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Los montes vecinales en mano común, claves para evitar la pérdida de biodiversidad y reducir los riesgos de incendios

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En Galicia hay 3.312 comunidades de montes vecinales en mano común que ocupan una superficie de unas 665.000 hectáreas, la cuarta parte del territorio gallego y casi la mitad de su superficie forestal arbolada, según datos del primer Anuario de Estadística Forestal de Galicia, editado por la Xunta a través de la Consellería de Medio Rural, con datos actualizados a 2018.

Estamos ante un caso singular en España, donde esta forma de gestión comunitaria de los montes forma parte del acervo cultural de los gallegos; una tradición que garantiza la conservación de la biodiversidad. Así lo afirma un estudio de científicos adscritos al Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Universitat Autònoma de Barcelona, Departamento de Biología de Universidad Autónoma de Madrid, Centro de Investigación en Biodiversidad y Cambio Global (CIBC-UAM) de Madrid e Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA).

“En Galicia, más que en otras regiones, la dependencia del sustento de los recursos forestales condujo a una fuerte resistencia” a la abolición de los usos tradicionales de la tierra

Según estos expertos, la gestión de tierras basada en la comunidad es “útil para el mantenimiento de ecosistemas diversos y de alto valor ecológico”, hasta el punto de que se ha demostrado que “el abandono de los sistemas comunitarios tradicionales afecta negativamente la biodiversidad” y “aumenta el riesgo de incendios”. Es por ello por lo que el modelo comunitario se presenta como una garantía para la sostenibilidad de los montes gallegos.

De hecho, se ha comprobado que “la propiedad tradicional basada en la comunidad se superpone con áreas ricas en biodiversidad”.

“Los vecinos han podido gestionar los recursos forestales durante muchas décadas, lo que ha resultado en muchos ecosistemas de alto valor que actualmente se superponen con diferentes categorías de protección”, explican los científicos.

Así, ponen algunos ejemplos de tierras en mano común en espacios catalogados como Reserva de la Biosfera, Monumentos Naturales, Parques Naturales, Área Natural Protegida, Paisajes Protegidos, Zonas Húmedas Protegidas y Sitios Naturales de Interés Nacional.

Categoría del área protegida Lugar
Reserva de la BiosferaÁrea de Allariz
Mariñas Coruñesas e Terras do Mandeo
Xurés-Gerês (transfronteriza)
Os Ancares Lucenses y Montes de Cervantes, Navia y Becerreá
Río Eo, Oscos y Ferras de Burón
Terras do Miño
Monumento Natural Serra de Pena Corneira
Souto da Retorta
Pregamento xeolóxico de Campodola-Leixazós
Parque NaturalO Invernadeiro
Serra da Enciña da Lastra
Fragas do Eume
Monte Aloia
Baixa Limia-Serra do Xurés
Complexo Dunar de Corrubedo y Lagoas de Carregal e Vixán
Área Natural Protegida Sobreiras do Faro
Paisaje ProtegidoVal do río Navea
Humedal ProtegidoComplexo intermareal Umia-O Grove, A Lanzada, Punta Carreirón y Lagoa Bodeira
Sitio de Interés Nacional A Curotiña

Los montes vecinales en mano común en Galicia son una figura singular en España en el marco de propiedad colectiva de los bosques, donde existen otras tipologías, como los montes comunales –aunque son aprovechados por los vecinos, su titularidad pertenece a entidades públicas, no a quienes habitan esas tierras– y los montes de socios, cuyos propietarios son grupos de personas que los compraron colectivamente.

“La sustitución de los sistemas de gobernanza comunitaria de las tierras comunales en los siglos XIX y XX tuvo consecuencias negativas para el mantenimiento de la cubierta forestal”

Como recuerdan estos científicos, los montes vecinales en mano común “se originaron durante la segunda mitad del siglo XX a partir de la resistencia social de los campesinos gallegos a las políticas de desamortización”, con un modelo de propiedad y uso de la tierra diferente a otros similares que han sido más habituales en otras zonas de España, como los montes comunales y los montes de socios.

“Los montes vecinales en mano común tienen una evolución histórica muy diferente a la de los bosques comunales y los bosques de socios”, ya que “tienen un origen de propiedad privada, donde la propiedad pertenece colectivamente a los miembros de la comunidad local”, una figura que, recuerdan, “no fue reconocida por la legislación liberal, que en 1848 negó cualquier posibilidad de forma de propiedad comunitaria en España y transfirió los derechos de propiedad de los bosques vecinales a los municipios”. Sin embargo, agregan, “en Galicia, más que en otras regiones, la dependencia del sustento de los recursos forestales condujo a una fuerte resistencia rural a largo plazo” a este proceso de apropiación de las tierras y abolición de los usos tradicionales que “tuvo consecuencias ecológicas negativas”.

“La combinación de ambos factores, una forma de propiedad privada original y una fuerte oposición local al proceso de desmantelamiento, dio como resultado el reconocimiento legal de la forma de propiedad comunitaria en Galicia mediante la inclusión del monte vecinal en mano común en la Ley de Montes de 1957, y mediante la promulgación en 1968 de una Ley Forestal específica que devolvió los derechos de propiedad de montes vecinales en mano común a las comunidades locales gallegas. En 1975, el marco legal del monte vecinal en mano común se extendió a las provincias vecinas del noroeste de Zamora, León, Asturias y Cantabria”, recuerdan los expertos.

De lo que no tienen duda los científicos es de que “la sustitución de los sistemas tradicionales de gobernanza comunitaria durante el proceso de privatización e intervencionismo estatal de las tierras comunales en los siglos XIX y XX tuvo consecuencias negativas para el mantenimiento de la cubierta forestal en España”, ya que, “por un lado, los bosques adquiridos por propietarios privados fueron cortados para compensar el valor en efectivo de su compra” y, “por otro, los bosques considerados públicos sufrieron usos ilegales no sancionados por las instituciones locales”.

“En ausencia de estas formas históricas de gestión, en las últimas décadas muchos hábitats seminaturales ricos en biodiversidad han disminuido o se han perdido. Por ejemplo, la disminución progresiva de los castaños”, aportan.

En definitiva, para los científicos, “la suposición inicial de que la disminución de las prácticas tradicionales relacionadas con los bosques daría lugar a la conservación de estos parece haber tenido el efecto contrario a largo plazo.

“El abandono de los usos tradicionales conduce a una homogeneización del paisaje rural, asociado a una merma de la biodiversidad y un aumento del riesgo de incendios”

PRESERVAR LOS USOS TRADICIONALES

En opinión de los expertos, en base a las pruebas empíricas, la gestión comunitaria de los montes debe preservarse para garantizar la salud de las tierras, ya que se ha demostrado que, “a largo plazo, el abandono de los usos tradicionales conduce a una simplificación y homogeneización del mosaico del paisaje rural, asociado a una disminución de la biodiversidad y un aumento del riesgo de incendios”.

Los datos que maneja la comunidad científica evidencian los beneficios de la gestión comunitaria para los hábitats: “En las áreas geográficas que muestran una fuerte oposición a las políticas de desmantelamiento de los bosques comunales y donde los derechos tradicionales de propiedad comunitaria fueron restaurados, encontramos varios casos de superposición entre bosques comunales y áreas de conservación”. Algo que, en opinión de estos expertos, “apoya la idea de que el manejo basado en la comunidad puede ser útil para el mantenimiento de ecosistemas diversos y de alto valor ecológico, al tiempo que permite a las comunidades locales el uso de los recursos naturales”.

Es por ello por lo que solicitan más investigaciones para identificar qué prácticas de gestión particulares aplicadas tradicionalmente por las comunidades locales en los ecosistemas forestales han sido favorables para la biodiversidad. En esa línea, proponen abordar cómo los legados actuales del bosque comunitario pueden complementar la ciencia forestal en el diseño e implementación de la agenda de políticas de conservación.

La provincia de Ourense registra el 41,76% de la superficie total de montes vecinales de Galicia, seguida de Lugo con el 30,63%

DATOS DE GALICIA

Según datos del primer Anuario de Estadística Forestal de Galicia, con datos de 2018, 3.312 montes tenían la consideración de Monte Vecinal en Mano Común, clasificados por los jurados provinciales con una superficie total de 664.229,89 hectáreas, lo que hace un promedio de 200,55 hectáreas por monte vecinal.

La provincia de Ourense registra el 41,76% de la superficie total de montes vecinales de Galicia, seguida de Lugo con el 30,63%. Estas dos provincias presentan también las mayores superficies medias, alrededor de 220 hectáreas. Por su parte, Pontevedra tiene el 20,37% y A Coruña es la provincia con menos presencia de este tipo de propiedad, con tan solo un 7,24% del total.

El distrito Verín-Viana es lo que tiene mayor superficie de montes vecinales en mano común, con un total de 93.572,13 hectáreas, y es el que presenta la mayor superficie media por unidad, con 429,23 hectáreas.

Los mayores porcentajes de comunidades de montes vecinales en mano comúnse sitúan en la provincia de Ourense con el 39,19% (1.204) y Lugo con el 30,01%, de un total de 922; el resto se sitúan en la provincia de Pontevedra con un 21,71% y A Coruña, con un reducido 9,08%.

El total de comuneros asciende a 122.734 en el conjunto de Galicia. Y el promedio de comuneros por comunidad de montes es de 44, desde los 83 de promedio en Pontevedra a los 25 en Lugo. Los mayores porcentajes de comuneros pertenecen a los distritos Caldas-O Salnés y Vigo-Baixo Miño, con el 19,1% y 16,2% del total de Galicia.

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