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Reconstruyendo parte de la historia de nuestro cine: los registros del Equipo Lupa en los años 70

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Transcurrían los años 60 y 70. Las cafeterías americanas se multiplicaban por las ciudades gallegas, los pantalones vaqueros se ponían de moda, la CocaCola se publicitaba en cada esquina, The Beatles se escuchaban bajo la lluvia compostelana… Era una época de cambios. Un tiempo nuevo se iba abriendo camino marcado por la globalización, por la búsqueda de libertad, una dictadura ya más debilitada y una Iglesia que aún ahogaba.

El espíritu crítico, reaccionario y rebelde de la juventud, alentado por las revueltas estudiantiles del 68, se vuelve contra el franquismo, el consumismo y el capitalismo. De esa energía juvenil nace en Compostela el Equipo Lupa, un grupo de chavales comprometidos ideológica, artística, social y políticamente que decidieron producir cine independiente en el país y para el país. A comienzos de la década de los 70, Euloxio Ruibal (Ordes, 1945), un amante del audiovisual y del teatro, se encuentra en A Coruña con Félix Casado, otro amante más y gran conocedor de las diferentes tipologías de cámaras y formatos. Este «encuentro feliz» -como lo define Ruibal- es la semilla de un proyecto inédito a lo que poco a poco se van sumando más personas: Lucrecia Carril, Ana Antón, Clemente Crespo, Xosé Ramón Pousa, Arturo López e incluso Roberto Vidal Bolaño.

Los componentes de este equipo se influencian de la actividad política y cultural que brotaba con el ambiente universitario. Cuenta Ruibal que se fueron abriendo camino en un mundo poco favorable. «Nosotros teníamos un compromiso, soñábamos con un cine totalmente nuestro, pensado en gallego y dirigido al público gallego». Este deseo estaba alejado de las industrias al uso que imponían sus criterios. «Nosotros queríamos libertad de creación, y la tuvimos, a pesar de ser tiempos difíciles. Éramos nuevos y burlábamos los atrancos con energía e ilusión», relata Ruibal.

El REGISTRO DE MUESTRAS ETNOGRÁFICAS

Así pues, sorteando la censura y la represión, el grupo Lupa comenzó a producir pequeñas piezas realizadas en formato 8mm y que hoy representan un trozo más de la historia de nuestro cine. Recorrieron Galicia y registraron escenas etnográficas que aluden a la memoria colectiva del país. El resultado fueron nueve piezas de cine: Mesturanza (1972), sobre una muestra de serigrafía gallega; A rapa das bestas (1972), filmada en Candaoso (Viveiro); A procesión das Mortallas (1972), sobre la procesión que se celebra en A Pobra do Caramiñal; O Corpiño (1973), que registra la popular romería; Peliqueiros (1973), alrededor del Antroido de Laza; y Entroido do Ulla (1974), único film del grupo dirigido en exclusiva por Vidal Bolaño. También filmaron una pieza de ficción – Holocausto – y capturaron con sus cámaras el derrumbamiento del reconocido Edificio Castromil en la Plaza de Galicia de Compostela.

Para Ruibal, todas estas películas «obedecen a una época de precariedad, fueron hechas con medios rudimentarios», recuerda. Las considera incluso «un pecado de la juventud», dice sonriente. «Era un juego, pero también teníamos ciertas ambiciones artísticas. Un día me dijeron que muchas veces las limitaciones potencian y agudizan el ingenio. En parte sí, pero yo recuerdo que nos veíamos obligados a abandonar ciertos efectos cinematográficos porque no teníamos dinero para comprar material».

El Equipo Lupa sentía cierta «urgencia» por grabar aquella Galicia de los 70 que enseguida dejaría de ser como hasta entonces. «Venía O Corpiño, y decíamos, ‘es que hay que filmarlo! Para el año que viene ya va a ser distinto!’. Cuando nosotros fuimos pasábamos desapercibidos, la gente no se sentía observada. Hoy hay muchos espectadores y eso influye en las tradiciones». Si ahora Ruibal volviera a coger una cámara para capturar aquello que urge, cuenta que pondría el objetivo sobre la vida en el campo, con todas sus manifestaciones: «La gente nuestra trabajando y viviendo en el campo, la vida diaria y en los días de fiesta… Eso se pierde. Las casas quedan vacías. Este marcha, aquel marcha… Se ve un deterioro físico y mental nos nuestros paisanos», relata.

«Ya por aquel entonces había empezado un proceso de transculturización, donde la gente fue perdiendo su cultura» – prosigue – «Hoy no existe ese sentimiento de arraigo y pertenencia a un lugar, y por lo tanto, a una comunidad. No existe la necesidad de preservar esas fiestas donde se reúne la familia extensa. Eso también habría que recogerlo. Igual ya es tarde…», reflexiona. «Perdemos una cultura milenaria, la agraria, pero no la sustituimos por otra. A cambio de que? La gente está desorientada».

Contra la pérdida luchaban aquellas películas, historia de nuestro cine, que predispoñían el espectador a la reflexión. No eran un simple registro del decorrer cotidiano, sino que buscaban acercar un análisis más profundo a través de la pantalla. Los referentes cinematográficos de aquel grupo Lupa eran, fundamentalmente, los cineclubes de las capitales gallegas. «Allí conocíamos mucho cine que no pasaba por las salas comerciales, fue un medio de aprendizaje importante: asistíamos a los colocios, preguntábamos, escuchábamos… y hablábamos mucho entre nosotros». A Euloxio se le nota el cariño que les guarda. Según dice, es en ellos donde se forman los buenos espectadores críticos. La tele, por el contrario, se hace «a la base de estadísticas».

De hecho, Ruibal reconoce que con su labor cinematográfico estaban cumpliendo un papel que entonces debería haber hecho a televisión y no hizo. «Y sigue sin hacerlo», añade. «Nosotros pretendíamos crear obras con las que la gente se viera reflejada, que fueran un espejo, como decían los escritores del Barroco. Queríamos que nuestro cine fuera un espejo para nuestra gente«. Por eso era para ellos fundamental que la lengua de aquellas producciones fuera la gallega. «La patria de nuestro cine es el idioma. Cuando las películas se ven con la propia idiosincrasia, llegan más fondo. Tiene que haber ese público predispuesto, pero no maleado. Para que la comunicación funcione mejor, los espectadores no pueden ser ajenos a lo que ven. Esto tiene su componente idealista… Pero yo siempre fui un poco utópico. Si no hay algo en lo que crees, se puede uno perder, y aun así, muchas veces es mejor perderse!», ríe.

Euloxio Ruibal, en la Praza de San Roque, Compostela / Uxía Iglesias

LLEGAR A LA PANTALLA

El cine independiente de Ruibal y el Equipo Lupa llegó a las pantallas más de 40 años después de ser filmadas. Fue gracias al Curtocircuito, Festival Internacional de Cine de Compostela, que propuso rescatar estos tesoros del cajón donde llevaban guardados un buen tiempo. Documentos únicos como el derrumbamiento del edificio Castromil o los peliqueiros de los años setenta fueron proyectados al amparo del Teatro Principal. Imágenes que explican nuestro pasado, que nos explican a nosotros.

Por aquel entonces, cuando las habían producido, algunas de las piezas habían sido proyectadas en las Primeiras Xornadas de Cine de Ourense, pero la intención de llevarlas por todas las villas del país a través de los teleclubs se dispersó por el camino. Por una parte, porque la actividad del grupo termina de manera prematura, ya en el 74; y por la otra, porque no habían conseguido la financiación suficiente para acceder a un equipo en 16mm. Euloxio recuerda que estuvieron muy cerca: una vez, Adolfo Marsillach, actor y director de teatro español, visitó Galicia y les ofreció un equipo de esas características. Lupa se puso a buscar dinero para comprarlo con el objetivo de que estuviera disponible, ya no solo para ellos, sino para toda Galicia, mas no encontraron la ayuda suficiente.

La censura de la época tampoco ponía las cosas fáciles en el proceso de distribución. Tanto en el cine como en el teatro, había que solicitar permisos a Información y Turismo, recuerda Ruibal. «Los textos venían permitidos, denegados o con partes tachadas. También imponían militacións de público». Había que ser pillos para evitarla. «Recuerdo que en las Xornadas de Cine de Ourense nos avisaron de que el Gobernador Civil quería ver nuestras películas antes de proyectarlas, y entonces le pedimos a un cura cineasta que viniese con nosotros para que lo entretuviera mientras aparecían las escenas más controvertidas. Había que ir jugando! Algunos tenían la táctica de ponerles marisco, y vino y más vino! Sois bárbaros, decían entonces!», cuenta a risas.

Euloxio Ruibal, promotor do Equipo Lupa / Uxía Iglesias

DE CAMINO A LA ACTUALIDAD

Hace 14 años Euloxio Ruibal escribía lo siguiente en su discurso de bienvenida a la RAG: ‘Soñamos con un cine, con un sistema audiovisual, y con un sistema teatral, para nuestro país que muestre con vigor artístico nuestra identidad cultural, un sistema independiente y genuino, extensamente normalizado; mas también abierto a todos los vientos que la rosa a diario señala». Estamos hoy más cerca de ese sueño?

«No voy a citar películas ni directores, pero destacaré uno: ‘O que arde’, de Óliver Laxe. Me parece una gran película. Con un filme así y con unos cuántos que ya existen fuimos alcanzando un lugar meritorio dentro del cine», piensa Ruibal. Filmes como ese, dice, lo alegran. Aunque sigue echando en falta una producción y distribución gallega más genuina, que contribuya la prestigiar el idioma y que refleje nuestra idiosincrasia.

El equipo Lupa murió a los cuatro años de inicar su actividad, pero deja imágenes que permiten reconstruir nuestro pasado. De aquellas piezas del 70 hubo algunas que se perdieron entre mudanza y mudanza. Otras quedaron a medio hacer. «‘Inqueda volta’ no se acabó porque nos venció el tiempo que marca aquí la luz del sol. Fue quedando… Pero Félix y yo hemos pensado que quizás con los medios de hoy se pueda hacer un final que no desentone con el resto de la obra».

– Le gustaría terminarla?

– Me gustaría, sí. Me haría gracia, me haría ilusión.

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