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Un pariente de Franco lleva 16 años bloqueando la reforma de una curva mortal con el apoyo de la Xunta

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Cuentan los vecinos que cuando la hija de Franco visitaba la quinta de Valdeameno los dueños solían desplegar una enorme alfombra roja desde la puerta de la villa hasta la misma carretera. Las fiestas eran largas y generosas, prolongándose a menudo hasta la madrugada con música alta y mayordomos vestidos completamente de verde –vidas de apellido compuesto–. Luego Carmencita murió, y la familia del Generalísimo dejó de acudir a esa finca de Bergondo que tantas veces los acogió como se acoge a la familia: con los brazos abiertos y una sonrisa.

Valdeameno –o, si prefieren, Villa Julia– está en un punto perdido de la geografía coruñesa: justo al pie de la localidad de Guísamo, en el Concello de Bergondo; no muy lejos del Pazo de Meirás. Hace más de 15 años, esta casa de indiano saltó a la actualidad de la comarca por una situación delicada que aún hoy se prolonga. Villa Julia se encuentra al lado de una curva “muy peligrosa” –en palabras de un informe de la Deputación da Coruña— pero que no puede ser ampliada porque el muro de la finca está protegido por Patrimonio.

Los problemas comenzaron en 2004. En ese año, la Deputación coruñesa lanzó un proyecto para expropiar parte de la villa y ampliar la calzada. No duró mucho: el propietario recurrió ante la justicia y ésta le dio la razón: el muro al pie de la vía contaba con una protección de la Dirección Xeral de Patrimonio –dependiente de la Xunta— y la Deputación necesitaba una autorización de la entidad para llevar a cabo las obras. No la consiguió.

MURO DE CEMENTO

Pasaron los años y la curva de Valdeameno terminó por hacerse célebre entre los conductores de la Comarca das Mariñas que, día tras día, entran en ella con una mano sobre la bocina y otra pasando bolas de un rosario. El tramo merece la consideración de punto negro en todas las categorías: giro cerrado, visibilidad nula por los altos muros y una anchura que en ciertos puntos solo llega a los 3’6 metros.

Para mayor fatalidad, la curva al pie de la finca forma parte de una de las principales rutas de camiones de la provincia de A Coruña, ya que sirve de enlace entre la N-VI y la N-550. El paso de estos vehículos –que según el Ministerio de Transportes pueden llegar a medir 2’55 metros– dejaba el siniestro mortal de Valdeameno en una cuestión de tiempo. Y la muerte llegó en febrero del año pasado, cuando un ciclista perdió la vida tras un mal encuentro con un camión.

Este negro suceso sirvió para quitarle el polvo a los planes de ampliación, que parecían olvidados. Inmediatamente, la Diputación anunció que impulsaría de nuevo el proyecto para reformar la carretera. Y esta vez parece que Patrimonio podría tener que descatalogar el bien ante una tesis creciente: que el muro está protegido de forma irregular.

Villa Julia cuenta con el cuidado de la Xunta de Galicia por tratarse de una edificación singular que, además, –y desde hace pocos años– puede considerarse centenaria. El problema es que, según administración y vecinos, la Dirección General de Patrimonio protege también el cierre de la finca, cuando este dataría de los años 90 o, a lo sumo, 80. El muro, aparte, no cuenta tampoco con particularidades arquitectónicas destacables: los ingredientes fundamentales son cemento, rocas y una valla metálica pintada de blanco.

DE MAGNOLIOS Y LITIGIOS

La Xunta, con todo, sigue dando evasivas sobre la protección del bien. En febrero del año pasado —según recoge La Opinión— la administración autonómica llegó a afirmar que la finca tenía un papel “esencial” en el cuidado del conjunto. Ante este inmovilismo, la Diputación planea responder con un estudio de afectación –ya en marcha– que, previsiblemente, irá cargado de pruebas documentales; entre ellas fotografías aéreas que demostrarían que el muro tiene, a lo sumo, 40 años.

El potencial recorrido de este informe no parece haber desalentado al propietario de la villa, que se presenta dispuesto a quemar hasta el último cartucho. Dos semanas después de que la Diputación licitase el estudio, apareció en la Consellería de Medio Ambiente y Vivienda una solicitud para catalogar como especie protegida varios magnolios situados en el interior de la villa, precisamente al borde del muro que pretende expropiar la Diputación.

Si la Xunta protege los árboles, las obras de ampliación de la vía quedarían nuevamente paralizadas sine die. Por eso, tanto Ayuntamiento como Diputación han lanzado ya peticiones a la CMATV contra la catalogación de la especie. La cuestión parece, en principio, de fácil resolución. El firmante de la propuesta sostiene que se trata de ejemplares centenarios y “singulares”. Sin embargo, los vecinos afirman que fueron traídos “en tráileres” en los años 80 y 90, con la llegada del nuevo dueño, y cuentan con una imagen de 1987 para probarlo. El caso es paralelo en la supuesta “singularidad” de los árboles, que en realidad están presentes “en casi todos los jardines de la zona”, según apunta Carlos Rilo, vecino de la quinta. “Yo mismo tengo alguno en casa”, asegura.

FAMILIA DE LA JET SET ESPAÑOLA

La lucha de los magnolios deja en manos de la Xunta si la cuestión de la curva de Valdeameno se resuelve o no a breve plazo. En cualquier caso, este intento casi que a la desesperada de proteger el muro de la finca supone un antes y un después en el conflicto de Villa Julia porque echa luz sobre los propietarios del inmueble, que hasta ahora habían mantenido su actividad bajo una manta de espeso oscurantismo.

Atando cabos, el DOG de los magnolios revela que el dueño de la casa es Javier Bahamonde Santiso de Ossorio, sobrino nieto segundo de Francisco Franco por rama materna –de acuerdo con El País y el mexicano La Jornada— y director de una asociación de viviendas singulares –a la que, por supuesto, pertenece Villa Julia–. Una breve investigación permite comprobar que la familia de los Bahamonde se encuentra bien situada en el mundo de la alta sociedad española. Los parientes de Franco afincados en Bergondo comparten crónicas con la Duquesa de Alba, antiguas princesas griegas y una larga lista de personajes que sigue bailando al ritmo del siglo XX. En el barrio son conocidos por hacer sonar marchas militares a todo volumen, costumbre que parece haber remitido tras la reapertura del frente legal con la Diputación

Los vecinos sospechan que las buenas relaciones de la familia son los contrafuertes que apuntalan el muro de Valdeameno y las muchas sombras de su pasado. Rilo, residente en la zona desde hace casi 50 años, cuenta la historia de la forma que sigue: a finales de los 80, los parientes de Franco compran la casa, situada a un lado de una vía de tren. Unos años antes, la Renfe había expropiado parte del jardín al propietario original para hacer un paso a nivel. De la obra resultó un muro situado “a metro y pico” de donde está hoy la carretera. No debió ser suficiente para los parientes del Generalísimo, que según la misma fuente erigieron sus propios límites –hoy en el punto de mira de la Diputación– al pie de la calzada; es decir, en terreno que ya no era suyo.

“¿DÓNDE ESTABA PATRIMONIO ENTONCES?”

El muro, continúa Rilo, fue denunciado tres veces “sin que pasara nada”; una impunidad por la que el vecino de Bergondo señala a José Carabel Balsa, por aquel entonces alcalde de la localidad. Carabel, un histórico de Alianza Popular, era conocido por practicar un laissez faire ‘de aldea’ en lo tocante al urbanismo, un ‘tú ve haciendo y luego ya miramos’ que no caía a gusto de todos en el ayuntamiento. Los vecinos tampoco olvidan la buena relación que el alcalde mantenía con los de Valdeameno: “se sabe que iba a cenar muchas veces a casa de este hombre”, explica Pablo Santiso, también residente en la zona.

Tanto Santiso como Rilo –sin duda los bergondeses más implicados en el conflicto– ven con ironía el afán de protección patrimonial que parece embargar ahora al dueño de la quinta. Según apuntan, “nada más llegar” a la vivienda el nuevo propietario decidió tirar una fuente modernista de comienzos del siglo XX. La casa tampoco es un ejemplo de conservación. De acuerdo con un estudio encargado por el Ayuntamiento, el inmueble pasó de tener 244 metros cuadrados de planta a nada menos que 1.306 en los primeros años de la Era Bahamonde. “Donde estaba Patrimonio entonces?”, pregunta, con retranca, Rilo.

Diecisiete años después de los primeros movimientos de papeles, la curva de Valdeameno sigue como estaba en 2004: estrecha, cerrada y “muy peligrosa”. En los próximos meses quedará dicho si, esta vez, los vecinos de Bergondo logran hacer recular a la Xunta y el muro cae con su catalogación. Por el momento, los magnolios de Valdeameno florecen sin marchas militares.

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