitución del 1978 es como un barco que con buena mar ve yendo, pero cuando viene la gran borrasca del sudoeste, no da hecho». Así es como la define el catedrático Carlos Pereira, que argumenta que la principal fortaleza del texto fue la Transición: «Ningún gran grupo social, ningún territorio, se sintió particularmente herido ni perseguido». Según dice, entre sus páginas hay muchos de artículos que son buenos y que no se deben descartar. Semejante piensa José Julio Fernández, que asegura que fue válida y que lo sigue siendo «en grandes partes».
Siguiendo la metáfora del mar, la Constitución enseguida se encontró con ‘marexada a forte marexada’: redactada en un momento determinado y con vocación de futuro, dio con varias cuestiones inmediatas que cambiaban su sentido, entre ellas, la entrada en la Unión Europea. Esto mudó las competencias y hacía preciso una reformulación. «Hay cosas que con el tiempo no cogieron obsolescencia política, pero otras, en cambio, sí», piensa Xosé Mosquera.
Entre las que sí, los catedráticos crean una larga lista: la reforma del Senado, la clarificación de los repartos competenciales, la inclusión de la voluntad europeísta, el reconocimiento del pluralismo jurídico, político y territorial; la garantía de la separación de poder, la inclusión de la perspectiva de género y de la sostenibilidad ambiental o la adecuación a la nueva realidad digital. José Julio Fernández cita también otras duas cuestiones más concretas: eliminar la preferencia del varón sobre la mujer en el artículo de la sucesión de la Corona (57.1) y suprimir la denominación de ‘disminuidos psíquicos, sensoriales y físicos’ para referirse la personas con diversidad funcional en el artículo 49.1.
Voluntad de revisión no vislumbran. José Julio Fernández defiende la no reforma si no hay acuerdo suficientemente amplio y Paz Filgueira cree que no existe ningún partido a nivel estatal que plenamente considere que su electorado quiera una reforma constitucional. «A día de hoy alguno aún sigue pensando que ya cedió mucho de aquella, y por lo tanto invoca la no modificación», piensa Xosé Mosquera. Todo es cuestión de querer… «Cuando los que mandan quieren, como fue con el artículo 135, lo hacen en 15 días y en pleno verano», dice Pereira.
PERSPECTIVA DE GÉNERO
La carta magna cita sólo dos veces las mujeres. En el 1978 la igualdad se daba por hecha. La perspectiva de género ni se planteaba y la voz cantante la llevaban ellos, cosa que repercutió en su construcción. Paz Filgueira habla claro al respeto: «Es una redacción absolutamente masculinizada. Luego no había ley de paridad y en el Congreso no creo que había habido más que una diputada. Merece un estudio sensato y riguroso». Pide, como mínimo, el empleo de un lenguaje inclusiva y la adaptación al Convenio de Estambul, más considera que la incorporación de la perspectiva de género transversal a todos los contenidos exige un «trabajo serio por parte de personas muy cualificadas».
Xosé Mosquera también apela a mejorar la Constitución en este sentido para caminar hacia la igualdad real. «El lenguaje inclusivo es básico para la normalización social y de la vida política», considera. También defiende la necesidad de desarrollar fórmulas de discriminación politiva para lograr lo antes posible esta luchada igualdad. Carlos Pereira adopta una postura algo diferente: «Dudo que por reescribirla de forma que siempre ponga ‘diputados/las’ se vaya a ganar mucho en la sumisión del poder al derecho, en la división de poder o en el derecho de participación. Una Constitución que tenga vocación de dirigirse a toda la población, no debe asumir un planteamiento que no todos tienen el deber de compartir».
NUEVAS TECNOLOGÍAS
El entorno digital actual es otra de las cuestiones pendientes, aunque tampoco sobre esto existe consenso absoluto. Según Xosé Mosquera hay que adaptarla, mas «la realidad constitucional está lejos de eso». José Julio Fernández considera, igualmente, que debería contemplar ciertas garantías para ejercer los derechos en el ámbito digital, no sólo en el analógico. «Ampliar la protección de datos, delimitar la robótica y la inteligencia artificial, ordenar la seguridad en sentido informático, proteger los menores en el ámbito tecnológico… Sería interesante y avanzado introducirlo en el texto constitucional», sentencia.
Hoy en día las nuevas tecnologías atraviesan nuestras vidas de principio a fin. Con todo, hay quien no considera la Constitución el lugar idóneo para fijar ciertos derechos relacionados con el entorno digital. Carlos Pereira tiene claro que «no se le puede pedir eso la una carta magna que tenga voluntad de durar» en el tiempo. Además, piensa que con sus actuales artículos «ya podrían razonablemente hacer frente a estos desafíos». Y remata argumentando: «Si los que mandan están rendidos delante de las nuevas tecnologías, por agresivas que sean para las libertades personales, de poco serviría otra redacción u otro texto constitucional».
Lo cierto es que el nuevo entorno digital también modifica los parámetros de la libertad de expresión, otro de los temas problemáticos. Es quizás en este punto donde la Constitución menos se cumple. El dictado de la llamada Ley Mordaza colisiona de frente con el texto. Según Carlos Pereira es «impresentable» desde un punto de vista constitucional y para Xosé Mosquera «reduce la calidad democrática» del Estado. A nivel social, la carta magna también queda corta, considera Filgueira.
DIVERSIDAD TERRITORIAL
Este es el punto más conflictivo y entorno al que discurre buena parte de la agenda política de la actualidad. La distribución de competencias territoriales, la corrección de desequilibrios y la aceptación de la diversidad de identidades y sensibilidades dentro del Estado sigue siendo un reto al que no se dio una respuesta adecuada. «Los acontecimientos actuales evidencian que, sobre todo en el marco de la financiación e independencia de los territorios históricos, la Constitución precisa de un replanteamiento riguroso y serio«, remarca Paz Filgueira.
Carlos Pereira pone el foco en un «furor recentralizador» al que también hace referencia Xosé Mosquera: «Desde el interior – Madrid – tienen que hacer el esfuerzo de entender que existe un territorio que es diverso. La diversidad no es un problema, es una riqueza, pero aún no dieron el paso de asumirla», asegura. A raíz de las luchas catalanas por el derecho de la autodeterminación y la independencia, parece que el ‘constitucionalismo’ del que tanto se habla se convirtió en una «palabra-arma», defiende Pereira. Cuestión que también percibe Mosquera: «hoy en día hay un manoseo constitucional«.
«Si esto no se revisa, en vez de una vía, pasará ser un vallado», sentencia Pereira. Se verá qué pasa en el futuro: dejará de ser la solución para ser parte del problema? Lo será ya?