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La violencia sexual en la vida cotidiana: canciones y titulares que perpetúan la ‘cultura de la violación’

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La violencia sexual sobre las mujeres se rige por patrones de conducta que se repiten en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana: en la música, en la televisión, nos medios de comunicación… En la conversación más banal que podamos mantener con alguien. Esta violencia, en algunos casos sutil y en otros muy explícita, viene amparada por la llamada ‘cultura de la violación’ y, segundo las estadísticas, afecta cada vez la mujeres más jóvenes, menores de edad. El derecho humano a la integridad física y mental del género femenino y su autonomía y libertad sexual se ve desfavorecida en este contexto.

Las III Xornadas sobre Formas de Violencia de Xénero que acaban de organizarse por el Consello da Cultura Galega este martes se dirigieron a analizar, precisamente, aquellas conductas con las que debemos romper para construir una sociedad igualitaria. Daisy Alcade, educadora y presidenta de la asociación feminista O Soño de Lilith, fue la encargada de abrir la sesión de la tarde con un repaso por aquellas canciones y series de televisión que hacen directa apología de la violencia sexual. La siguiente en tomar la palabra fue Ana Sanmartín, representante de la Asociación de Xornalistas Galegas, para analizar el tratamiento de la problemática por parte de los medios de comunicación. Cerró la jornada Rosa Cobo, profesora de Socioloxía de Género en la Universidade da Coruña, haciendo un acercamiento a la propuesta abolicionista de la prostitución.

VIOLENCIA SEXUAL EN LA MÚSICA Y EN LA TELEVISIÓN

Por delante, Daisy Alcade quiso dejar claro que «la violencia lleva toda la vida en la música»: recuérdese sinó el «No me gusta que a los toros te pongas minifalda» de Manolo Escobar o el «La mataré» de Loquillo. Si bien en el reguetón puede aparecer de manera más explícita a través de los videoclips o puede tener una proyección actual mayor, la violencia sexual «no es algo que inventó este género musical». Aclarado esto, la educadora hizo un repaso por algunas de las canciones más vistas en YouTube, de los cantantes más conocidos y reconocidos, y de las letras más violentas hacia la mujer.

Esta andadura por la violencia musical tuvo su primera parada en Bad Bunny, considerado por el periódico El País «el gran poeta de la generación millennial». «No sé si eso es un insulto a los poetas o a los millennials», piensa Alcade. Su pieza ‘Diles’, con 543 millones de reproducciones en Youtube, versa así: «Deja el drama, ven y mama. / Le abro las piernas en el balcón / Pa’ hablarte claro mah tú le metes cabrón / Me gusta como con la boca me pones él condón / Y te queda mejor mama / Cuando no me pones na'». Además de las referencias sexuales, según explica Daisy, «se hace también apología de no utilizar métodos de prevención de ETS». Tampoco pasó por alto el ‘Callaíta’ («si hay sol hay playa, si hay playa hay alcohol, si hay alcohol hay sexo y si es contigo mejor»): «estamos dando por hecho que el alcohol es algo positivo para tener sexo no consentido», asegura.

Bad Bunny / Fuente: La Zona

Segunda parada: la conocida ‘Cuatro babys’ de Maluma, que vuelve a perpetuar la idea de «sexo como algo que hay que consentir y no que desear». Esta otra, con 900 millones de visitas, dice lo siguiente: «Siempre me dan lo que quiero / Chingan cuando yo les digo / ninguna me pone pero / (…) dos son casadas / una soltera / la otra medio psycho y si no la llamo se desespera». El videoclip poco arregla: ellos salen sentados en una mesa, y ellas con poca ropa y sirviéndoles.

Tercera parada: Nicky Jam con «Hasta el amanecer». «Mirando una chica tan bonita / y me pregunto por qué anda tan solita». Respeto de esta parte concreta de la letra, Daisy asegura que la sociedad tiene muy interiorizado eso de que las mujeres vamos solas a los sitios. Impera la idea de que sólo si estamos con un hombre estamos acompañadas. Más allá, el videoclip representa «un claro caso de acoso». 1400 millones de personas vieron este vídeo en YouTube. «Me ponen los pelos de punta ver la normalización que existe del acoso sexual como una parte más del acto ligar», dice la educadora.

Con todo, «la música es un arma feminista muy potente». Si bien lo que más está escuchando la juventud hoy en día es todo el anterior, existen propuestas no ofensivas para la mujer: es el caso de grupos de reguetón como Chocolate Remix, Vitura FTM, o Miss Bolivia. «¿La diferencia? Las reproducciones de estos vídeos, comparado con los de Bad Bunny o Maluma, son ridículas».

Chocolate Remix, una propuesta alejada del discurso que promueve la violencia sexual | Fuente:
 YouTube

En su siguiente repaso por la televisión, Daisy Alcade se paró en una comedia que lleva doce años en antena: «La que se avecina». «Vas por el patio y escuchas decir a los niños putón, gañán, putón, gañán. La juventud es incapaz de diferenciar lo que es humor y lo que es un patrón a seguir. Si para nosotros Antonio Recio es el antiheroe, muchos niños repite sus conductas y las dan por buenas», asegura la educadora. En el fragmento seleccionado para la jornada, dos personajes protagonistas acosan, drogan y llevan a dos mujeres inconscientes para su casa. A la mañana siguiente las dejan tiradas en la calle y se desentienden.

TRATAMIENTO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Los medios de comunicación también tienen un papel fundamental como agentes socializadores, es decir, a través de ellos, la sociedad aprende comportamientos y valores a adoptar para funcionar en sociedad. Contribuyen, por tanto, a la construcción de la identidad de género de los chicos y chicas, igual que la familia o la escuela.

Si bien los medios se encuentran «en un proceso transformador impulsado desde dentro«, aún hoy hay estereotipos machistas que siguen imperando en el discurso mediático. Segundo explica Ana Sanmartín, muchas de las informaciones publicadas en la actualidad inciden en la «culpabilidad» de las mujeres prostitutas y no nos consumidores de esa prostitución. Acontece lo mismo con la pornografía: «consideramos grave, porque lo es, la pornografía infantil; pero no existe esa misma alarma con referencia al consumo de la pornografía».

Respeto del caso Diana Quer, del caso de la Manada o del caso de las menores de Alcasser más atrás en el tiempo (año 1992/1993), todas ellas violencias sexuales paradigmáticas, hay algo que las une: «el enfoque sensacionalista» y la intencionalidad de «culpabilizar la víctima». Más aún, suelen ser noticias relegadas a la sección de sucesos. Perpetuamos, entonces, el mito de la cultura de la violación cuando publicamos titulares como éstos: «La vida «normal» de la chica violada en el San Fermín: universidad, viajes y amigas» o «El padre de ‘El Prenda’: «Ella eres culpable; los sevillanos eran muy guapos y fue a buscarles»».

Frente a esta cobertura mediática, Ana Sanmartín apela a mudar el enfoque: «Siempre nos preguntamos: ‘¿Cómo pudo ser violada?, ¿Cómo es que la víctima de maltrato no marchó de la casa?’. Y no entiendo cómo el primer interrogante que nos agobia no es: ‘¿Cómo es posible que un hombre maltrate su pareja?'». Citando la Nerea Barjola, autora de una tesis sobre el crimen de Alcasser, Ana Sanmartín asegura que el mensaje con el que la sociedad se queda es que «el patriarcado advierte las mujeres de que tendrían que haber dado un paso atrás y abandonar el espacio público de las calles y de la noche».

LA EXALTACIÓN DE LA SEXUALIDAD A LA PROSTITUCIÓN

Desplazar el foco vuelve a ser aquí parte de la solución: esta vez de las mujeres prostitutas a los hombres puteros. En esta reflexión, Rosa Cobo relaciona el neoliberalismo con el auge de este mercado: «A partir de que se instauran y globalizan las políticas económicas neoliberales, la prostitución cambia de rostro y lógicas de funcionamiento«. Así pues, en la actualidad del siglo XXI no se trata de uno pequeño conjunto de negocios sin impacto económico. «Es algo más parecido a una multinacional», describe Cobo.

La profesora encontró en la cultura y en la economía las dos respuestas a su crecimiento «insólito». Por una parte, considera que la sociedad creó estructuras culturales que hicieron posible construir un relato tan poderoso como para que se normalizara y legitimizara la prostitución. Por la otra, el neoliberalismo propone ensanchar el Mercado y reducir el Estado todo el posible. En esta lógica, «los cuerpos y la sexualidad de las mujeres ocupan un lugar fundamental».

La exaltación de esa sexualidad, según explica, se remonta a mayo del 68. «La nueva izquierda colocó la libertad sexual en el contexto de la agenda política. A partir de ese momento se le atribuye a la mujer una sobrecarga de sexualidad«, relata. La moda, el canon de belleza imposible, la publicidad, la industria de la cirugía plástica y estética son sectores que sexualizan a la mujer cada vez desde más pequeñas. Y esta sexualización culmina en la pornografía. Toda una cultura, cuenta, que funciona como «caldo de cultivo» para el desarrollo de la prostitución.

La propuesta abolicionista, que diferencia entre la prostitución como institución – «que debe ser abolida» – y las mujeres prostitutas – a las que se deben ofrecer políticas públicas – forma parte de la solución frente a la trata de mujeres. «La prostitución es una de las grandes expulsiones del siglo XXI, de las más grandes barbaries y esclavitudes», sentencia Rosa Cobo.

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