Lidia Cao no se recuerda a sí misma sin dibujar. Cuando era pequeña ilustraba retratos de personajes, de la gente que conocía o de gente que inventaba. «Sé que pintaba siempre el retrato de una chavala, como si de una amiga imaginaria se tratara… Igual era yo misma en otra vida, quien sabe!», cuenta sonriente. Ahora, con 22 años, ya se convirtió en todo un referente en el campo del arte urbano y sus murales se pueden disfrutar por diferentes lugares de la geografía gallega y extranjera. Mira el mundo con unos ojos que intentan escapar de cualquier estereotipo, que buscan la neutralidad, y que encuentran la inspiración en lo realista, en lo que nadie quiere hacer ver.
También es ilustradora freelance, pero Lidia Cao descubrió en el muralismo uno de los formatos que más le llenan como artista. Ella interviene en la calle, dialoga con el espacio público y con las gentes que lo habitan, le da nueva vida a las paredes en blanco. Hace que hablen, que cuenten historias que cada cual interpreta a su modo. «Las calles son de todos y de todas», reivindica. Dice que le queda mucho por aprender y por comprender, pero ya ahora, vale la pena leerla y echarle un ojo a su manera de reinterpretar el mundo. Adelante!
¿De dónde nace este gusto por la pintura?
No tengo antecedentes familiares en el mundo del arte, la verdad. Creo que fue algo que fue apareciendo en mi camino, sin que nadie me influenciara de pequeña. Algo innato, y no me refiero a dibujar, que eso es mucho tiempo de práctica/error, si no que me guste el arte en su totalidad. Ya después, de más chica, me empezó a interesar la pintura en formato mural.
¿Qué tal ese primer paso de decirle a tu entorno que querías estudiar el bachillerato de arte? ¿Tuviste que lidiar con los típicos clixés?
Tuve que lidiar, sí. Pero no todo fue negativo, tuve la suerte de que mi madre me acabó apoyando, que es la única figura que tengo como tal. Gracias a ella pude estudiar el bachillerato fuera de nuestro pueblo y hacer el Ciclo Superior de Ilustración en la EASD Pablo Picasso en A Coruña. Cuando estás en la ESO tienes que aguantar todo tipo de comentarios, sobre todo en el último curso, tanto por parte de los profesores como por parte de los compañeros y compañeras. No fueron muchas críticas, pero siempre aparecen comentarios ajenos y estereotipados, del tipo de si me voy a hacer homosexual o voy a ser demasiado ‘libertina’ por estudiar arte; como si tu condición, sea cual sea, dependiera de lo que vas a estudiar. Chorradas – como que somos unos vagos o unos ‘medaigualtodo’ – que se asocian a día de hoy a nuestro mundo. Lamentablemente todo el artístico sigue estando infravalorado.
Dices que estudiar ese Ciclo de Ilustración marcó para ti un antes y un después. ¿En qué sentido?
En todos. Aprendí cosas que me abrieron los ojos, conocí a unos compañeros y compañeras ejemplares, mejores amigas/os a día de hoy. Aprendí mucho en esos dos años. Volvería mil y una veces a cursar si me volvieran a tocar las mismas condiciones. Cada experiencia que vivo me abre un poco más la mente, y eso es todo lo que busco, tener muchas perspectivas.
Te adentraste en el mundo del muralismo a través de unos talleres de iniciación en Carballo y Ordes. ¿Qué te prendió de este formato?
Exacto. Me prendió el poder que tiene sobre la forma de contar las cosas, su contexto y su importancia a la hora de estar en la calle. Que puedas expresar tu pensamiento o tu obra en un lugar donde la gente puede parar a verlo, reflexionar, a darle vueltas a la cabeza sobre lo que hiciste… Todo eso jugando con el gran formato que impacta a primera vista. ES una ‘arma’ muy potente sobre la sociedad. Para mí tiene mucho significado.
Aunque naciste en Santiago, creciste en Ordes, y este pueblo, con el DesOrdes a la cabeza, es cantera del arte urbana. Ya estabas familiarizada con el muralismo desde había tiempo?
Ya crecí viendo eso y ya estaba acostumbrada, pero no sabía de qué se trataba. Me siento orgullosa de que en nuestro pueblo se creara esto tan mágico que tenemos, juntando tantas culturas de todo el mundo, creando un museo al aire libre hecho por unos artistas maravillosos y llenos de contenido.
¿Qué te permite el espacio público como soporte?
Me permite que mi idea llegue a más gente. Con esto pretendo crear algo que aporte a la sociedad, aunque sólo llegue a una parte de esta; hacer pensar las personas, que reflexionen y reflexionar yo con ellas también.
¿Mientras estás trabajando en un lugar tienes contacto con la gente que lo habita? ¿Qué te dicen? ¿Cómo reaccionan?
Sí, por supuesto. Una de las cosas de intervenir en el espacio público es que conoces un montón de viandantes y gente que pasa verte. Hay de todo! Todas las opiniones son dispares. Algunas más agradables que otras, para qué mentir [dice sonriente]. En muchos proyectos te relacionan con la gente de la zona para que conozcas a los vecinos y vecinas y puedas hacer algo pensando en ellos o en el lugar. Eso está muy bien, es enriquecedor para las dos partes.
No recuerdo una situación destacable, pero a mucha gente (sobre todo hombres) se les hace muy extraño que una mujer o una chica como yo pinte en formatos tan grandes y sepa subirse a una grúa o a un andamio sola. En casi todas las ocasiones me dicen que quién es el artista real o quien me está ayudando. Aún queda mucho camino por andar…
¿El muralismo sigue siendo un mundo de hombres? ¿Cómo combates el machismo?
Poco a poco se está deshaciendo ese mundo solo de hombres, pero aun falta mucho. El graffiti es considerado mundo de hombres por la época que se originó. La sociedad no estaba preparada, si para ellos ya era un riesgo (dentro y fuera), para las mujeres lo era el doble. El neomuralismo de hoy en día pienso que viene contaminado por eso. Las mujeres no pintaban tanto, por lo tanto había más hombres que se especializaron, pudieron profesionalizarse y tener mucha más experiencia.
Machismo hay en todos los campos, pero está claro que en el mundo del arte aún queda mucho que rascar para sacar esa costra muerta. Parece que tenemos que esforzarnos más para hacernos ver. Tenemos que demostrar en todo momento que somos válidas. En muchas ocasiones te hacen sentir de menos, o que no eres tan válida como ellos. Parrafadas. Por otra parte, las instituciones o clientes que sólo contactan contigo por ser mujer, y no por lo que pintas, tampoco ayudan en esta nueva perspectiva. Discriminación positiva.
¿Notas paternalismo?
En cierto modo sí, sobre todo en las mujeres nuevas como yo, que jugamos un papel doble.
Las mujeres fueron mucho más pintadas por hombres que por mujeres… ¿Hacían falta más mujeres pintando mujeres? ¿Hacía falta que cambiara la perspectiva?
Ya había mujeres pintando mujeres. Mujeres pintoras. El caso es que la sociedad no las hizo ver. Vivimos en un mundo patriarcal aún hoy; hubo muchas artistas, muy buenas, seguramente mejor que algunos hombres de su época, pero eso no interesaba. Sólo estaban para servir y estar a la sombra. Me alegra saber que formo parte de una generación que está mudando eso, cosa que hace mucha falta, y espero que siga adelante.
En tus obras no creas musas, sino personas humanas con una carga simbólica detrás. ¿Es difícil a la hora de hacer arte no caer en el mito del matriarcado?
Sí, sobre todo porque tú haces una obra que para ti significa una cosa, pero luego vista desde fuera ya no es lo mismo. Cuesta mucho llegar a la mente de la gente como tú quieres que llegue tu mensaje. El verdadero arte es ese, no el hecho de crear algo puramente estético.
¿Qué es lo que te inspira de este mundo que te rodea?
Me inspiran los seres. La vida en su plenitud. Y no hablo de un mundo lleno de color y felicidad, sino más bien todo lo contrario. Lo realista, lo que está ahí, lo que nadie quiere hacer ver porque no es agradable. Me inspira lo desagradable de esde planeta al que llamamos nuestro mundo. Pero sin sonar pesimista o negativa, no, sólo quiero sacar eso a la luz.
Las figuras, los rostros y la mirada tienen un poder muy grande en tu trabajo. ¿Qué espacio le dejas a las emociones en tus pinturas?
Aún estoy experimentando a la hora de producir emociones. ES algo que para mí es muy complicado de hablar y mucho más de expresar ilustrando. Sigue siendo muy abstracto el concepto. En muchas ocasiones, al crear una pieza, para ti tiene un significado claro y contundente, pero para otra persona con otras vivencias, significa algo completamente diferente. Mucho está en los ojos de quien lo mira.
¿Cómo vives el proceso creativo? ¿Qué sientes frente a una pared en blanco, cuando estás en pleno trabajo y cuando ves tu pintura rematada desde lejos?
Ese proceso se me hace muy costoso, lento y la vez se me pasa el tiempo volando. No son fáciles los procesos creativos. Se sufre mucho, sobre todo con una misma, ya no con una institución o con un cliente. El mayor obstáculo lo ponemos nosotros a la hora de hacer algo nuevo, pero cuando una queda contenta con el resultado, todo esfuerzo vale la pena.
El arte urbano te permitió viajar mucho. ¿Qué tal esas experiencias por el mundo adelante?
De las mejores cosas que puedes vivir. Enriquece mucho viajar fuera y vivir otras culturas, aunque no sean muy diferentes. Aprendes como persona. Me inspira mucho conocer gente de otros lugares que se dediquen a lo mismo, poder hablar e interactuar con ella. Siempre es una experiencia beneficiosa.
¿Consideras el muralismo un trabajo reconocido y valorado socialmente? ¿Corre el graffiti la misma suerte?
Más que el graffiti sí, por supuesto. Pero aún así para nada lo veo un trabajo reconocido y valorado como se merece. El graffiti queda más eclipsado, y por lo tanto, está más mal visto.
Vives de la pintura?
Actualmente sí, por suerte, compaginado con ser ilustradora freelance. No es nada fácil. El mundo de autónoma es muy complicado, pero más en nuestro campo. Es difícil conseguir una estabilidad apta para una vida tranquila.