Hasta hace poco más de cinco años, cuando se acercaba el primer día de noviembre, las crianzas de muchas escuelas se apresuraban para coger las castañas más grandes y llevarlas al colegio. Allí, en lo común, maestros y maestras, niños y niñas, las asaban y las comían. Era a tradición precisa para aquel día. Poco a poco las castañas fueron cambiando por otro tipo de elementos decorativos: arañas, calabazas, calaveras… Una vuelta de hoja. Esta otra celebración a la que llamamos Samaín surgió con el objetivo de recuperar nuestras tradiciones celtas más antiguas. Pero… ¿Cuánto de Samaín celta tiene el Samaín que festejamos hoy en día? ¿Cuánto del Halloween americano? ¿Y si el verdadero Samaín es el Magosto de toda la vida? ¿Y se estamos aquí, cambiando castañas por calaveras, sin mucho sentido?
Muchas reuniones de profesores en estos días pasados se ven ante el dilema de cómo celebrar el Samaín en las escuelas. Hay maestros que apuestan por una decoración más parecida al Halloween, otros que prefieren darle mayor protagonismo a la castaña, otros que no ven pedagógico todo el contenido violento que envuelve la festividad… Y entretanto, el Samaín queda reducido a una celebración del Halloween estadounidense a la que sólo le cambiamos el nombre para «galleguizarlo» y «hacerlo más nuestro».
LA TRADICIÓN DEL SAMAÍN
El Samaín que se festeja en muchas escuelas poco tiene que ver con la realidad de la tradición. Según Manuel Mandiales, antropólogo y teólogo, esta se trata de una fiesta celta que nuestros antecesores celebraban en medio del monte: «reunían cantidades enormes de gente en un claro del bosque, comían y bebían». La asistencia era obligatoria y si no acudías, corrías el riesgo de «perder el uso de la razón». En esa festividad se conmemoraba el final del otoño y el comienzo del invierno, «la muerte de la naturaleza, del mundo, que se simbolizaba en la muerte del rey».
Este memorial de los muertos estaba muy enraizado a la recolección de los frutos, y concretamente, de las castañas. Cuando los irlandeses y escoceses emigraron a los Estados Unidos en el siglo XVIII y XIX, esta sociedad del otro lado del charco dio en llamarle a estos rituales ‘Halloween’, y mientras, en Europa el nombre de Samaín fue desapareciendo en el tiempo. El rito del Magosto se mantuvo y más adelante llegó a nuestras tierras un «Samaín pasado por las costumbres americanas»: «Los cazadores de novedades europeos importaron de EEUU una cosa que los EEUU habían llevado de Europa», dice paradógico Mandiales.
«Lo que hoy conocemenos como Samaín» – cuenta ahora el antropólogo Miguel Losada – «es el resultado de la evolución, de la agregación y disgregación de elementos culturales que forman parte de la bagaje de los habitantes». Nada tiene que ver con el Samaín tradicional porque las fiestas van evolucionando a la par de la historia. «Tal cual hoy está siendo divulgado este acto es, de alguna manera, una creación de los profesores de inglés de la Logse«. Un Halloween al que se le dio un cambio de nombre.
«No creo que los celtas anduvieran con caretas y calabazas», dice Mandiales. Según este antropólogo, una celebración más justa del Samaín sería bien sencilla, sin esos tintes del Hollywood venidos de la América: «el verdadero Samaín es el Magosto en el monte, o en la chimenea se va mucho frío! Nosotros traíamos la cara pintada con el tizón del fuego que hacíamos para asar las castañas en el bosque, pero no imitábamos monstruos». Mas… «¿Quién somos nosotros para criticar que hoy se celebre una especie de Samaín crioulo?» – se pregunta Losada. «Realmente toda manifestación cultural incorpora elementos de reciente creación. La única instancia soberana es la sociedad, así que si lo ve apropiado, quién somos para negar esa realidad?», reflexiona.
REINTERPRETACIÓN EN LAS ESCUELAS
«Estos días no había ni una triste castaña en los pasillos de todo el colegio», lamenta Loreto Reviejo, maestra de primaria. Ella, relata, fue la única que animó a los niños a que decoraran el aula con motivos propios del Magosto: «no quiero quitarle protagonismo». «Realmente no sabemos cómo celebrar el Samaín. ¿Se puede celebrar realmente?», se pregunta. Según piensa, se está «desvirtuando» el Magosto en favor del Halloween, y el Samaín, por su parte, queda a un lado porque no se sabe gestionar.
Para los niños los dos términos se confunden y se sopalan. A este respeto, Miguel Losada apela a la preparación de didácticas educativas para entender bien el contexto en el que el Samaín se celebraba en la remota antigüedad. «Tratando de fomentar la indagación a escala humana y parroquial, viendo cuáles son los pequeños indicios de pervivencia de la tradición… Pero supongo que es bastante ambicioso meter esto dentro de los currículos escolares al uso». Parte de la solución, dice, pasa por no replicar modelos ajenos y desarrollar modelos propios.
En la ANPA del Colegio Paraixal (Teis, Vigo), decidieron celebrar un Magosto al uso. «Celebrar el Samaín – tal y como está diseñado en la actualidad – nos parecía repetir un carnaval en noviembre», cuenta su presidenta, Rute Pallares. Luego, la ANPA organizó el Magosto ambiental, una actividad vinculada al cuidado de en medio ambiente. Las crianzas salen limpiar el monte y recoger castañas para luego asarlas y comerlas. Con todo, desde el colegio sí que se acordó celebrar una «mezcla» de Halloween y Samaín. «¿El resultado? El alumnado tiene un rollo entre una cosa y otra. No podemos dejar en mano de la voluntariedade a recuperación de las tradiciones y la educación de las crianzas».
LA GESTIÓN DE LA VIOLENCIA Y DE LOS MIEDOS
Tanto Rute Pallares como Loreto Reviejo ponen también el foco sobre la gestión de la violencia y de los sustos que tanto protagonismo adquieren en esta festividad del uno de noviembre. En el colegio de Loreto se decidió organizar un concurso de microrrelatos de terror. «Los había inocentes, pero también había quien hablaba de cuerpos mutilados, descuartizados, sangre por todas partes… Los leyeron en alto y yo pensaba: ‘¿Realmente esto que estamos haciendo es pedagógico y educativo?‘»
Parecido piensa Rute. De hecho, uno de los motivos por los que desde la ANPA decidieron no celebrar nada relacionado con el Samaín y con el Halloween fue este. «Tenemos un problema bastante importante con los disfraces muy violentos o sexistas que visten las crianzas. Ya pasa en el carnaval, pero en el Samaín es excesivo». Además, si bien es cierto que los niños y niñas tiene que aprender a gestionar los miedos, muchos de estos pequeños rondan los tres años o no llegan a ellos, y el 35% de las crianzas tienen necesidades especiales. «Es compleja esta celebración», resuelve.
La copia de la costumbre americana que adquieren para sí muchos colegios bajo el nombre de Samaín resulta, al fin, una celebración confusa que no se acaba de comprender. Mandianes incluso dice que «festejar el Halloween es confesar una ignorancia histórica total». La madre de Rute recuerda haber decorado nabos en la posguerra, el propio Mandianes iba al monte a asar castañas y tiznar la cara con las cenizas de la hoguera… Quizás la celebración del Samaín pase por algo más sencillo si queremos respetar un modelo propio.
