El suceso es real. En un supermercado de la capital gallega un hombre paga una barra de chocolate con las monedas que le han ido dando en la puerta del mismo centro comercial. La cajera, con una actitud entre violenta y avergonzada, repite insistentemente “dentro no se puede pedir” mientras cuenta las monedas. El hombre solo responde “cóbrame” y ve como la cajera echa con desprecio la barra de chocolate al fondo de la caja. La fila de personas que esperan para pagar no dice nada. Delante de otro supermercado un hombre mayor pregunta algo sobre los guantes de seguridad, una mujer responde: “siempre nos vienes con el mismo “ rollo””. La situación se vuelve violenta con las respuestas del aludido: “si te sacara una pistola sería robar, yo solo estoy pidiendo”. Nadie dice o hace nada.
APOROFOBIA
El término significa miedo a la pobreza o a la gente pobre, además de asco, odio o discriminación contra la gente sin recursos. Aunque el término nació en los 90 del siglo XX, la actitud social que califica existe desde siempre. La visión de la persona pobre produce vergüenza, miedo, asco o desprecio entre quien no está en la misma situación. “Lo peor de todo es la forma en cómo que te tratan, como si no merecieras estar aquí” dice Salva, nombre ficticio de uno “sin techo” en Compostela.
Las raíces de este comportamiento están muy ligadas a la jerarquización social, a la exclusión y también a los perjuicios sociales sobre la pobreza. Son actitudes adquiridas, aprendidas dentro de determinados grupos sociales, muchas veces a consecuencia de las desigualdades sociales en sistemas económicos de “libre mercado”, base de la sociedad capitalista.
El miedo a la gente pobre o sin recursos se materializa con la creación de guetos alrededor de las ciudades o villas, donde se margina a estas personas. También se materializa en algunos países con legislaciones específicamente contra esta gente impidiendo su libre circulación (leyes de castas). En países occidentales las legislaciones son más o menos laxas, cosa que no impide por ejemplo prohibir la entrada de esta gente en zonas consideradas públicas por motivos de “seguridad”.
PEDAGOGÍA PARA ELIMINAR LA ESTIGMATIZACIÓN
“Debemos enseñar a la sociedad que estas personas tienen derechos, como el derecho a la vida digna” dice Daniel Bóveda de EANP-Galicia. “La creación de las rentas mínimas, de las rentas de inserción y las diferentes ayudas para estas personas, no son un capricho, es un derecho”. Bóveda insiste en este último punto cuando durante la conversación salen las palabras de Santiago Abascal refiriéndose al Ingreso Mínimo Vital como “la paguita”.
“Discursos así lo único que hacen es deshumanizar a las personas pobres” insiste Bóveda. Esa deshumanización “convierte” a las personas en situación de pobreza extrema en “delincuentes en potencia”. Se crea una generalización inmediata que incluye a cualquiera que presente trazos de “pobreza”. Así, los gitanos, los “chabolistas”, los habitantes de determinadas zonas donde imperan altos niveles de desocupación, drogadicción y otros factores, son “nidos de delincuencia”.
“Es cuestión de pedagogía, ayudar a las personas en exclusión no es una pérdida de dinero” dice Bóveda. La cuestión es convencer a los sectores más reacios a que vean las rentas mínimas como una inversión, incluso como una inversión en “seguridad” frente a la “potencial delincuencia de la gente pobre”. Sería por tanto, una inversión doble, favorecer a las personas excluidas y de paso cambiar visiones o erradicar complejos sociales.
La aporofobia puede evitarse mediante una revisión de los valores sociales, cambiando la visión existente sobre determinados grupos humanos. Este fenómeno es hermano del “discurso del odio” y todas las formas de posturas totalitarias o intolerantes y, por encima de todo, es “ clasista”, tal y como dicen varios trabajos sobre exclusión y pobreza.
Actualmente en medio de la pandemia de la COVID-19, se disparó el riesgo de quedar fuera de los estándares mínimos para una vida digna. Si se desacelera el ritmo de ayudas a personas con dificultades, si la brecha entre pobres y ricos va en aumento es muy probable que aparezcan discursos “aporofóbicos” que estigmaticen capas enteras de la sociedad.