Está a punto de cumplirse un mes de aquel 12 de marzo en el que la Xunta anunció el cierre de la actividad escolar presencial como medida preventiva frente a la crisis del coronavirus. En aquel mismo momento, el profesorado se enteraba de esta decisión a través de los medios de comunicación. Delante de una situación excepcional como esa, y de un día para otro, se vieron avocados a replantear de principio a fin el sistema educativo imperante. Con el alumnado confinado en sus casas, el curso académico debía continuar por vía telemática, cosa que puso «patas arriba» todo el método con el que los maestros y maestras llevaban años educando.
Aún ahora, los profesionales se están acostumbrando a esta nueva manera de trabajar en el que los encerados mudaron por las pantallas de las tablets y ordenadores. No ayuda, dicen, la falta de indicaciones claras por parte de la Consellería de Educación, que deja en manos de las direcciones de los centros, y estas, a su vez, del profesorado, los criterios por los que guiarse. Con todo y frente a todo, los maestros y maestras trabajan a destajo para que el coronavirus altere el mínimo posible, dentro de lo que cabe, las rutinas de las crianzas.
AULAS POR VIDEOCONFERENCIA EN PRIMERO DE PRIMARIA
«Como un recreo!». Así define Isabel Bugallo, profesora de primero de primaria del CEIP Plurilingüe Irmáns Villar de Ourense, una de las lecturas grupales que desarrolló con su alumnado a través de una videoconferencia. «Esto puso patas arriba todo, nos dejó con un pie en el aire, pero el fondo – la capacidad de ayudar y la creatividad – es el mismo y los maestros lo mantenemos», dice convincente. Tanto ella como su alumnado echa de menos esos abrazos por la mañana, y a pesar de que estas nuevas plataformas «alivian», quedan lejos de resolver esas carencias afectivas.
Con todo, Isabel habla positiva e intenta ver esta situación como una experiencia de la que «aprender a reinventarse». «Jamás pensábamos que algo así pudiera suceder y hay que asumirlo sin facturar el ánimo nos nuestros alumnos«, comenta. Por eso mismo, cada mañana se conecta con unos cuantos por videoconferencia para hablar con ellos y repasar contenidos de las materias que más les apetecen. Reconoce que la primera quedada fue «caótica» pero dos días después ya estaban todos dentro de pantalla «trabajando con ilusión y ganas». «Es fundamental que no pierdan el ritmo, que no decaigan».
«Sólo por posibilitar que desahoguen y sean felices al verse, la plataforma ya es fantástica», cuenta la maestra, que nota que los niños echan en falta a sus amigos y compañeros. Para ellos también es algo nuevo interactuar a través de las pantallas, pero no lo llevan mal de todo. Estas crianzas de seis y siete años, a ojos de su maestra, se portan de maravilla, y en caso de que hablen mucho, Isabel advierte sonriente de que tiene un método infalible: «Les corto el micrófono!».
ESTO FUE «UNA BOFETADA» PARA LAS CRIANZAS
Con todo, este método de enseñanza no está al alcance de todo el profesorado ni de todo el alumnado. Tanto unos como otros se encuentran con numerosas trabas para no perder el hilo y poder continuar el curso académico, ya que se trata de un sistema educativo que, por depender de los medios telemáticos, de Internet y de la situación familiar de cada uno, abre brechas digitales y sociales entre el alumnado. Respeto de esto, el director del centro Irmáns Villar asegura que «hay alumnos que quedan totalmente desconectados del sistema» y que también las situaciones de los profesionales distan mucho unas de las otras: «Hay profes que dominan mejor este proceso y otros a los que les cuesta más», por lo que se hace «complejo» unificar criterios de actuación.
Isabel ve fundamental garantizar que ninguna crianza «atasque» en este proceso. «No podemos permitir que ningún estudiante se quede en el camino porque un virus descolocó nuestras vidas», indica. Esta situación llegó como una «bofetada» al estado de ánimo de las crianzas, «que vieron que el trabajo bueno que estaban haciendo no se visualizó», y por eso mismo, Bugallo apela a trabajar en positivo con los recursos que se ponen a la disposición del profesorado.
Las dificultades para seguir el hilo dependen de las diversas situaciones que pueden darse en las casas y de las conexiones a Internet. En el caso de la clase de Isabel, hay realidades muy diferentes: uno de sus niños no puede conectarse a las videoconferencias porque carece de las herramientas. Por tanto, Isabel lo llama por teléfono para hacer un seguimiento de sus necesidades. También hay padres y madres que teletrabajan y que precisan emplear los ordenadores, de manera que las maestras se ven en la necesidad de ajustar horarios para hacer coincidir al alumnado. «Este sistema exige de un cúmulo de necesidades que no siempre se dan: a veces careces de los complementos fundamentales, no todos los padres y madres pueden colaborar del mismo modo…». Algunos se quedan «isolados».
LA CONSELLERÍA: MENOS CARTAS Y MÁS INDICACIONES
Si subimos un escalón más en los niveles educativos hasta la Educación Secundaria, las trabas vienen siendo las mismas. Davide do Arroio, profesor de gallego del IES Aquis Celenis, en Caldas de Reis (Pontevedra), reconoce que se hace difícil trabajar en este contexto, sobre todo, porque «no hay ninguna certeza». «Evaluar este segundo trimestre me pareció bastante complicado e injusto», relata Davide, que vuelve a poner sobre de la mesa una de las grandes críticas que se le achacan a la Consellería de Educación en estos días: «No nos mandan unas indicaciones claras, parece que van retrasando continuamente la toma de decisiones; está todo en el aire».
Por tanto, a las dificultades de «trabajar desde casa con contenidos que no están preparados para la formación online», se suma también la incertidumbre sobre cómo habrá que gestionar el tercer trimestre y el próximo curso. Davide do Arroio también hace referencia a la carta de agradecimiento que la consejera de Educación, Carmen Pomar, envió al profesorado en estos últimos días. «Muy bien que me agraceza el trabajo pero lo que tiene que hacer es sentarse con el profesorado representante y tomar decisiones», habla contundente Davide, que considera que «la mejor manera de agradecer es dar indicaciones claras y planificar los próximos meses».
Este maestro reconoce, por encima de todo y a pesar de las dificultades familiares, el «esfuerzo del alumnado». «Está sufriendo en esta situación, pero aun así responde muy positivamente con ganas de trabajar y de no perder el curso», indica.
PAPEL ACTIVO DE LOS PADRES Y MADRES Y DEL ALUMNADO
Igualmente, la maestra Isabel Bugallo hace una mención especial a los padres y madres, que, según indica, se encuentran «desbordados» en muchos casos, ya que tienen que combinar el teletrabajo con la necesidad de colaborar con los profesores para que las crianzas mantengan la actividad. La implicación, pues, en la propia casa en la que están confinados, debe ser mucho mayor por parte de todos los miembros de la familia en este contexto.
Sonia es el ejemplo de una madre que trabaja en una empresa de limpieza y cuya hija no puede conectarse a las videoconferencias porque en la casa de los abuelos no tiene acceso a Internet. «Procuro imprimir las tareas todas las semanas y se las doy», relata la madre. «No tener los medios es un problema; si no estaría encantada. Las clases que hizo a través de mi móvil fueron geniales, pero yo no se lo puedo dejar mientras trabajo», señala. Por el momento, asegura que van arreglando como pueden para no quedarse atrás.
En la casa de Carlota tanto la madre como el padre teletrabajan, mas intentan organizarse para que la niña pueda conectarse a las clases online y ver a sus compañeros. Según cuenta el padre, Pablo, este método «es positivo» y hace ligero el día a día, aunque exige de una atención más continuada por parte de los progenitores. «Carlota está contenta; no hay recreos, echa de menos el contacto, pero por lo menos de este modo interactua con los amigos».