Los biohackers son una rama de la comunidad hacker enfocada en el desarrollo de herramientas y soluciones biológicas fruto del trabajo colaborativo en red, del conocimiento compartido y del acceso abierto a este, al margen de los circuitos cerrados y endogámicos de la ciencia. Se trata de un movimiento de ciencia ciudadana, o “biología de garaje”, bajo la misma premisa del “hazlo tú mismo” que empujó la revolución informática en las décadas de 1970 y 1980, cuando cientos de hackers informáticos, principalmente en Estados Unidos y Europa, desarrollaron en garajes buena parte de los ingenios tecnológicos de los que hoy gozamos. Apple o Microsoft –los dos grandes monstruos de la informática–, por ejemplo, fueron empresas que nacieron de esa manera de entender el progreso, de la cultura hacker –conocimiento compartido, trabajo colaborativo, acceso abierto y libre a la información por el bien común–, a la que pertenecieron los fundadores de estas empresas y otros genios de la informática, aunque algunos luego renunciaron a ella.
Como nueva generación de la comunidad hacker, los biohackers siguen los mandamientos de esta filosofía. Y ante la emergencia por la pandemia del coronavirus, se han organizado para sumarse a la batalla contra el COVID-19.
Fuera de los circuitos científicos y de los focos de los medios de masas, son muchos los que están trabajando en herramientas o soluciones que contribuyan a frenar esta pandemia.
‘Hack for Wuhan’ ha sido el evento más grande, reuniendo en línea a hackers de todo el mundo para desarrollar ideas y soluciones basadas en la cultura comunitaria de código abierto
HACKATONES
Morgan Meyer es sociólogo y director de investigación en Mines ParisTech (PSL), en el Centro de Sociología de la Innovación, asociado al Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia. Parte de su investigación actual se centra en la biología DIY (‘Do it yourself’; ‘hazlo tú mismo’, en español), que se relaciona con los biohackers. Y precisamente ha observado que estos se están organizando en hacktones (maratones hackers) para desarrollar herramientas y soluciones que puedan contribuir a la lucha contra el COVID-19.
Meyer ha identificado, por ejemplo, al grupo BioCurious, un laboratorio comunitario creado en 2010 cerca de San Francisco (Estados Unidos), donde monitorizan la epidemia, organizando el pasado 1 de febrero –cuando la crisis estaba emergiendo– el ‘Wuhan Virus Co-Learning Hackathon‘ (‘Hackatón para el coaprendizaje del virus de Wuhan’). El objetivo: comprender cómo funcionan los virus en general, analizando el genoma del coronavirus y examinando cómo se propaga este.
“La filosofía de este hackatón, como de las actividades de los biohackers en general, es la de una democratización de la ciencia. El objetivo, en otras palabras, es hacer que el conocimiento científico y técnico sea más accesible para los ciudadanos”, explica Meyer.
En su revisión de los distintos hackatones sobre el coronavirus, señala uno celebrado en la Universidad Simon Fraser, cerca de Vancouver (Canadá), los días 18 y 19 de febrero. Su título: ‘EpiCoronaHack‘, organizado por el grupo de investigación MAGPIE de esta universidad, que se dedica al desarrollo de herramientas matemáticas que conectan datos de secuencia con la ecología y la evolución, con un enfoque en enfermedades infecciosas.
En su presentación, llamaban así a la participación:
“¿Tienes curiosidad por el nuevo coronavirus que ha aparecido en las noticias? ¿Te preguntas cómo de preocupado deberías estar? ¿Quieres saber cómo estiman los investigadores el período de incubación, la transmisibilidad y otras características claves de este brote emergente? ¿Quieres hacer tus propias estimaciones, modelos y pronósticos y ver qué encuentras?”.
Como explica Meyer, “los participantes trabajaron en el análisis, modelado y simulación de datos basados en datos disponibles públicamente sobre el virus. Pero la idea no era solo entender y reproducir lo que el mundo médico ya sabe. La idea era producir sus propios análisis”.
Pero el evento más grande de este tipo, al menos de los señalados por este sociólogo, tuvo lugar del 6 al 8 de marzo. Su título: ‘Hack for Wuhan’, un hackatón en línea que reunió a hackers de todo el mundo. La idea de esta iniciativa nació dentro de Wuhan2020, una comunidad hacker de código abierto fundada en enero de 2020 que reúne a varios miles de voluntarios y que se presentaba así:
“Lo que estamos haciendo ahora es: establecer un servicio de datos sincronizados y en tiempo real para hospitales, fábricas, adquisiciones y otra información, y convocar a todos aquellos que quieran contribuir a la campaña antivirus, para que todos los que tengan habilidades relevantes puedan participar en el desarrollo de temas relacionados y completarlo de manera autoorganizada y colaborativa con la cultura comunitaria de código abierto”.
Este evento contó, entre otros, con el apoyo de uno de los monstruos de la informática, la empresa IBM.
“El objetivo de ‘Hack for Wuhan’ es crear una gama completa de nuevos diseños, prototipos, modelos de innovación social y empresarial, etc.”, describe Meyer.
«El objetivo de los biohackers es democratizar el coronavirus a su manera, imaginando y compartiendo herramientas, software, datos y modelos»
ESTRATEGIAS INNOVADORAS
Aunque este sociólogo cree que “los hackatones son estrategias innovadoras que pueden dar lugar a ideas y colaboraciones muy diversas y creativas”, considera que “sufren un problema crónico: como lo ha demostrado la investigación en ciencias sociales, muchas aplicaciones y proyectos no sobreviven más allá de la duración de los hackatones, debido a la falta de recursos o de motivación, o ambas”.
Sin embargo, resalta la “naturaleza optimista” de los biohackers. “En los últimos diez años, han abordado problemas ambientales y de salud en varias ocasiones. Han desarrollado contadores Geiger alternativos [instrumento que permite medir la radiactividad de un objeto o lugar], sondas de ultrasonido de código abierto, dispositivos portátiles para detectar la malaria (proyecto Amplino), un protocolo abierto de producción de insulina (proyecto Open Insulin), biosensores para detectar la presencia de sustancias tóxicas, colaboraciones con empresas sobre datos sobre el cáncer (proyecto Epidemium) y autoinyectores de epinefrina» (la inyección de epinefrina se usa junto con el tratamiento médico de emergencia para tratar reacciones alérgicas que pongan en peligro la vida causadas por mordidas o picaduras de insectos, alimentos, medicamentos, látex y otras causas).
Todos estos proyectos muestran, para Meyer, que “los biohackers enfrentan problemas contemporáneos que afectan a la salud de las personas y el medio ambiente, y les gusta hacerlo de una manera poco convencional”.
“Ciertamente, no desarrollarán una vacuna contra el coronavirus próximamente; esto requeriría recursos técnicos y financieros que no poseen. Pero su objetivo es democratizar el coronavirus a su manera, imaginando y compartiendo herramientas, software, datos y modelos. Las discusiones actuales, por ejemplo, giran en torno a la posibilidad y los peligros de desarrollar pruebas caseras para diagnosticar el virus y la autoproducción de máscaras protectoras. La proliferación de ideas de biohackers afrontará ahora la complejidad biológica y la realidad geopolítica del coronavirus”, concluye este investigador del Centro de Sociología de la Innovación francés.
¿UNA VACUNA BIOHACKER?
Fuera de los proyectos y eventos expuestos por Meyer, otros grupos han organizado otras iniciativas para contribuir a la lucha contra el COVID-19, aunque sin la transparencia de los anteriores. Por ejemplo, un colectivo conocido como CoroHope ha puesto en marcha una campaña de crowdsourcing mediante donaciones de bitcoins (moneda virtual) para financiar una supuesta vacuna de dominio público contra el coronavirus, ha informado el medio especializado Coindesk.
Este grupo, que dice necesitar recaudar entre 10.000 y 25.000 dólares para su proyecto de vacuna, afirma que tiene un biólogo en su equipo con una década de experiencia en la fabricación de vacunas para la FDA (Food and Drug Administration; Administración de Medicamentos y Alimentos), agencia federal que depende del Departamento de Salud del Gobierno de Estados Unidos. Incluso ha hecho público un documento en el que expone su proyecto. Sin embargo, existen muchos recelos sobre este proyecto, ya que no se ha revelado el nombre del supuesto biólogo ni de ningún miembro –se trata de una iniciativa anónima– y pretende saltarse los controles de la ciencia que garantizan la calidad, fiabilidad y seguridad de la supuesta vacuna.
El grupo CoroHope dice estar intentando crear una vacuna usando ADN sintético diseñado en un laboratorio, lo cual, afirma, podría ahorrar dinero y tiempo
Según destacados miembros de la comunidad de bitcoiners, como Mark Friedenbach, cofundador de la empresa Blockstream, “no se trata de una estafa”, aunque el proyecto carece de la transparencia necesaria para ofrecer garantías a posibles inversores o colaboradores.
It is not a scam.
— Mark Friedenbach (@MarkFriedenbach) March 10, 2020
Desde Reason –revista libertaria creada en 1968 que cuenta con un importante prestigio en Estados Unidos (fue considerada por el Chicago Tribune una de las mejores revistas del país)– aseguran que su periodista Zach Weissmueller ha entrevistado a la persona que, según CoroHope, desarrollaría la vacuna, presentando incluso un vídeo en el que se oculta su identidad por “temor a represalias de la FDA”, afirman.
Este medio asegura que ha “verificado su identidad, así como la de su socio comercial y la de un inversor de Silicon Valley que ha confirmado su interés en el proyecto”.
Describen al entrevistado como un biólogo que “ha trabajado en el sector de la biotecnología comercial y que ha estado involucrado durante mucho tiempo en la comunidad biohacker”.
Lo que pretenden, según ellos mismos, es intentar crear una vacuna utilizando ADN sintético diseñado en un laboratorio, lo cual, afirman, podría ahorrar dinero y tiempo, aunque podría requerir un dispositivo especial para administrar un pulso eléctrico para ayudar a la vacuna a penetrar en las membranas celulares.
Para el desarrollo de la supuesta vacuna, quieren establecer una red “laboratorios comunitarios» de biohackers. De todas maneras, el biólogo anónimo calcula las probabilidades de éxito del grupo en “menos del 50 por ciento”, aunque cree que es mejor intentarlo que no hacer nada frente a una pandemia.