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Confinadas con el maltratador: así viven miles de mujeres ese otro «virus que urge extirpar»

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Hay mujeres para las que la casa es el espacio más amenazante y peligroso en el que pueden estar. Mujeres que viven presas de una larga pandemia a la que ahora se suma otra más. Mujeres que saben lo que es vivir aisladas, confinadas, mucho antes de que la Covid hubiera llegado. Pero si por aquel entonces existía algún rayo de luz, alguna pequeña escapatoria que podía salvarlas, la crisis del coronavirus, junto con el confinamiento, se encargó de cerrarla de golpe.

La violencia de género y la pandemia de la Covid se superponen y se hacen más fuertes juntas. La primera necesita socialización, compañía y ayuda presencial para ser superada, y la segunda corre en el camino contrario: impone cierres, restricciones y confinamientos dentro de las casas. Desde la llegada del virus, todas las mujeres en situación de violencia fueron abocadas a convivir las 24 horas del día bajo la atenta mirada de su maltratador. Las expertas concuerdan en que esta pandemia resultó ser la tormenta perfecta para desatar la violencia de género en el hogar, ya que la pérdida de los trabajos, el incremento de la convivencia y el malestar psicológico derivado de la crisis provocaron situaciones límite que rompían en el maltrato físico y psicológico contra las mujeres.

De hecho, las cifras pegaron un salto a raíz del confinamiento: las peticiones de asistencia al 016 durante los meses de la pandemia subieron en torno la un 60%. Así pues, en el conjunto del Estado se recibieron 63.437 llamadas, de las que 2.561 procedían de Galicia. Al mismo tiempo, los juzgados de violencia de género descendieron su actividad por el menor número de denuncias, que en concreto bajaron un 19’4% en Galicia en el primero trimestre del año. Con todo, durante los primeros meses del 2020 se incoaron 17.370 órdenes de protección en el Estado, 1.018 de ellas en Galicia, según datos del Consejo General del Poder Judicial. Además, actualmente se contabilizan en el país 3.733 casos activos por violencia de género.

Sobre la percepción social, una macroencuesta realizada por la Xunta arroja otro dato importante: el 65,5% de las personas entrevistadas considera que la violencia se incrementó en ese período por dos motivos: una convivencia continuada con el agresor y una dificultad para pedir ayuda. Y es que, según también concuerdan las expertas, las posibilidades de defensa de las mujeres en situación de maltrato se vieron reducidas con el cierre de la actividad presencial.

MÁS CONTROL Y MÁS VIOLENCIA

La psicóloga Concepción Rodríguez lleva desde el año 2004 trabajando en el programa de atención a víctimas de violencia de género desarrollado por el Colegio Oficial de Psicología de Galicia junto con la Consellería de Igualdad. La situación de lo «inescapable» – explica – provocó el desbordamiento de muchas mujeres que ahora comienzan a pedir ayuda psicológica. «Durante el confinamiento vieron como desaparecían de la sociedad, como dejaban de existir. Subsistieron a estas situaciones de maltrato con muchísima soledad y con mucha más tristeza e impotencia. No se veían con otra posibilidad que no fuera la de resistir».

Esta convivencia cerrada y esta imposibilidad de las mujeres de salir del hogar, incluso para ir a los supermercados – curiosamente atestados de hombres durante los meses del confinamiento -, aumentó el maltrato «en intensidad» y hizo que aparecieran expresiones de violencia donde no las había habido hasta aquel momento. «Si a esto le unimos la inseguridad que crea la potencial pérdida de empleo, de poder adquisitivo y de incertidumbre en el futuro, con la frustración que esto supone, ¿para qué queremos más?», habla ahora Lola Ferreiro, psicóloga especializada en salud y género.

Así pues, el confinamiento más estricto del comienzo de la pandemia y los pequeños cierres que se siguen produciendo ahora dan rienda suelta al maltrator. Y sobre todo, facilitan un «trabajo» que venía desarrollando desde siempre: el aislamiento de las mujeres. «Esa labor de irlas alejando de gente que las pueda escuchar, apoyar y acompañar, que es fundamental para la continuidad de las violencias directas, estuvo facilitado desde marzo por la obligatoriedad de dicho isolamento», asegura Ferreiro. Esta hierba mala que es el maltrato busca cualquier oportunidad para enraizar, y el miedo y la indefensión de las víctimas que se acentúa en un contexto general de incertidumbre son el mejor abono para la violencia machista.

MERMA DE LA CAPACIDAD DE RESPUESTA DE LAS MUJERES

Ante la falta de una vía de auxilio, las mujeres en situación de maltrato sienten que la única solución pasa por «resistir» hasta que todo se calme. «Carecen de posibilidades para dar un paso adelante por varias razones: están totalmente vigiladas, los servicios sociales están colapsados y viven en la precariedad económica, no tienen a donde ir», denuncia Beatriz Guerra, otras de las psicólogas del programa de atención a víctimas y empleada del gabinete Chavert Piscología. De esta manera, las respuestas de las mujeres maltratadas también se ven modificadas por la nueva realidad a la que se enfrentan durante la pandemia.

La inseguridad y el miedo se mezcla peligrosamente con la «falta de confianza» en los dispositivos asistenciales, sociales, policiales y judiciales, indica Ferreiro; de manera que la iniciativa de las mujeres afectadas se reduce en gran medida. Muchas de ellas, concuerdan las expertas, incluso aplazan decisiones que conciernen a la ruptura. «Se priorizan otras urgencias; y cuando tenemos algo que consideramos urgente, lo demás – por importante que sea – se queda para un lado. Si hay que tomar alguna decisión con respeto a la vida en pareja y ahora mismo hay tantas nuevas circunstancias de por medio, las mujeres no se sienten con la seguridad de tener todo controlado para dar el paso», analiza la psicóloga Concepción Rodríguez.

Si bien las mujeres ya «nunca estuvieron lo suficientemente protegidas», en un contexto como este las medidas de apoyo alcanzan mínimos; lo que supone una forma más de violencia, recuerda Ferreiro, «porque el maltrato directo no se produciría si la violencia no fuera estructural, y en este caso concreto, también institucional». De los informes oficiales se desprende que entre el 30% y el 40% de las mujeres asesinadas habían presentado una denuncia. Se asocia, habla Beatriz Guerra, que el asesinato se produce cuando una mujer ponen una denuncia o decide separarse. «Observábamos que cada vez había una separación más prematura, pero ahora en cuarentena, sin poder salir y en la precariedad, las mujeres no se atreven».

SALUD MENTAL MUY DAÑADA

Todo esto repercute de una manera directa en la salud mental – y no sólo – de las mujeres. «No olvidemos» – advierte Ferreiro – «que los más de los trabajos de cuidados están en las manos de las mujeres, que el trabajo reproductivo no paró en ningún momento y que todo esto hay que compatibilizarlo con el empleo o con el teletraballo». El resultado: más carga, más exposición a la infección y más estrés. De esta manera, la pandemia agrava el problema que supone la violencia para la salud de las mujeres. «Está comprometida desde el momento en que nos educan para ser abnegadas, para no cuidar de nosotros mismas», prosigue la psicóloga.

En los contextos de convivencia familiar, el nivel de estrés amplifica las discusiones y los conflictos no sólo hacia las mujeres sino también hacia las crianzas. Ambientes desagradables que pasan «una factura muy importante en ellas», remarca Guerra. «Muchos niños y niñas viven la violencia como algo habitual y responden tratando mal sus madres; y otras enfrentan estas situaciones con mucha ansiedad y miedo». Para las expertas, una buena protección contra el maltrato debería ir encaminada, precisamente, a mejorar el acceso a ayuda psicológica dentro del sistema, tanto para víctimas como para agresores y crianzas. El apoyo para resolver situaciones de dificultad y la educación emocional en igualdad es la «vacuna más eficaz contra la violencia de género», indica Rodríguez. Y es que «la salud debe ser integral; no existe una salud física o psicológica, existe salud o no salud».

El IMPACTO DE LA PRECARIEDAD DE LA SANIDAD PÚBLICA

Sin embargo, la situación de precariedad que se vive en la sanidad pública, junto con la ausencia de políticas que refuercen la educación emocional, dificulta el tratamiento de las dolencias de las mujeres. «Las teleconsultas, la falta de recursos en la sanidad pública debido a los recortes y la presión asistencial agravan claramente la situación de maltrato y la salud de las mujeres que ya había antes de la pandemia», sentencia Lola Ferreiro. El sistema de salud pública, muy expuesto ante un virus que lo está poniendo al límite, debe «detectar y ayudar a las mujeres a que identifiquen la violencia machista». «Por que se la situación de la violencia no está identificada cómo tal, no se ponen los malestares en relación con la causa que los provoca y, en consecuencia, no se pueden resolver de una manera efectiva», señala.

El 25N Y La LUCHA DE AQUÍ EN ADELANTE

Ahora, a las puertas de un nuevo 25N muy diferente a todos los que precedieron, resuena en nuestras cabezas aquel cuanto único – ‘Un violador en tu camino’ – que tan poderosamente se hizo con millares de ciudades de todo el mundo hace justo un año. De esta vez, la pandemia obliga a cambiar la forma, pero no podrá con el fondo. El movimiento feminista redobla, pues, todos los esfuerzos ante una crisis que nos amenaza a todas, puesto que, si bien «no implicó un paso atrás, sí supone más dificultades para seguir dando pasos adelante en la lucha contra la violencia de género».

Con todas las actividades presenciales relegadas al ámbito digital, muchas mujeres pierden el acceso a muchos talleres y cursos. «Esto supone una suerte de alto en el camino que implica una dificultad grande de seguir haciendo presión«, entiende Ferreiro. Puede que este 25-N sea «mucho menos intenso», mas lo que sí debe mantener es «el valor simbólico de la conmemoración para que las mujeres en situación de maltrato se sientan visibilizadas, apoyadas y valoradas».

La conversación con Concepción Rodriguez remata con una poderosa frase: «La violencia contra las mujeres no deja crecer la humanidad». En nuestras manos está reducir la virulencia y la capacidad de contagio de este otro «virus que urge extirpar» de la sociedad. Porque es bonito ver crecer la humanidad, no?

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