Hablar de la sexualidad no es sólo hablar de sexo. Es hablar de nuestro cuerpo, de nuestros sentimientos, de nuestras relaciones de pareja y de todo un imaginario individual y colectivo bajo el que deseamos, actuamos y reproducimos patrones. Por tanto, construir una sexualidad sana y diversa nos ayudará a desmontar los mitos del amor romántico, los celos y la dependencia; nos asistirán en la lucha contra las violencias machistas y los abusos sexuales, y en definitiva, nos hará más libres.
Hoy en día la juventud está atestada de información: Internet abre las puertas a un mundo de infinidad de datos que se ponen a nuestro alcance con un sólo click. Pero de todas, ¿cuál es el mensaje que nos llega? ¿Tenemos las herramientas adecuadas para educarnos sexualmente? En unos tiempos donde se vuelven a cuestionar y avivar los debates que ya parecían superados, Galicia Confidencial habla con una maestra y agente de igualdad, Daisy Alcalde; con una psicóloga y sexóloga, Mónica Novás; y con una psicóloga y psicopedagoga de Aseia Galicia, Vanessa Rodríguez, para desgranar los pasos dados y los problemas en los que hace falta seguir trabajando.
¿CUÁNTO SABEMOS?
«La educación sexual debe estar presente en todos los ámbitos: en la familia, en las escuelas y en la sociedad en general». Este propósito que apunta Vanessa Rodríguez cada vez se cumple más. Hoy en día, el conocimiento que existe alrededor de la sexualidad es mucho mayor del que hace 20 años. Con todo, la información llega a nosotros desordenada. «Tenemos muchísima información basura, y no es una basura casual», relata ahora Daisy Alcalde. «Acaba llegando el mensaje de desigualdad de género y de normalización de la violencia donde se pretende que ellos adopten el rol de ejercerla y nosotras de sufrirla e incluso de disfrutarla».
Las redes sociales y la Internet son las mayores fuentes de la información, y dejar la educación afectivo-sexual solo en sus manos puede resultar peligroso. Con todo, Vanessa Rodríguez advierte cada vez un mayor interés por parte de las familias. Pasar la información por el filtro de las profesionales es la clave para no caer en los mitos y en los modelos tóxicos. «Las redes sociales son igual de buenas que malas, así como llega la información positiva que fomenta la igualdad también llega la desinformación y el odio», cuenta Alcalde.
Según Mónica Novás, Internet es una amalgama de datos que pueden hacer dudar, mas a veces consigue funcionar como herramienta para identificar conductas no adecuadas, sobre todo en el tema de las orientaciones sexuales. Otras, es incluso contraproducente. «Siguen perpetuándose los estereotipos coitocéntricos, donde el centro es el hombre y el placer masculino… Luego te encuentras con chavalas de 17 años que no saben el que es el clítoris», asegura Daisy.
LA PORNOGRAFÍA COMO MODELO
Otras generaciones se acercaban a la sexualidad cuando buscaban palabras en el diccionario o mercaban revistas, mas hoy mudaron los métodos. La pornografía, que tenemos a golpe de click en Internet, construye modelos de sexualidad que acaban superando la ficción y volviéndose pura realidad. Tanto Alcalde como Novás y Rodríguez coinciden en el peligro de que la educación sexual esté regida por ella. «La pornografía perpetúa los estereotipos de género, las conductas violentas… Llaman mucho la atención las búsquedas: violaciones en grupo, pedofilia, abuso a menores…», enumera Alcalde. «La mujer siempre está dispuesta, el hombre siempre tiene ganas, siempre aguanta; tanto para ella como para él puede generar mucha frustración», continúa Rodríguez.
Además, la edad del primero acceso a contenidos pornográficos bajó significativamente en los últimos tiempos. Cuando Daisy Alcalde da talleres sobre este tipo de temas suele preguntar quién del aula vio porno. «Al principio parece que nadie, pero luego acaban levantando a mano la mayoría. ‘Bien, pues ya sabéis qué es lo que no tenéis que hacer'», los advierte. Con todo, según Vanessa Rodríguez, hoy en día la pornografía «influye pero no determina» la educación sexual de la juventud. «Lo que se les escapa es que es una ficción».
Por eso, antes de ese acceso, Mónica Novás apuesta por la formación por parte de profesionales: «Debería haber una educación afectivo-sexual fuerte que fomentara la empatía, con eso conseguiríamos luchar contra los modelos violentos». Y para Vanessa Rodríguez, el peligro no es tanto lo que nos muestran, «que también», si no el hecho de no tener las herramientas para reflexionar de manera crítica sobre lo que nos están mostrando.
EN LAS ESCUELAS
Todos estos patrones aprendidos a través de la pornografía se ven reforzados, por ejemplo, por la televisión. «Mientras siga habiendo ‘realities’ donde las parejas se digan que si no se pusieron celosas es porque no se quieren, seguiremos generando relaciones tóxicas«. Mónica Novás ofrece por toda Galicia un programa de formación llamado Sex Xoven y en el que reconoce emplear mucho la televisión como contrapunto para explicar lo que significa una relación sana.
Daisy Alcalde también lleva ocho años dando talleres por los colegios y en los últimos tiempos advierte grupitos de chavales en las aulas que ahora «utilizan las cifras falsas de los partidos de ultraderecha y que siempre acaban sacando: ‘¿Y qué pasa con los treinta hombres asesinados cada año?'». «Son fáciles de desmontar», cuenta, pero se acaba perdiendo mucha energía por el camino. Del otro extremo, hace ocho años tampoco encontraba como ahora chavalas que hablaran de teorías feministas. «La sociedad está polarizada», analiza, y en la educación sexual se encuentra la clave del consenso.
Por eso, que estos contenidos estén presentes en las escuelas es fundamental. Las tres coinciden en que la educación afectivo-sexual debería formar parte de los planes de estudios de manera transversal. Y aunque esto viene recogido incluso en la ley gallega de la Xunta, falla la formación del profesorado y falta llevarlo verdaderamente a la práctica. «Estoy segura de que mañana llego al claustro y pregunto qué es la intersexualidad y el 90% no sabe de qué estoy hablando. No puede ser que salgamos de la carrera sin tener ni idea de igualdad«. Daisy Alcalde posa los ojos sobre el modelo de Canarias y apuesta por la creación de una figura de agente de igualdad, esto es, que cada centro educativo cuente con una persona responsable de igualdad con formación específica para el resto de compañeros y compañeras.
Mónica Novás concuerda en que la educación sexual no puede entenderse cumplida con una formación puntual en todo el curso. Y Vanessa Rodríguez, por su parte, constata que la transversalidad sería lo ideal, mas en estos momentos lo más efectivo es la creación de una materia específica que debe estar en el currículo. ¿Y desde cuándo? «A mí me parece interesante trabajar desde infantil», piensa Alcalde. «Es conocerte, es saber lo que te gusta y lo que no. Trabajando la sexualidad podemos prevenir los abusos sexuales a menores».
CONSTRUIR REFERENTES
Además de acercarse a la juventud a través de las escuelas y de los institutos, que son lugares de referencia, para que el mensaje de la igualdad y de la diversidad cale también hace falta hablar su mismo lenguaje desde canales que forman parte de su día a día. Y una de ellas es YouTube. Por eso mismo, nos últimos meses Aseia Galicia (Asociación para la Salud Emocional en la Infancia y en la Adolescencia) y la productora Illa Bufarda echaron a andar una webserie sobre sexualidad protagonizada por dos chicas y un chico que cuentan sus experiencias, dudas y reflexiones frente a la cámara. Se trata de S.E.X y llega para «romper con el tabú de la vergüenza» y crear nuevos referentes de los que aprender.
Se están dando pasos hacia delante, mas la educación afectivo-sexual sigue siendo la materia pendiente en uno de los ámbitos fundamentales para la juventud, los colegios e institutos.